Alfredo Eduardo Figueroa Oquendo
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 143
donde se pone de maniesto la capacidad de
dirigirse a sí mismo, la muestra de valores como
la integridad y honestidad, la conciencia de los
actos, la adaptabilidad y el logro de las metas
establecidas (García & Romero, 2021).
Las aptitudes sociales, por su parte, conllevan
el desarrollo de “competencias que incluyen un
conjunto de habilidades afectivas y cognitivas”
(García & Romero, 2021, p. 80). Estas se
vinculan con procesos comunicativos, donde
cada individuo demuestra capacidad para
emitir mensajes asertivos, así como madurez
para abordar situaciones conictivas, liderar y
solventar la incertidumbre y los cambios.
Por otra parte, la IE desarrolla un comportamiento
adaptativo que facilita el cumplimiento de
actividades educativas y el consecuente logro
académico. Por lo tanto, las habilidades
emocionales devienen esenciales para el éxito
profesional, la adquisición del conocimiento, la
vinculación de la argumentación y las estrategias
de adaptación (Padua, 2019).
RENDIMIENTO ACADÉMICO E IE
El rendimiento académico se concibe como “una
construcción social, que ha asignado algunas
dimensiones al resultado de la adquisición
del conocimiento por parte del estudiante”
(Lenkauskaite et al., 2020, p. 20), parámetro
que se aplica en cualquier nivel o modalidad
educativos. Existe una tendencia a asociar la
aprobación o reprobación con las calicaciones
obtenidas.
En ese mismo orden de ideas, el rendimiento
académico puede entenderse como “los resultados
obtenidos al realizar la suma de las calicaciones
acumuladas o logradas, en un tiempo o periodo
educativo determinado, este resultado es
afectado por múltiples factores, es por ello que,
se le asigna una cualidad multifactorial” (Neto et
al., 2018, p. 2). Entre las cualidades que inciden
en el rendimiento académico, también se plantea
la IE como un aspecto importante, que puede
afectar el progreso formativo de los estudiantes
en cualquier nivel educativo.
Del Rosal et al. (2018, p. 270) reconocen que
“la sociedad ha sobrevalorado la inteligencia,
menospreciando otras cualidades fundamentales,
que pueden inuir en el éxito académico,
profesional y personal”, lo que permite señalar
que la IE inuye de forma signicativa en
la vida académica; de manera que, a mayor
desarrollo de la IE, mayores probabilidades de
éxito estudiantil en el presente y a futuro.
Se considera importante, además, la
productividad del estudiante y cómo se siente
afectado por los compañeros de clases y el clima
institucional (Almada, 2021), así como por
aspectos sociales relacionados con el ingreso
familiar o el acceso a los recursos tecnológicos
(Marciniak & Gairín, 2018; Mateus et al.,
2019). De esta manera se demuestra que “el
éxito académico, es el producto de la medida en
que el estudiante, educador y la institución han
alcanzado sus objetivos educativos” (Kumar et
al., 2021, p. 3092).
Desde lo ontológico, se analizaron artículos que
abordan la relación de la IE con el rendimiento
académico. Por ejemplo, Sothan (2018), Del
Rosal et al. (2018), Fernández-Lasarte et al.
(2019) y García (2020) resaltan la importancia
de un adecuado manejo de la IE para lograr el
éxito en la vida universitaria y concretar la meta
propuesta.
Así también, la dupla IE-rendimiento
académico universitario está regida por factores
familiares, sociales, económicos, tecnológicos
y motivacionales; incluso, la inuencia de los
pares afecta la vida estudiantil universitaria
(Alvarado et al., 2018; Cano & Robles, 2018;
Padua, 2019; Sothan, 2018 y Urbina, 2019).
Para este estudio se consideró la teoría de
los fundamentos de la IE, reconocida como
“el modelo de habilidad, que se concentra en
aquellos constructos que estimulan el juicio a
través de la comprensión de las emociones”
(García & Romero, 2021, p. 56). En dicho
diseño, la IE determina el potencial para lograr
el empoderamiento de ciertas capacidades en su
propio dominio (Delgado et al., 2018).