APRENDA A SER MACHO:
LA LECTURA DRAMATIZADA COMO HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE SOBRE LAS MASCULINIDADES EN LAS AULAS
Número 17 / AGOSTO, 2022 (57-69) 64
pero él no entiende. (Conversatorio 2017)
Por otra parte, las estudiantes se quejaron de
que muchos docentes no les permiten llevar a
sus pequeños hijos a clases, razón por la cual
preeren faltar. Esto afecta a su rendimiento
académico y les genera dicultades y desventajas
impensables desde la mirada y comodidad
masculinas.
Las estudiantes desmiticaron el prejuicio
sexista y racista de que la mujer esmeraldeña es
caliente y sexualmente insaciable. Explicaron
que el embarazo adolescente tiene que ver con
dos fenómenos que se revisan más adelante: los
rituales del amor romántico, esto es, el pedido
de parte de los varones de mantener relaciones
sexuales sin anticonceptivos como una prueba de
amor; y, por otra, la falta de recursos económicos
para obtener anticonceptivos.
En un segundo momento, la lectura dramatizada
aborda la construcción que los padres hacen de
la masculinidad de su hijo. “Desde que nace
se le está enseñando, a través del gesto, la voz,
la elección de los juguetes y de la ropa, a qué
sexo pertenece” (Badinter 1993:76). Estas
enseñanzas no divorcian el sexo del género.
“La masculinidad sólo se obtiene luego de un
recorrido, tan largo y doloroso como prolongada
haya sido la simbiosis madre/hijo” (Badinter
1993:130).
Los jóvenes esmeraldeños contaron que para
ser reconocidos como varones deben reunir
características como la fuerza, el orden y la
obediencia a las leyes del Estado patriarcal. Esta
formación del varón se cristaliza en el sistema
educativo, el cual se apoya en la narración
ocial de la historia, llena de héroes, hombres
todos, y hazañas insuadas de valentía. Este
pasaje de la lectura dramatizada sensibilizó a los
estudiantes, quienes mencionaron la necesidad
de tener alternativas para ser reconocidos como
hombres, y que no solo sean reconocidos a partir
de la ejecución de rituales violentos.
Uno de estos episodios ineludibles en la vida de
los jóvenes es cumplir con el ritual de la pelea a
puños. Los estudiantes reconocieron que a este
momento se lo considera necesario para formar
el carácter de un hombre fuerte y que sabe
defenderse. Mencionaron que es avalado en el
círculo familiar, especialmente por el padre, e
incluso por las autoridades educativas. También
mencionaron que de esta práctica se desprenden
los valores del triunfo y el éxito, y de la misma
manera se establecen los anti-valores de la
derrota y el fracaso.
En esta parte se reexiona sobre si el modelo
hegemónico de masculinidad es amigable en una
cultura que demanda cambios. Los hombres que
escucharon el monólogo reconocieron la presión
que signica tener que visibilizarse como
masculino en estos rituales violentos en los que se
disputa el reconocimiento de valentía y hombría,
correspondiente a un modelo hegemónico.
La segunda parte de la lectura empieza con
la adolescencia. Un “elemento común a toda
pedagogía de la virilidad es la necesidad de
pruebas. La masculinidad se logra al cabo de un
combate (contra uno mismo) que con frecuencia
implica dolor físico o psíquico” (Badinter
1993:122). Se destaca aquí cómo el adolescente
ecuatoriano está obligado a demostrar que es un
hombre mediante el ligue, la conquista o el acto
del beso robado, que hoy es sancionado como
abuso según la Ley Orgánica de Prevención y
Erradicación de la Violencia Contra la Mujer
(2018). Vale mencionar que este ritual debe
tener el carácter de heterosexual, para no ser
socialmente sancionado.
En esta parte se describen típicas pruebas a las
cuales acuden los adolescentes para acercarse
a las jóvenes, en este caso, desde la torpeza
y el desconocimiento. Antes de la lectura, el
estudiantado vargastorrino admitió no conocer de
la posibilidad de entablar relaciones equitativas
y desprovistas de poder. Esta mirada masculina
no escatima en ejercer violencia sobre la mujer,
un “unánime orden heterosexual asimétrico en el
que ser hombre implicaba dominar mujeres, pues
quien no lo demostraba era tachado de maricón,
afeminado, poco hombre” (Calvo 2006:48).
La crítica que se realiza a estos rituales, a
través del humor, fue nuevamente aprovechada
por las compañeras, en esta ocasión para decir
que necesitan de hombres menos agresivos,
especialmente en el espacio público (calles