Zakaria Marchoud
CHAKIÑAN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades / ISSN 2550 - 6722 229
Este pasaje marca un desvío, pues indica la
desaparición de Averroes y la aparición del
narrador. “El fracaso de Averroes se reeja
en el del narrador porque la desaparición de
Averroes antes de ser visto en el espejo signica
la incapacidad de la imaginación del narrador”
(Kamel, 2006, p. 5). Mirando en el espejo
termina ya la historia de Averroes y empieza
otra, la del narrador, la de Borges que se interere
en el cuento con una subjetividad fascinante:
“En la historia anterior quise narrar el proceso
de una derrota” (Borges, 1989, p. 587). Por
derrota se entiende a la incapacidad de Averroes
de interpretar a Aristóteles, y la confusión de
Borges al intentar comprender a Averroes, quien
desaparece del espejo antes de ser visto por el
narrador Borges. El espejo transmite la imagen
del desdoblamiento que se personica en el
dilema de Averroes y el de Borges.
Otra imagen símbolo consiste en la escena de
los niños semidesnudos, jugando en el patio
de tierra. Mientras Averroes sumergido en la
escritura del undécimo capítulo de su Obra miró
por la ventana hacia abajo y reparó la siguiente
escena:
Uno, de pie en los hombros de otro,
hacia notoriamente de almuédano; bien
cerrados los ojos, salmodiaba No hay
otro dios que el Dios. El que lo sostenía
inmóvil hacía de alminar; otro, abyecto
en el polvo y arrodillado, de congregación
de los eles. El juego duró poco: todos
querían ser el almuédano, nadie la
congregación o la torre. Averroes los oyó
disputar en dialecto grosero. (Borges,
1989, p. 583)
Aquí se inserta la escena de un juego de niños
convertido en disputa ante los ojos de Averroes.
La pieza simboliza Al-Ándalus y el dilema de
sus hombres que protagonizan una guerra civil
sin precedentes. Como a los niños que solo
querían hacer de almuédano y no aceptaban el
rol de ser arrodillados y abyectos en el polvo,
se simboliza a los hombres de Córdoba que solo
querían gobernar y rechazaban ser gobernados.
Borges, en pocas palabras, resume el mal del
que sufría Córdoba. Al mismo tiempo, pone a
Averroes en ridículo consigo mismo: aun viendo
una escena teatral que pasaba ante sus propios
ojos, era incapaz de deducir el signicado de la
palabra “teatro”.
La siguiente imagen símbolo evidencia el
fanatismo y la sinrazón de algunas personalidades
pertenecientes a la élite andalusí. Farach, uno de
los hombres con más prestigio de la sociedad
cordobesa, y en cuya casa se reúnen los sabios
para debatir asuntos intelectuales, pretendía la
existencia de una variedad de rosa perpetua en
los jardines de Indostán, cuyos pétalos rojos
presentan caracteres a modo de: No hay otro dios
que el Dios, Muhammad [Mahoma] es el apostal
de Dios. Ante el asombro de los demás -no
por el milagro en sí, sino por sus indagaciones
exageradas- procuraron evitar comentarios,
pues nadie quería meterse contra Farach y sus
propósitos religiosos.
De la misma manera, y pese a las limitaciones
del sabio andalusí, el texto de Aristóteles se
enaltece con las interpretaciones de Averroes.
Por su parte, Borges se siente derrotado en su
búsqueda de Averroes y benecia a la obra del
erudito con sus comentarios. “Borges crée, par
le biais de l’apocryphe, un univers de possibles
innis, indénis et même illimités” (Fathi, 2020,
p. 52). Cada escrito, por más antiguo que sea,
adquiere su valor no solo por las condiciones
de producción, sino por las circunstancias de
recepción. El texto, al ser sometido a innitas
interpretaciones, se degenera, pero adquiere un
nuevo signicado que lo enriquece. Averroes
recurre a varios diccionarios y enciclopedias
de grandes ulemas en vano. En n, la cultura
de recepción no era favorable para cultivar
los términos de “teatro” y “drama” arraigados
en la civilización griega. A lo mejor la escena
nunca habría sido real, pero Borges presenta
este acto como realidad histórica. Para entender
el planteamiento se cita al profesor de la
Universidad de Texas, Ruiz-Pérez (2012):
Tal planteamiento aparece a menudo en
sus relatos, que bien podrían verse como
un solo texto que reúne las obsesiones
temáticas del autor: el eterno retorno, la
memoria, el doble, la vida como sueño,
el cuestionario de la verdad y el asalto de
la cción a la realidad. (p. 629)