Andrea Figueroa-Vargas - Francisca Donoso Reyes
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 27
conocimiento del currículo, conocimiento
didáctico del contenido, conocimiento de los
alumnos y de sus características, conocimiento
de los contextos educativos, conocimiento de los
objetivos, las nalidades y los valores educativos,
y de sus fundamentos losócos e históricos.
Actualizaciones y precisiones al concepto
de conocimiento pedagógico del contenido,
planteado por Shulman, han sido precisados
por Magnusson et al. (1999) quienes señalan
que este estaría formado por cinco componentes
fundamentales: orientaciones hacia la enseñanza,
conocimiento del currículo, conocimiento de la
evaluación, conocimiento de la comprensión de
los estudiantes y conocimiento de las estrategias
de enseñanza.
El segundo marco, validado por Stuart y Tatto
(2000) organiza las dimensiones esenciales a
abordar en la formación inicial docente en torno
a: estudio de la materia, estudios educacionales,
educación general, estudios pedagógicos y
experiencias prácticas. Finalmente, Tardif
(2001) señala que la experiencia para la
formación docente debe contener y articular una
serie de dimensiones: saber profesional, saber
disciplinario, saber curricular, saber experiencial
y saber pedagógico.
La materialización de estas deniciones en
la formación inicial docente ha encontrado
dicultades en el desarrollo de los modelos
curriculares, asociadas a la integración de
competencias genéricas o transversales en los
planes de estudios (Ayarza & González, 2008)
entre las que se encuentra la comunicación oral
y escrita.
Por su parte, el aprendizaje argumentativo en la
educación superior y la necesaria articulación
entre la argumentación escrita y la argumentación
oral, como un componente esencial para abordar
el tratamiento didáctico de la argumentación en
la formación docente de Educadores infantiles,
dependerá, entre otros aspectos, del manejo
escrito general que tenga un hablante. Así
también, de las oportunidades para argumentar
de manera escrita (Piolat et al., 1999) sin que se
reduzcan a habilidades cognitivas individuales,
sino más bien, sean concebidas como una
práctica social (Montes & López, 2017)
derribando la tradicional concepción de que
esta ocurre a través de procesos cognitivos. Más
bien, la escolarización inuye en los cambios
cognitivos del sujeto (Hernández, 2019). En este
sentido, en la praxis la escritura de una síntesis
argumentativa a partir de la lectura de textos
que presentan visiones contrapuestas sobre un
tema controvertido es adecuada para trabajar
la competencia argumentativa (González-Lamas
et al., 2016), inseparable de los discursos
(Hernández, 2019).
En consecuencia, la argumentación, a través del
lenguaje oral o escrito, ofrece múltiples opciones
didácticas, curriculares y metodológicas. En este
sentido, Gee (2004) plantea que el conjunto de
prácticas discursivas implica otorgar sentido
tanto en el habla como en la escritura.
Por otro lado, estudios recientes sobre literacidad
señalan particularmente sobre sus prácticas,
que van más allá de la lectura y la escritura.
Incluyen en la actualidad, la incorporación e
integración de conocimientos para participar
en la actividad y establecen una literacidad
disciplinar (Montes & López, 2017) que
considera los conocimientos de la disciplina
y las prácticas particulares de literacidad, así
como el desarrollo de la capacidad para producir
y criticar (Moje, 2007). Por lo tanto, se requiere,
de acuerdo con Shanahan & Shanahan (2008),
que el estudiantado asuma rutinas sosticadas y
especializadas (Moje, 2008), en función de que
utilice los textos especícos de cada disciplina
para construir conocimientos propios (Heller &
Greenleaf, 2007).
Autores como Larraín et al. (2022) señalan
como determinantes el conocimiento y creencias
que docentes tienen sobre el uso y la enseñanza
de la argumentación en sus clases, incluyendo
tanto aspectos declarativos (el conocimiento
teórico o el saber qué hay que enseñar), como
procedimentales (el conocimiento práctico o en
la acción) (Vergara & Cofré, 2014).
Dentro de los primeros se encontraría cierto
manejo respecto a qué es la argumentación en
el aula, cuál es su importancia y relación con
el aprendizaje, en qué consiste la estructura
de un argumento cientíco, entre otros. Entre