Número 19 / ABRIL, 2023 (251-268)
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA
REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
CRACK CONSUMERISM FROM ART. A REFLECTION ON
THE MASSES IN CONSUMPTION
DOI:
Artículo de Reexión
Recibido: (18/07/2022)
Aceptado: (27/10/2022)
https://doi.org/10.37135/chk.002.19.15
Universidade da Coruña, Facultad de Sociología,
Departamento de Sociología y Comunicación, A
Coruña, España
elederpa1983@gmail.com
Eleder Piñeiro Aguiar
Universidade da Coruña, Facultad de Sociología,
Departamento de Sociología y Comunicación, A
Coruña, España
carlos.diz@udc.es
Carlos Diz
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 252
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA
REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
CRACK CONSUMERISM FROM ART. A REFLECTION ON
THE MASSES IN CONSUMPTION
En este texto de carácter reexivo, crítico y ensayístico se realiza una crítica al consumo
de masas basada en autores clásicos y contemporáneos de las Ciencias Sociales, en
función de comprender el proceso acaecido desde la época fordista hasta el estado actual
caracterizado por la uberización de la economía y el capitalismo esquizo. Como resultados
se analizaron diversas obras de arte contemporáneo para debatir acerca del rol del arte
como crítico al consumismo de masas; a la vez generador de lo que Deleuze y Guatari
conceptualizan como máquinas deseantes. Se expone una visión negativa del consumo,
por cuanto la capacidad de agencia de la ciudadanía se atomiza en múltiples elecciones
nunca motivadas desde la propia voluntad individual, sino generadas desde un sistema
egoísta y alienador.
PALABRAS CLAVE: Capitalismo, consumidor, arte contemporáneo, alienación,
neoliberalismo
In this reective, critical, and essayistic text, a critique of mass consumption is made
based on classic and contemporary authors of the Social Sciences in order to understand
the process that has taken place from the Fordist era to the current state characterized
by the uberization of the economy and schizo capitalism. As a result, various works of
contemporary art were analyzed to discuss the role of art as a critic of mass consumerism
and, at the same time, a generator of what Deleuze and Guatari conceptualize as desiring
machines. A negative vision of consumption is exposed since the capacity of citizenship
agency is atomized in multiple choices, never motivated by the individual will, but
generated from a selsh and alienating system.
KEYWORDS: Capitalism, consumer, contemporary art, alienation, neoliberalism
RESUMEN
ABSTRACT
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 253
INTRODUCCIÓN
- Es un Jackson Pollock precioso.
- Sí.
- ¿Qué te sugiere?
- Rearma la negatividad del universo,
el terrible vacío y la soledad de la
existencia. La nada. El suplicio del
hombre que vive en una eternidad estéril,
sin Dios, como una llama diminuta que
parpadea en un inmenso vacío, sin nada
salvo desolación, horror y degradación
que le oprimen en un cosmos negro y
absurdo.
- ¿Qué haces el sábado?
- Suicidarme.
- ¿Y el viernes por la noche?
(Herbert Ross (director), Play It
Again, Sam [lm], 1972)
El pasado 2020 la plataforma Netix estrenó El
juicio de los 7 de Chicago, película de Aaron
Sorkin basada en hechos reales y que representa
la detención y juicio de un grupo de activistas
durante la Convención Nacional Demócrata
desarrollada en Estados Unidos en el agitado
1968. La acotación 1968-2020 no puede ser más
ajustada a lo que se pretende exponer en estas
líneas -desde una visión artístico-hermenéutica-
en torno al contexto de crisis, contracultura,
movimiento antisistémico, neoliberalismo
y efectos que el consumo y el consumismo
provocan en el capitalismo global actual.
Si bien el consumo de masas apareció décadas
atrás con el fordismo, los cambios producidos
tras la segunda posguerra mundial, parejos
al auge y declive del Estado de Bienestar,
generan un modelo económico que al llegar a
los años 70 del siglo XX dio paso al empuje del
neoliberalismo.
Teóricos del trabajo como Daniel Bell (1976),
Jeremy Rifkin (1996) o Alvin W. Gouldner (2000)
dieron algunas de las coordenadas que supuso el
cambio de unas sociedades industriales a unas
posindustriales o posfordistas. Su propuesta es
que hacia los años 70 el mundo de la industria
fue desplazado por el sector servicios, lo que
implicó el plantearse el análisis de lo social
desde las viejas categorías de clases.
A un mundo donde la educación y la
comunicación cobraban cada vez más ventajas
frente al centralismo económico, se sumaba la
visión en torno a que la meritocracia (con la
educación universal generalizada) tenía cada
vez mejor acogida. Frente a visiones optimistas
como las de Bell o Gouldner, Jeremy Rifkin
proponía que el trabajo es un bien escaso, cada
vez más, lo que lleva a una mayor competencia,
la cual sumada a desplazamientos de la industria
y al surgimiento de infraclases, era caldo de
cultivo para nuevos conictos.
Es en esa época donde también se produce un
cierto desplazamiento desde lo económico hacia
lo identitario-cultural en las luchas y protestas
sociales (Melucci 1989; Touraine 1990; Oe
1992), ligado todo ello a una atomización
individualista donde el mundo del consumo
cobra cada vez mayor relevancia a la hora de
congurar subjetividades. Deleuze y Guattari
(2009) hablan de un capitalismo esquizo donde
se insta al deseo y se exige que los ujos
rompan barreras, que uyan por todo lo social.
Dichos ujos (informativos, tecnológicos,
comerciales…) generan pavor, son una especie
de diluvio y es así que el capitalismo puede ser
contado como una totalidad, como una historia
total, pues deviene límite.
En este proceso de individualización, cada
vez más extremo, el sujeto se ve obligado de
manera radical a denirse activamente ante la
sociedad, a encontrar constantemente su propio
estilo de vida; esto le obliga a elegir entre
múltiples ofertas culturales, las cuales quizá no
podrían estar mejor denidas que en la película
Trainspotting (Danny Boyle 1996; adaptada de
la obra homónima de Irving Welsh 1993):
Elige la vida. Elige un empleo. Elige
una carrera. Elige una familia. Elige
un televisor grande que te cagas. Elige
lavadoras, coches, equipos de compact
disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud,
colesterol bajo y seguros dentales. Elige
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pagar hipotecas a interés jo. Elige un
piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa
deportiva y maletas a juego. Elige pagar
a plazos un traje de marca en una amplia
gama de putos tejidos. Elige bricolaje y
preguntarte quién coño eres los domingos
por la mañana. Elige sentarte en el sofá a
ver tele-concursos que embotan la mente y
aplastan el espíritu mientras llenas tu boca
de puta comida basura. Elige pudrirte de
viejo cagándote y meándote encima en un
asilo miserable, siendo una carga para los
niñatos egoístas y hechos polvo que has
engendrado para reemplazarte. Elige tu
futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba
yo a querer hacer algo así? Yo elegí no
elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las
razones? No hay razones. ¿Quién necesita
razones cuando tienes heroína? (Boyle,
D. (director). 1996. Trainspotting [lm].
Film4 Productions)
No es baladí que trainspotting signique, por una
parte, buscar venas para pincharse con una aguja
para introducir alguna sustancia estupefaciente
(generalmente heroína); pero por otra la acción
(o más bien inacción) de ver pasar los trenes,
metáfora de una vida que transcurre ante ojos
hastiados y tediosos. Y es que las metáforas de
la movilidad, de las tecnologías, y del mundo
del desplazamiento han sido constantes en la
construcción histórica del capitalismo. En la
época actual, de incertidumbre, precariedad y
vacío de futuro, la soledad constituye una de las
claves explicativas y se dene, por lo contrario,
por la quietud. Dicha soledad es mucho mayor
en los parados que en los activos, y entre otros
aspectos genera un aumento del consumo de
sustancias psicotrópicas.
Obsérvese que diferentes épocas se denominan
fordismo, posfordismo, toyotismo, llegando
a colocarse en el argot actual y al calor de las
nuevas transformaciones socioeconómicas,
por el contrario, términos como uberización
(Woodcock 2021). Que todo ello vaya parejo a la
capacidad que las drogas presentan de evadirse
de la realidad, sobre todo con el inujo que la
heroína en los 80 ha tenido en las sociedades
europeas, o sabiendo cómo la cocaína y otras
drogas están generando toda una nueva saga
de antihéroes en las industrias culturales más
populares (Narcos, Fariña, El Patrón del mal,
Breaking Bad, etc.), nos permite comprobar
que los ritmos de aceleración del consumo en
general son un motivo que justica una reexión
pormenorizada.
Y es que hablar del mundo del consumo es
realizar una crítica de toda teoría crítica. Si en
un primer momento la teoría clásica se basaba
en que los individuos actúan racionalmente,
jerarquizan gustos y preferencias y enfatizan
aspectos materiales con respecto a su capacidad
de gasto, el marxismo vino a rebatir estas tesis.
Para ello colocó al consumo como supeditado
a la producción, y dicho consumo es una falsa
representación, un fetichismo.
El consumo de masas vendría a ser una trampa
para la clase obrera, una miseria moral y a la
vez una opresión: “la producción no produce
solamente un objeto para un sujeto, sino también
un sujeto para el objeto” (Marx 1957:157).
Además, el consumo sirve, según la visión
marxista, para promover la acumulación de
capital y envía a la clase obrera a una zona gris
entre la polaridad libertad-opresión: “el deseo ha
de ser constantemente estimulado con vistas a
convertirlo en insaciable” (Boltanski y Chiapello
2002:538) y así llenar los vacíos de la vida.
En una actualización del pensamiento marxista,
Polanyi (2016) expone cómo surgen con la
modernidad capitalista tres mercancías cticias:
trabajo, tierra y capital. Frente a todo momento
histórico anterior, y frente a lo sucedido en otras
zonas y culturas del mundo, en el industrialismo
eurocéntrico surgido en el último tercio del siglo
XVII se producen dos fenómenos: la aparición
de un individuo aislado, base de lo económico;
y de una esfera económica separada del resto de
esferas de lo social. Frente a culturas integradas
(embedded), con instituciones plenamente
relacionadas de manera holística, la atomización
que supone la aparición del modelo capitalista
genera una ruptura, a decir del autor de La Gran
Transformación. Y a esta ruptura va pareja la
forma de entender la vida económica como una
tríada entre la producción, la distribución y el
consumo.
En estos debates teóricos, dos guras clásicas
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CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 255
de la sociología son relevantes para comprender
la importancia del consumo. Por una parte,
Max Weber (1993) enfatiza la importancia
del análisis del consumo para los grupos de
estatus y de clase; además, expone cómo los
estamentos se conguran en torno a formas de
vida distintivas con el n de buscar prestigio,
algo que posteriormente será investigado en
profundidad por Pierre Bourdieu (1991).
A decir del autor de La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, el reconocimiento
social no responde por completo al precio de los
productos que consumimos, a lo que se suma
que los grupos privilegiados tratan de reproducir
el orden social también mediante la apropiación
y reproducción del consumo.
Por otra parte, tenemos en Thorstein Veblen
(1966), con su teoría de la clase ociosa, una gran
ruptura con las teorías clásicas y en concreto
con el utilitarismo. Dirá que no se consume por
necesidad, placer o utilidad, sino por obligación.
Abre aquí una perspectiva a entender el mundo
del consumo como un campo en disputa,
deniendo incluso lo que signica el consumo
ostensible y la emulación pecuniaria.
La búsqueda de ostentación mediante la
acumulación y visibilidad de bienes y productos
va de la mano de un entramado social donde los
de abajo quieren emular a los de arriba, que a
su vez marcan las pautas con el n de delimitar
sus lugares en la jerarquía social. Introduce en
lo social un punto de vista psicologicista del ser
humano: la emulación es intrínseca a nuestra
especie por cuanto queremos compararnos y
superar a los demás.
Además de ello, expone cómo el nivel de vida
funciona como una prescripción social, donde el
consumo es un marcador social de las posiciones
que se ocupan. Critica en este sentido a las
clases ociosas por atentar contra el trabajo ecaz
pues se adineran explotando a otros, lo cual
le da ganancias, pero sin contribuir a un bien
social. A esta clase le importa más demostrar las
riquezas que poseen que poseerlas en sí. Veblen
denomina consumo ostentoso a la exhibición
formalizada mediante derroche, a la capacidad
de despilfarrar. Para él, todo ello es improductivo
y va contra lo que denomina hazaña, propia de
las clases trabajadoras que valoran el trabajo
como un n en sí mismo.
Analizar la trayectoria desde el mundo del
consumo ligándolo a ciertas vanguardias
artísticas servirá, en este sentido, para reexionar
y visibilizar la dicotomía consumo-consumismo.
Se pondrán de relieve ciertas obras consideradas
paradigmáticas del periodo, a la par que se
sustentará teóricamente cómo el mundo del
consumo y de las marcas ha hegemonizado la
idea del “consumo, luego existo”.
Y es que el mundo del arte se viene preguntando
en las últimas décadas acerca de nuevas
miradas, nuevos públicos, la muerte del autor,
la politización del arte y la estetización de la
política. Ya desde el debate Benjamin-Adorno
del primer tercio del siglo pasado existe toda
una teorización que en los últimos años lleva
a algunos teóricos y críticos a preguntarse por
si estamos ante un “occidente posideológico”
(Aznar, 2019), por cuanto la democracia
es un largo proceso reconceptualizado
constantemente, lo que lleva -a decir de Zizek
(2012)- a un vacío de democracia. Nuestro
objetivo al plantear una crítica al consumo desde
el campo artístico es también observar cómo
dicho consumo desdemocratiza por cuanto es
consustancial al mundo capitalista el generar
excedentes y asimetrías en una lógica neoliberal
de la competencia.
METODOLOGÍA
El presente artículo de reexión teórica se basa
en una revisión bibliográca triangulada con la
interpretación de obras de arte contemporáneo;
se procedió a un análisis de las mismas en pos
de responder acerca de cómo el consumo de
masas puede ser pensado desde la contracrítica
del consumo de arte.
En primer lugar, se escogieron autores clásicos
provenientes de la sociología, referentes para
comprender el mundo del consumo, muchos
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de ellos visibles en prácticamente cualquier
manual introductorio a esta disciplina (por
ejemplo: Ritzer 2001) y que han conformado el
corpus clásico de esta ciencia social, en concreto
hablamos de Weber, Veblen, Lefebvre, Marcuse
o Bourdieu.
En segundo lugar, se seleccionaron obras como
el manual básico de la carrera de Filosofía de la
Universidad Nacional a Distancia (Aznar 2019),
sumado a las de Foucault, Barthes, Krauss y
Zizek.
Con los referentes antedichos, los cuales
contextualizamos dentro del denominado
pensamiento crítico y con miras hacia teorías
deconstructivas y decoloniales, nos basamos de
manera subyacente en el clásico debate Adorno-
Benjamin en torno a la obra de arte, su aura y la
crítica del arte al fascismo, así como su papel
en la lucha revolucionaria, dentro de una teoría
crítica a la que se suman autores provenientes de
la antropología, la losofía y la sociología.
Una vez seleccionadas, las obras fueron
elegidas por su actualidad (arte moderno
y contemporáneo), acotadas al mundo del
consumo y del consumismo y que tuviesen
como escenario tanto el estar insertas en museos,
como criticar el hecho de la galería de arte como
institución de autoridad, a la vez que proponer
performances que hiciesen reexionar acerca
del papel de los artistas, del arte y del público.
En concreto las obras seleccionadas fueron Roba
este Libro de Dora García (2009), Consumición
del arte dinámica del público: devorar el arte de
Piero Manzioni (1960), Inmigrantes de Jesús
Rodríguez (2001), Los encargados de Sierra
y Galindo (2013) y Especie de María Núñez
(2019).
Como categorías de análisis y con el n de cumplir
con el objetivo central de criticar al consumismo
desde el arte, uno de los hilos argumentales y
transversales a la selección teórica y artística
está el colocar algunas obras cinematográcas
actuales como amalgama de la discusión. Para
ello se atendió a lms que tienen en el consumo
y la contracrítica sus ejes fundamentales.
Tales películas fueron: El juicio de los 7 de
Chicago (The Trial of Chicago Seven en su
versión original de 2020), El club de la lucha
(El Club de la Pelea en su versión latina; Fight
Club en su versión original de 1999) y Matrix
(The Matrix en su versión original, 1999). Esta
selección permitió acotar en las últimas décadas
lo sucedido en torno al arte como crítica a la
vez que contextualizar el paso de sociedades
industriales a postindustriales, factor clave tanto
en el análisis de lo social que pretende este texto,
como en las rupturas que el mundo del arte ha
tenido en los últimos tiempos para criticar al
capitalismo y la globalización.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
ES UN JUICIO POLÍTICO, ASÍ QUE
ROBA ESTE LIBRO
A lo largo del lm mencionado en la introducción
(El juicio de los 7 de Chicago), surgía una
dicotomía en torno a si se trataba de un juicio
penal o si el entramado era mayor y se estaba
produciendo un juicio político (que en paralelo
se daba un juicio mediático no se coloca en
duda). Y es que Mayo del 68 es la época de la
contracultura, de los eslóganes en calles y plazas
(y universidades):
En una extraordinaria explosión
internacional, los jóvenes radicales tomaron
las calles, al principio para oponerse a la
Guerra de Vietnam y a la segregación racial
en Estados Unidos. Pronto empezaron
a cuestionar rasgos fundamentales
de la modernidad capitalista que la
socialdemocracia había naturalizado hasta
entonces: el materialismo, el consumismo,
y «la ética del triunfo»; la burocracia, la
cultura corporativa, y el «control social»;
la represión sexual, el sexismo y la
heteronormatividad. Al abrir una brecha
en las rutinas políticas normalizadas de la
época anterior, los nuevos actores sociales
formaron nuevos movimientos sociales.
(Fraser 2015:19, sus cursivas)
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 257
Los sesenta son la época en la que también se
materializa la idea de que otro consumo de la
vida es posible. Uno de los protagonistas de Los
7 de Chicago, Abbie Homan, tras los sucesos y
el juicio, elaboró todo un contramanual de lucha
contra el gobierno y las empresas titulado Roba
este libro (Homan 1970) y es el detonante para
nuestro primer análisis artístico con el n de
analizar cómo un cine basado en ciertos hechos
reales produce una crítica al consumismo actual.
En primer lugar, debemos situar que esa crítica
del consumismo, con las vanguardias en auge ya
unas décadas atrás, ha supuesto reconocer que
el arte ha salido de la calle, se ha generado un
“campo expandido” (Krauss 2002), ya que el
arte trabaja en cualquier medio y en cualquier
lugar, a la vez que ha salido de sus clásicos
soportes y espacios tradicionales. En otras
palabras, se ha hecho político. Y uno de los
puntos centrales de esa politización es criticar el
supuesto consenso que está bajo la mirada de un
Estado benefactor. Todo lo contrario, lo que el
Estado hace es evitar conictos entre individuos
particulares, y en concreto en la extensión de
la dignidad humana que supone el colocar a la
propiedad como eje primordial de su defensa.
No es tanto la función del Estado defender al
individuo en su individualidad. Observamos
que esto sucede tanto en la película mencionada
cuanto en la obra Roba este libro, por cuanto
en la primera proliferan escenas donde lo
primordial es el mantenimiento del orden por
sobre toda diversidad; a lo que se suma que al
incitar a robar se espera, por parte de ciudadanos
civilizados, precisamente que no lo hagan.
Se produce asimismo a partir de los sesenta, en
segundo lugar, una crítica a la autoridad que
decide colocar unas obras u otras en ciertos
lugares (museos, galerías) y que incluso dene
qué es o deja de ser arte (Danto 2005). El arte,
por tanto, sale a la calle; a la vez que los museos
son lugares de interacción, pero también de
contracrítica (Cliord 1995).
En este sentido, consumir ocio y cultura pueden
ser también entendidos como un acto de rebelión
por cuanto supone separarse de las jerarquías y
de las autoridades impuestas: ¿quién coloca una
pieza de arte en un museo? ¿Por qué a alguien
se le considera artista? ¿Qué es arte y cuál es
la na línea que lo separa de la artesanía (o de
otra producción cultural, más o menos elitista o
popular, si es que se puede usar esa dicotomía)?
En los 60, con la Escuela de Frankfurt, se criticó
precisamente la proliferación del consumo de
masas y se comenzó a reexionar acerca del
papel del público.
Los teóricos de Frankfurt expondrán que una
sociedad de la abundancia es una sociedad
manipuladora que genera individuos alienados.
Existe, pues, una cultura del consumo sometida
a la producción y al mercado (observemos que
el consumo ya no sería, ahora, la denitiva parte
de la triada producción-distribución-consumo,
sino que estaría en el centro del ecosistema
capitalista). Es por todo ello que el sujeto
pierde autonomía, se vuelve pasivo y el deseo
sustituye a la necesidad como base del consumo.
Estaríamos ante lo que Lefebvre (1984)
denomina “obsolescencia de la necesidad”, se
extiende el consumo ostentoso y la dualidad
consumo de élite-consumo obrero se diluye.
Pero también se habló hace unas décadas de la
muerte del autor (Barthes 1987) y del arte como
resistencia. Además, y aquí es clave para la obra
en cuestión, que haya muerto el artista signica
que ha nacido un público que ya no puede
tener una mirada distraída sino reconocer que
las imágenes (obras, objetos, etc.) nos hablan
(Piñeiro y Diz 2021). En este sentido en la gura
1 se puede observar la instalación presentada por
Dora García en la que se interpelaba al público
a interaccionar con la obra y con una norma, la
de robar libros:
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 258
Fuente: https://universes.art/es/bienal-de-
lyon/2009/tour/la-sucriere/dora-garcia,
consultado el 02/07/2022
Figura 1: Dora García, Roba este libro, bienal
de Lyon
Si la propiedad es un robo o incluso un asesinato
(pues hacer esclavo al hombre es asesinarlo),
tal como manifestaba Proudhon (2010), robar
como norma, ¿no es al n y al cabo instaurarse
precisamente en lo que el sistema consumista nos
pide? Si robo el libro, hago lo que me dicen. Si no
lo hago, me estoy basando en otra normatividad,
pero también estoy haciendo lo que me dicen.
En palabras de Aznar y López (2019:119), a
quienes seguimos para la interpretación de las
obras aquí escogidas: “violo ocasionalmente
las reglas porque esto es también parte de las
reglas o, más bien, soy perfectamente consciente
de que las transgresiones no son en absoluto
transgresiones, sino sólo colorantes articiales
que enfatizan el carácter gris de la realidad.”.
No obstante, en muchas de estas transgresiones
se cuelan, de cuando en vez, notables procesos
de invención, imaginación y creatividad que,
aunque momentánea y supercialmente, agrietan
o desvelan las costuras de los grandes procesos
de dominación económica capitalista. Tal es el
caso, para el ejemplo español, de lo que en su día
supuso el movimiento Yomango, a medio camino
entre la subversión artístico-situacionista y la
resistencia simbólico-política. Parodiando a la
marca comercial Mango y enfatizando el juego de
palabras (yo mango equivale a yo robo), artistas
y activistas desaaban los derechos copyright
creando sus propios logos, moviéndose en los
límites del culture jamming y animando a la
reapropiación de lemas, objetos y modos de vida
enfatizados por las multinacionales a comienzos
del siglo XXI.
Analizando la película Matrix, Zizek (2013)
expone que la verdadera elección entre la pastilla
roja y la pastilla azul es también el poder elegir
ninguna pastilla. Por tanto, estamos ante unas
elecciones que se presentan al consumidor que
para nada son decisiones autónomas y libres ni
por supuesto actos de resistencia, sino que más
bien exponen un abanico de oportunidades ya
previamente denidas, las cuales son ajenas a la
voluntad de la persona que las va a seleccionar.
Al n y al cabo, “una ausencia de libertad
cómoda, suave, razonable y democrática, señal
de progreso técnico, prevalece en la sociedad
industrial avanzada”, tal como inicia Marcuse
(1987:18) su Hombre Unidimensional.
Al nal, la decisión pretendidamente autónoma y
personal, base de la moralidad, se disloca en una
elección pretendidamente libre, si bien acotada
en la lógica de haz lo uno o haz lo otro, pero haz
algo. Just do it, vamos, como la afamada marca
de deportivas inserta a modo de eslogan, como si
simplemente de eso se tratase, de hacerlo.
¿Pero qué es ese hacer? Pues el estar haciendo
algo siempre, en todo momento y lugar. La eterna
sensación de que debemos estar actualizados, en
la novedad, a la moda. Ese es el encanto de un
mundo cultural, el del consumo, que engloba
todo, que atrapa todo, que es como el agua de
Foucault al referirse al sistema capitalista. Es el
eterno deseo del que habla Zizek cuando expone
que no hay (no habría, más bien) nada peor para
el deseo que dejar de desear. Somos máquinas
deseantes y esquizo, dirán Deleuze y Guattari:
(…) el fetichismo de renovarse. No usar lo
que se necesita -cuando ni se sabe qué se
necesita-, pues sólo se necesita lo que se
puede comprar. Sólo en el mercado está la
diferencia, mientras tanto los ciudadanos
son iguales. (Anta 2017:61)
La pregunta eterna que aparece cuando
exponemos acerca del consumo es si las
necesidades son generadas por los individuos o
es el propio sistema (las estructuras, el capital,
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 259
el mercado…) el que las genera. Desde la
psicosociología tenemos a Maslow (1943),
quien, con Una teoría sobre la motivación
humana aporta una de las conceptualizaciones
más visitadas (y criticadas) en torno a las
necesidades.
El argumento gira en torno a que los seres
humanos tenemos una serie de necesidades
jerárquicas, organizadas grácamente en la
forma de una pirámide, que una vez se van
satisfaciendo las de más abajo se puede ir
caminando de manera ascendente hacia las
siguientes. Nuestra propuesta en lo que sigue
es utilizar dicha escalera de necesidades de
consumo y analizar algunas obras de arte
actuales que entendemos que precisamente
hacen una crítica a ellas; crítica ya realizada
desde otras instancias, como por ejemplo desde
Manfred Max Neef y Martin Hopenhayn en
el libro Desarrollo a escala humana (1994), y
también con Paul Ekins y Mayer Hillman (1992)
en Riquezas sin límites: desde el Atlas Gaia de la
economía verde.
Pero lo que queremos remarcar aquí, insistiendo
en que otro consumo es posible, es cómo
desde el campo artístico la crítica es más voraz,
más visual e incluso genera unas subjetividades
críticas frente a la alienación y a la mirada
distraída con la que Walter Benjamin acusaba al
arte. El n, por tanto, se relaciona con proponer
algunos ejemplos desde los que politizar el
arte y por tanto la vida, tomando el campo del
consumo como eje.
OTRA FORMA DE VER LAS
NECESIDADES
Comienza esta sección dando cuenta de una
de las obras clásicas del arte moderno, más
los planteamientos de Manzioni (1960) en los
sesenta, tal como se observa en la gura 2, donde
se comenzó a reexionar acerca de si todo lo que
hace un artista es arte o si existe una separación
entre obra y artista que haga reexionar al
público, el cual a su vez interpreta de manera
autónoma.
Fuente: https://ildiavolocompramaver.
wordpress.com/2015/02/21/piero-manzoni/.
Consultado 16/09/2021
Figura 2: Consumición del arte dinámica del
público: devorar el arte de Piero Manzioni
(1960)
Maslow (1943) coloca en la parte más baja de
la escalera y por tanto como necesidades a ser
cubiertas en primer lugar las que tienen que ver
con lo siológico: respiración, alimentación,
sexo. Observemos que en los 60 los accionistas
vieneses ya hablaron del desagrado de la
violencia e incluso realizaban performances
en las que literalmente se quedaban (y dejaban
al público sin respiración), como por ejemplo
en la Acción 6 de Rudolf Scwarzkogler, quien
encapsula y asxia su cuerpo.
Es también interesante conocer cómo el aliento
vital, el último soplo si se quiere, permite
reconocer y consumir un arte crítico con toda
violencia, como en la obra Aliento de Oscar
Muñoz (1996-2000), quien hace sentir la
pérdida de desaparecidos en las dictaduras
latinoamericanas impeliendo al espectador a
que sople en el espejo de su obra, momento en
el cual, por arte de magia, aparecen las caras de
algunos de esos desaparecidos.
Si además de respiración hablamos de sexo,
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 260
hay todo un recorrido, sobre todo desde artistas
feministas que en los años 60 precisamente
criticaron al sexo patriarcal, siendo la feminidad
un valor a ser protegido. Para ello elaboraron
obras y performances que hablan de la
agorafobia que sufren las mujeres, de la histeria
o de la domesticidad ultraconservadora. “El
vaciamiento de la subjetividad y de la capacidad
actuante de la mujer es una de las consecuencias
de esa exhibición de imágenes nutridas de
violencia simbólica” (Vicente 2010:33).
La obra Mujer-Casa de Bourgeois (1946-47) ya
fue un precedente en este sentido; y el Cine para
palpar y tocar de Valie Export (1968), donde la
artista semidesnuda y envuelta en una caja de
cartón invita a ser tocada a quien se atreviese,
exponiendo que sus pechos no son solo de ella
o de un solo hombre, sino de cualquiera que
estuviese dispuesto a pasar la frontera de esa
caja. “Lo personal es político”, famoso lema del
feminismo de segunda ola de los años sesenta
y setenta, cobra así una relevancia visual y
táctil como crítica a una forma de entender la
sexualidad que cosica a la mujer y la coloca
como mercancía de consumo.
Y llegamos a esa necesidad básica como es el
comer, en donde tenemos a Piero Manzioni y su
Devorar el arte (Figura 2). Este autor coloca al
espectador en la obra, aleja al arte del mercado
y lo inserta en la política. Presenta en una
galería, con carta de invitación incluida, a una
performance en donde el público colabora. Tras
hervir huevos y estampar su huella en ellos, los
entrega al público para que los coma. Es así
como se entra no solo en diálogo con el arte, sino
que también se critica el consumo de arte elitista
por cuanto todos los comensales son igualados
en el acto de ingesta. Con Manzioni tenemos una
de las preguntas referentes del mundo del arte
actual en torno a si todo lo que genera un artista
es arte (el mismo autor enlata sus heces y las
“publica” en otra obra), por cuanto los huevos,
antes de ser dados al público, fueron sellados con
la huella dactilar del artista. En cierto sentido, al
romper la cáscara, el comensal rompe el sello
que lo hace introducirse en un mundo del arte
que a continuación es engullido, produciendo un
acto de codigofagia público-actor a la vez que
iguala al público en la digestión: se nutre del arte
a la vez que se le obliga a rumiar una reexión
acerca de la performance.
No sucede lo mismo con una obra ya analizada
en otro contexto (Piñeiro y Lorenzo 2021), donde
exponíamos lo propuesto por Arantxa Araújo en
una performance donde se pasaba horas pelando
ajos y rábanos con el n de mostrar el consumo
ostentoso de las clases pudientes frente al trabajo
precario en restaurantes de migrantes:
Principios generadores de prácticas
distintas y distintivas, lo que come el
obrero y sobre todo su forma de comerlo,
el deporte que practica y su manera de
expresarlas dieren sistemáticamente
de lo que consume o de las actividades
correspondientes del empresario industrial;
pero también son esquemas clasicatorios,
principios de clasicación, principios de
visión y de división, aciones, diferentes.
Establecen divisiones entre lo que es bueno
y lo que es malo, entre lo que está bien y
lo que está mal, entre lo que es distinguido
y lo que es vulgar, etc., pero no son las
mismas diferencias para unos y otros.
De este modo, por ejemplo, el mismo
comportamiento o el mismo bien puede
parecerle distinguido a uno, pretencioso
u ostentoso a otros, vulgar a un tercero.
(Bourdieu 1997:20)
Como podemos observar, la satisfacción de
necesidades básicas desde el campo del arte
muestra una crítica a lo ostentoso del consumo,
incluso en acciones básicas como comer o
respirar; a la vez que permite al espectador
reexionar acerca de las condiciones de vida (y
de muerte) que la sociedad posfordista arroja.
Y avanzando en la escalera de Maslow tenemos
que la segunda de las necesidades a cubrir será
la de seguridad. Los tiempos en los que Maslow
escribía, previos a la aparición de un Estado de
Bienestar (o estado paternalista o providencia)
quedan ya lejos. Y uno de los elementos que más
ha estado en juego en la aparición de la crisis de
dicho estado y del auge del sistema neoliberal
es precisamente el campo de la securitización.
También en la misma obra antes reseñada
(Piñeiro y Lorenzo 2021) nos hacíamos eco
acerca de las desigualdades Norte-Sur, en el
análisis de una obra de José Palazón en donde el
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 261
artista tomaba una fotografía en la que a un lado
de una valla militarizada aparecían migrantes
que querían llegar a Europa y del otro lado
golstas disfrutando de unos momentos de ocio
y esparcimiento en su club privado. Y es que
la seguridad tiene que ver entre otros factores
con una situación estable dentro del campo de
la producción; pero también, cada vez más, con
cómo nos insertamos en el campo del consumo.
Al ser ciudadanos, en cierto sentido también
somos consumidores de lo público (sanidad,
educación, servicios sociales), pero también
somos clientes que de algún modo ven aumentar
su poder directivo a base de reseñas, likes,
valoraciones, hojas de reclamaciones, etc. Por
ello, es clave entender el momento de crisis que
el Estado de Bienestar atraviesa, no solo por
ausencia de recursos, precariedad y repliegue
sobre lógicas neoliberales; sino también por una
crisis de legitimidad institucional y política.
El aumento de precarios, nómadas, refugiados,
outsiders, parias, subalternos y desechos
humanos (Bauman 2005), va en la lógica de
entender que esos elementos de seguridad que
Maslow colocaba (física, empleo, recursos,
familia) están también atravesando una crisis.
Pero es que además todo ello se agudiza por
una racionalidad neoliberal que coloca a los
ciudadanos, a decir de Zubo (2020) en la
lógica de ser simples algoritmos a dispensas
de convertirse en excedentes conductuales para
las grandes empresas de uso y almacenamiento
de datos. Algo similar a lo que Lins Ribeiro
denomina economía de la carnada: “al proceso
de intercambio entre el regalo, o sea el servicio
que Google suministra, y lo que le cedemos
de nuestra información más personal” (cit. en
García Canclini 2021:81).
Por poner un ejemplo de estas inseguridades
(Figura 3), Jesús Rodríguez (2001) expone
Inmigrantes en el Encuentro Entremundos.
Fuente: https://www.pinterest.es/
pin/624170829585092385/, consultado el
9/11/2021
Figura 3: Jesús Rodríguez, Inmigrantes, La
Rábida, 2001
Las categorías expuestas por Mezzadra (2005)
en Derecho de fuga son puestas aquí en cuanto
a qué le acontece a ese migrante precario, que
vive en la incertidumbre, inseguro, sin un lugar
sólido al que aferrarse. El autor coloca ramos de
ores dando la bienvenida a orillas de la playa;
pero también como señal de luto por ese campo
de concentración que es el Mediterráneo, donde
llegan pateras, y donde también hay naufragios,
dolor, desesperación y muerte. Donde, en n,
si hay seguridad es la que interponen agencias
como Frontex o Sive, por cuanto la seguridad de
los migrantes es cada día puesta en entredicho. El
artista anticipa la tragedia a la vez que homenajea
a los migrantes pasados y a los futuros.
La búsqueda de empleo y de recursos, el
reagrupar lazos familiares o tan siquiera una
seguridad física que permita salir de zonas
de guerra o de violencia no es cumplida hacia
personas que buscan asilo, refugio o un futuro
mejor para ellos o para sus hijos. Es así que esta
obra o la expuesta por Arthur Barrio en Bultos
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 262
sangrientos, quien critica la dictadura brasileña
colocando en la ciudad y a orillas de ríos trajes,
sangre, papeles, tinta, periódicos viejos, huesos,
sirven para mostrar la época de incertidumbre, la
vulnerabilidad humana de unas vidas precarias
(Butler 2006) y el reconocer cómo el arte en este
caso provoca una grieta en la supuesta tranquilidad
y certeza de las sociedades occidentales. Habla
en este sentido Homi Bhabha acerca del ver/ser
visto, conceptualizando lo que denomina una
pulsión escópica en la cual la mirada es objeto
del deseo, congurando al sujeto colonial (o
al migrante de la obra de Jesús Rodríguez o a
cualquier migrante o refugiado) como un “efecto
de poder que es productivo (disciplinario y
‘placentero’)” (Bhabha 2007:101, sus comillas).
Tenemos, por tanto en la obra analizada una
performance en donde la crítica al consumo
no se centra en la generación de necesidades
articiales o en el fetichismo de las mercancías,
sino el ver cuerpos humanos y sus situaciones de
discriminación y desprotección como engranajes
de un capitalismo que solicita mano de obra a
la vez que subalterniza e invisibiliza las vidas y
las muertes de millones de personas, muchas de
las cuales llegan a las costas de la denominada
Europa fortaleza para ser fuerza al servicio del
capital. La metáfora del ramo colocado en la,
cual cadena de montaje, en un suelo arenoso
e inestable contra un paisaje que evoca la otra
orilla es, por tanto, también vista desde nuestro
punto de vista de un objeto de deseo como el
sueño europeo de una vida mejor.
AUTORREALIZACIÓN,
SATISFACCIÓN Y
RECONOCIMIENTO HACIA EL
CONSUMO
Las tres siguientes necesidades expuestas
por Maslow (aliación, reconocimiento,
autorrealización), teóricos posteriores las han
visto como necesidades postmateriales (Inglehart
1991), al punto de armar que muchas personas
preeren primero satisfacer estas que algunas
de las primeras. Aspectos como la amistad, la
búsqueda de respeto y éxito, o la creatividad
y el saber aceptar los problemas estarían entre
las principales búsquedas dentro de estas
necesidades.
La economía crítica estadounidense, que
bien podríamos colocar en la lógica de este
postmodernismo o al menos que incide en el
análisis del mismo, expone de la misma manera
que corrientes marxistas que el consumidor es
una persona alienada. Pero además se centra en
reconocer el papel que la publicidad y los medios
de comunicación tienen hoy día para hacer del
consumo el territorio completo de lo social.
Mediante promover el gasto continuo, el
consumo campa a sus anchas y es así que el
productor ya no solo genera bienes, servicios y
mercancías, sino que elabora deseos (Baudrillard
2014). La publicidad de Coca-Cola es un claro
ejemplo de ello, pues habla de la diversión,
felicidad y experiencias que se destapan al abrir
una botella. Y que de manera contestataria es
utilizada por Cildo Meireles (1970) en Inserción
en circuitos ideológicos. Proyecto Coca-Cola,
cuando coloca la frase: Yankees go home en la
botella del afamado refresco.
Como decíamos al inicio, la crítica contracultural
de los 60 también situaba las proclamas
antibelicistas, sobre todo ante la guerra de
Vietnam, en el frontispicio de sus críticas.
El mismo Forrest Gump, al visitar la Casa
Blanca y ser atendido por el presidente John F.
Kennedy, le contesta que se hace “pipí” cuando
este le pregunta qué se siente al estar en tan
alta institución, en lo que se puede interpretar
también como una crítica inocente, ridiculista y
burlona al establishment (motivada, insistimos,
por beber demasiados refrescos, que aun por
encima -a decir de Forrest- eran gratis).
Asimismo, el artista Antonio Caro (1997)
elaboró en una exposición el nombre de su país,
Colombia, escrito con el logotipo de la Cocacola,
en una clara alusión no solo a la cocaína sino a
las íntimas relaciones internacionales de amistad
entre USA y el país cafetalero.
En general, podemos observar que los efectos de
la globalización no se sienten por igual en todas
las partes del mundo, y que incluso un supuesto
homogeneizador cultural como puede ser el
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 263
aclamado refresco es reinterpretado de maneras
diferentes en lugares distintos, a manera de
contracrítica (Warnier 2002). La Coca-Cola es
la cosa maligna que los dioses enviaron desde el
cielo en la película Los dioses deben estar locos,
y por tanto es un artefacto que debe ser apartado
del poblado.
Pero bebidas energéticas aparte, lo que algo
da energía al mundo actual del consumo es la
industria militar y el aparato farmacológico.
Según Beatriz Preciado (2008) vivimos en un
capitalismo farmacopornográco en donde,
entre otros aspectos, hay más inversión para el
viagra que para la lucha contra el cáncer. Una
seguridad con enormes inversiones de gasto tanto
a nivel micro (puertas de seguridad, cámaras
de vigilancia, cerrojos) como a nivel macro
(guerras preventivas, externalización de las
fronteras). Somos en este sentido consumidoras
de los miedos e incertidumbres y de los atajos
que se nos venden para paliarlos. Y para que ello
sea eciente surge la gura de unas autoridades
que cual mesías se deben hacer cargo. En este
sentido, es interesante lo expuesto por Santiago
Sierra (2012) en las céntricas calles de Madrid,
tal como observamos en la gura 4:
Fuente: https://proyector.info/prole/los-
encargados/, consultado el 9/11/2021
Figura 4: Santiago Sierra y Jorge Galindo,
Los encargados, Gran Vía de Madrid. Enlace
a video: https://youtu.be/QllF0mwJe_I,
consultado el 9/07/2022
Colocados al son de la varsoviana en una de las
calles principales de la capital de España, Santiago
Sierra utiliza carteles de diferentes presidentes
de la democracia española encabezados por el
dictador Francisco Franco. La pregunta que
surge al espectador (al transeúnte, al paseante,
al turista, al vagabundo, al comerciante… pues
al nal todo ciudadano que pase por la Gran
Vía verá la exposición) es de qué se encargan y
de quién se encargan. No deja de ser necesario
reclamar que al ser ciudadanos somos, también,
consumidores-clientes de una democracia a la
que en ocasiones es difícil solicitar cuentas:
Muchas preguntas propias de los ciudadanos
-a dónde pertenezco y qué derechos me da,
cómo puedo informarme, quién representa
mis intereses- se contestan más en el
consumo privado de bienes y de los medios
masivos que en las reglas abstractas de la
democracia o en la participación colectiva
en espacios públicos. (García Canclini
2021:85).
Y es por ello que algunas de las proclamas de
diversas marchas y movilizaciones (Seattle,
antiglobalización, Occupy Wall Street, zapatismo,
indignados, contracumbres G8 o G20, Primaveras
árabes…) reclaman otro mundo posible que pasa
por desmontar las caretas (ponerlas boca abajo,
en la performance de Sierra) de una democracia
que ya no representa y ante la que la ciudadanía
no puede ni tan siquiera elegir, por cuanto sus
autoridades, derechos y libertades se ven cada
vez más lejanos de los verdaderos problemas
(Diz 2016).
El hecho de agrietar el capitalismo pasa también
por criticar las formas de democracia en las que
este se inserta, donde el mundo del consumo
deviene eje vertebral, por cuanto las múltiples
elecciones que plantea desde el mercado pueden
tener un correlato de participación efectiva para
el sistema democrático, cuando realmente no
hablamos de los mismos campos. El transeúnte
y el âneur conceptualizados por Benjamin
(2005) como guras centrales de la modernidad
son puestas en entredicho en esta obra, donde
los viandantes de las calles de Madrid no pueden
desarrollar una mirada distraída. Incluso la música
escogida, himno socialista y revolucionario,
generan un simbolismo que afecta el paseo por
las céntricas calles. Esto genera una paradoja:
cántico revolucionario-guras autoritarias, lo
cual desde nuestro punto de vista puede ir hacia
la inconsistencia del mundo del consumo que el
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 264
arte critica: necesidades no creadas son cubiertas
por medios no autogestionados pero disfrazados
de libertad y autonomía del mundo del consumo,
máxima del ordoliberalismo alemán que coloca
al ciudadano-consumidor como un igual que
tiene para con sus conciudadanos un consenso
basado precisamente en la libertad de consumo
(Laval y Dardot 2015:115).
Es más, el campo de la múltiple elección del
consumo ensombrece cuando no invisibiliza las
verdaderas demandas ciudadanas y confunde
nivel de consumo con calidad de vida. Baudrillard
(2014) propone que el consumo es la modalidad
característica de nuestra sociedad, que tiene que
ver no tanto con consumidores individuales sino
con el sistema en su conjunto. Incluso denuncia
el carácter ideológico del concepto de necesidad,
sustituido por el consumo de signos culturales
(un IPhone, una vivienda en el centro, un viaje
exótico, las fotos que enviamos a redes sobre lo
que comemos…).
Ya en los albores de la modernidad, la primera
burbuja y consiguiente crisis se dio por el precio
elevado en el mercado de futuros al que llegaron
los tulipanes, verdadero símbolo de distinción
primero en las cortes y después en diferentes
estratos del entramado social hacia el siglo XVI.
Y es que, como dice Baudrillard, el objeto de
consumo adquiere sentido en su diferencia y
jerarquía con respecto a los demás.
En otras palabras, con Appadurai (1986), las
cosas tienen un sentido social y las relaciones
(y sentidos y signicados) de los seres humanos
con los objetos son claves para comprender
el momento actual en el que vivimos; hasta el
punto, dirá Baudrillard, que vivimos en la época
del simulacro: una copia de un original que no
existe. La meta del consumo, dirá, es producirse
y reproducirse a uno mismo mediante avatares,
identidades de videojuegos, personalidades
difusas en redes sociales, anonimato o
cualesquiera otras formas tomemos dentro de la
realidad social.
Pero es interesante recordar lo expuesto por Paz
Moreno Feliú (2012), según la cual la revolución
del consumo fue anterior incluso a la revolución
industrial. Hacia el 1700 aparecen ya nuevos
productos que se van extendiendo por todo el
mundo, como el caso paradigmático del azúcar
analizado por Mintz (1996).
Además, se fue asociando a otros productos (té,
café) y hoy día es un bien considerado de primera
necesidad a pesar de los estragos que contribuye
a provocar en forma de diabetes, obesidad y
otras enfermedades coronarias y circulatorias.
En la misma época de la proliferación del
azúcar tenemos la acumulación de muebles y
enseres, así como los tulipanes antedichos. Por
centrarnos en los muebles, observemos que ni
tan siquiera se pueden acoger a formar parte de
las necesidades básicas propuestas por Maslow.
CONCLUSIONES
Zizek (2012) utiliza la gura del autista para
exponer cómo estamos alejados de toda realidad,
a la vez que estamos descomprometidos con
el resto de lo social. Clases acomodadas que
acuden a subastas de cuadros para su obtención,
diseñadores prestigiosos o grandes almacenes
forman parte de un entramado donde los
niveles de distinción analizados por Bourdieu
se difuminan en una constante movilidad
ascendente y descendente, en la que páginas
como Wallapop no hacen sino entrar a formar
parte del campo. Es el deseo del coleccionista
en estado puro, personaje que nunca tiene un n,
pues el n mismo de su vida es no concluir la
colección, lo cual es clave como exacerbación
del deseo. Incluso el propio protagonista (¿cuál
de los dos?, podríamos decir) de El Club de la
pelea (Fight Club) reconocía estar enganchado
a cambiar de colecciones de muebles de Ikea
para tratar de vencer el insomnio, algo que fue
después vencido gracias a acudir a grupos de
autoayuda y ver gente que lo estaba pasando peor
que él. Realmente a lo que estaba enganchado
el protagonista (Edward Norton) era a su alter
ego (Bradd Pit), deseando la vida de otro para
enajenarse de la propia.
A continuación, su consumo se fue hacia su
Eleder Piñeiro Aguiar - Carlos Diz
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 265
propio cuerpo, en esos clubes cuya primera
norma es que no se puede hablar de ellos.
Tenemos el arquetipo de consumidor moderno
en esta evolución: cosas, relaciones, el propio
cuerpo. La propia Beatriz Preciado (2008) en
Testo Yonki narra cómo se fue convirtiendo en
una adicta a la testosterona en el proceso de
su cambio de género, lo que refuerza la teoría
inicial de la somatización (en el sentido del soma
de Huxley (2000), pero también en el sentido de
enfermedad cultural) del sistema consumista
actual. En este sentido los cuerpos híbridos y
tecnológicos son también conceptualizados
artísticamente, como por ejemplo en lo expuesto
en la gura 5:
Fuente: https://www.lagran.eu/marina-nunez-
obra, consultado el 9/11/2021
Figura 5: Marina Núñez, Especie (2019)
Cosas, relaciones y humanos pasados por las
tecnologías del consumo. Somos híbridos,
mutantes, zombis del consumo que critican las
categorías de lo humano para llevarlo a límites
donde lo posthumano ha llegado para quedarse,
tal como expone Marina Núñez (Figura 5).
Nacemos en incubadoras, vivimos pegados a
pantallas y morimos llenos de stents, cables y
toda sosticación tecnológica.
El discurso de Morpheo según el cual “somos
pilas, no nacemos, sino que nos cultivan”,
de Matrix, se queda corto en este mundo de
lo hiperreal, lo acelerado, lo esquizo y lo
maquínico. Las cápsulas de Matrix donde las
incubadoras son verdaderos campos de cultivo
para el excedente humano puesto a disposición
de lo maquínico asemeja a la obra de la artista,
en donde lo rizomático deleuziano rompe
fronteras y moldes queriéndose, parece, salir de
los encapsulamientos propios del capitalismo.
Somos ese Devenir-Cyborg del que hablaba
Haraway (2014), pero transitados por las vidas
precarias y vulnerables expuestas por Butler
(2006), en un mundo en el que Bauman (2005)
dirá que los pobres han pasado de ser mano
de obra del ejército de reserva a consumidores
expulsados del mercado. El sueño de Marx
de generar un hombre nuevo autorrealizado
mediante la no desconexión vida-trabajo se ve
vuelto pesadilla por cuanto el consumo
Presenta un abanico de elecciones
cuya mera enumeración nos muestra la
fragmentación y contradicción con que lo
envuelve la ideología de la globalización:
una nueva forma de transitar por los
distintos estilos culturales; una aparente
diversicación interna según las categorías
de género y edad; una homogeneidad
“igualitaria” como ocurre en el consumo
de los refrescos de cola o las hamburguesas
“asequibles” para todo el mundo, y un
marcador de fronteras de clase a través de
las categorías de la distinción. (Moreno
2012:263-264)
Finalicemos con algunas de esas distinciones,
reconociendo de nuevo a Bourdieu (1991) el
haber teorizado toda una propuesta sobre la
desigualdad y las asimetrías en los campos del
gusto y del consumo, sin olvidar el poder que
las marcas han cobrado en los últimos tiempos,
tal como analiza Naomi Klein (2001). Por su
parte, García Canclini expone en su más reciente
publicación (2021) que lo que había escrito hace
25 años (García Canclini 1995), a saber, que
el consumo sirve para pensar, hoy es difícil de
sostener. Mediante el consumo, a su entender,
Las divisiones entre quienes consumen de
un modo u otro disminuyen la ilusión de
la igualdad de derechos de los ciudadanos,
denido en términos universales y
establecidos jurídicamente. Descubrimos
AGRIETAR EL CONSUMISMO DESDE EL ARTE. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS MASAS EN EL CONSUMO
Número 19 / ABRIL, 2023 (19-37) 266
que nos dividen los barrios en que habitamos
y el uso de transporte colectivo individual,
el color de la piel, la ropa y los dispositivos
tecnológicos de distintas generaciones.
Emergen nuevas demandas por derechos a
consumir que surgen a partir de identidades
étnicas, de género, de edad y de acceso a
recursos comunicacionales avanzados.
Suele defenderse, más que la igualdad de
todos, el derecho a ser diferentes. (García
Canclini 2021:85-86)
Es precisamente debido al consumo como se
categoriza el lugar en el que se está en la brecha
digital, el optar a bienes y servicios básicos,
la pobreza energética, el copago farmacéutico
o las posibilidades que unas personas u otras
tienen de viajar de manera más o menos lujosa,
o de estar en la imposibilidad de moverse
de sus zonas debido a la pobreza extrema o a
condiciones de violencia o de crisis estructural.
“Cada vez menos es el consumidor el que va
hacia el producto o accede a él; el producto va
hacia el consumidor, se instala en su existencia”
(García Canclini 2021:88). Bienvenidos al
desierto de lo real, le diría Morpheo a Neo en
Matrix. ¡Sobrevivir!, ¡Luchar! y ¡Liberar! eran
los capítulos que componían la obra Roba este
libro, escrita por Abbie Homan al poco tiempo
del juicio de Chicago. Crear una radio libre,
plantar marihuana, robarle al imperio yanqui,
hacer fraudes o vivir en una comuna hippie son
algunos de sus consejos para resistir y combatir
al sistema. Unos cuantos años después, en su
nota de suicidio, escribiría: “Es demasiado tarde.
No podemos ganar. Se han hecho demasiado
poderosos” (Soler, 2012). Corría el año 1989…
DECLARACIÓN DE CONFLICTOS DE
INTERESES: Los autores declaran no tener
conictos de interés.
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