Aceptado para publicación:
10-agosto-2017
Recibido para revisión:
16-abril-2017
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
59
EL DISCURSO DE MANIPULACIÓN BURGUÉS A PARTIR DEL
ANÁLISIS DEL ORDEN SOCIAL EN LAS OBRAS “LA REGENTA”
DE LEOPOLDO ALAS Y “ENTRE NARANJOS” DE BLASCO IBÁÑEZ
THE DISCOURSE OF BOURGEOIS MANIPULATION BASED ON THEANALYSIS OF
THE SOCIAL ORDER IN THE NOVELS "LA REGENTA" OF
LEOPOLDO ALAS AND “ENTRE NARANJOS” OF BLASCO IBAÑEZ
ABSTRACT
RESUMEN
Este trabajo se propone señalar la forma en que los procesos de manipulación están presentes
en las obras “La Regenta” de Leopoldo Alas y “Entre Naranjos” de Blasco Ibáñez. Se detalla la
forma en que en estas dos novelas hay un orden social pensado en la integración de todos como
iguales y la forma utilizada por la burguesía para construir una plusvalía, no sólo económica,
sino simbólica y cultural. El presente artículo hurga en la manipulación presente también desde
las figuras de los narradores, además a lo largo del texto se fundamenta cómo la desintegración
está vista, para el orden del siglo XIX, como algo negativo y cómo desde un orden socialmente
establecido y perfectamente identificado hay figuras claves que cortan los procesos de diferen-
ciación.
Palabras clave: burguesía; integración; manipulación; orden social; procesos de diferencia-
ción.
This work intends to point out the way the handling processes are present in the novels "La
Regenta" of Leopoldo Alas and "Entre Naranjos" of Blasco Ibáñez. Details the way in which
these two novels there is a social order thought the integration of everyone as equals and the
way in which the bourgeoisie has built a surplus value, which is not only economic, but symbo-
lic and cultural appreciation. This article delves into this manipulation also from the figures of
the narrators. In addition, throughout the text it delves into how the breakup is view for the
order of the 19th century as something negative and how from a socially established order and
perfectly identified there are key figures in cutting processes of differentiation.
Keywords: Social order; bourgeoisie; handling; integration; differentiation processes.
Jeovanny Moisés Benavides Bailón
Universidad Técnica de Manabí, Ecuador
jeovanny14@gmail.com
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
60
INTRODUCCIÓN
METODOLOGÍA
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Refiriéndose a las burguesías parisinas del
siglo XX, Bourdieu (1983) aseguraba que
quien rompe el discurso monolítico va a ser
castigado, porque su error está justamente en
conocerse a sí mismo y no reconocerse
como parte integrante del grupo. En este
contexto, analizar el binomio de la relación
integración y desintegración es clave para
entender el mecanismo interno del funciona-
miento de las novelas “La Regenta” de
Leopoldo Alas y “Entre Naranjos” de Vicen-
te Blasco Ibáñez.
El criterio bourdiano es pertinente referirlo
porque en las obras analizadas existe un
proceso de identificación que tiene relación
con el binomio integración / desintegración.
En “La Regenta” es la misma Ana Ozores,
porque en ella prima la singularidad, el verse
distinta, que luego lo muta en una tragedia.
En el caso de “Entre Naranjos” este proceso
es posible apreciarlo en Rafael Brull, el
personaje principal, que pasa por una etapa
de desintegración de entrada. Rafael lleva el
nombre de un pintor del renacimiento y su
familia espera que se realice como abogado
ejerciendo el cacicazgo y que acumule más
dinero casándose con la joven apropiada. El
tema está en el interior de ambos: Ana y
Rafael, y sus conflictos amorosos. Ana no
sabe qué es lo que quiere cuando aparece
una figura tan voluptuosa como la de Álvaro
Mesía. En cambio Rafael encontró donde
poner su deseo y lo hará en la figura de Leo-
nora, su amada.
Uno de los abordajes para emprender una
investigación en ciencias sociales es el análi-
sis cualitativo. Se trata de aplicar un proceso
dinámico, que pone énfasis en el sentido del
texto y uno de sus propósitos es describir un
fenómeno lingüístico. Según Vasilachis
(2006), este enfoque metodológico se carac-
teriza por su rigor y por su flexibilidad, por
su sistematicidad y por su creatividad, por su
seriedad y reflexividad. A partir de esta pers-
pectiva, se realiza un acercamiento al carác-
ter subjetivo y a las particularidades de las
obras de Leopoldo Alas y Blasco Ibáñez.
En este sentido, el trabajo investigativo
realizado se fundamentó en una metodología
que según Rossman y Rallis (1998), empieza
con la recogida de datos y termina cuando se
redacta el estudio, es decir que aún en la
escritura el investigador puede continuar
analizando datos. En consecuencia, el estu-
dio se basó en el análisis cualitativo de las
partes más significativas del texto, que a
criterio del autor, constituyen referentes para
indagar en el binomio integración / desinte-
gración, presente en las novelas españolas
consideradas. A partir de este análisis cuali-
tativo también se exploró la caracterización
de los narradores de estas obras.
A criterio de Creswell (1998), el análisis
cualitativo es un proceso interpretativo de
indagación basado en la construcción de una
imagen compleja y holística por parte del
investigador. Este enfoque no indaga en la
repetición o en la frecuencia de aparición de
ciertos aspectos, sino que busca la presencia,
el significado y el valor de los temas que
surgen. Es, precisamente, lo que se ha
pretendido esbozar con el estudio de aspec-
tos como el orden social, presente en las
obras “La Regenta” y “Entre Naranjos”.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
61
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
62
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
63
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
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REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
65
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
Ser distinto es ir hacia el camino de la
exclusión
En las obras analizadas hay un centro consti-
tutivo, ¿qué sucede cuando uno se comienza
a apartar y a construirse como ser distinto?,
pues inevitablemente se produce la fragmen-
tación del centro y esto le pasa a los respecti-
vos protagonistas de las novelas referidas.
Ni Ana Ozores en “La Regenta”, ni Rafael
Brull en “Entre Naranjos” se sienten cómo-
dos con sus iguales y buscan su propio
camino que los vuelve distintos, pero al
mismo tiempo en esa búsqueda se excluyen
de sus grupos sociales.
Con las crisis de Ana, es decir, con sus tenta-
ciones en la soledad, comprueba que le teme
a la desintegración; en comparación a ella,
Leonora, la amante de Rafael, es distinta.
Leonora cumple el rol perfecto que el orden
burgués tiene en la cabeza, en cierta manera
el grupo limita y permite no crecer; por su
parte, Rafael se funde en la naturaleza, está
predispuesto a encontrarla.
Otros personajes explican este criterio, por
ejemplo, en “La Regenta”, el Magistral pone
sus garras sobre todo lo que se le acerca y le
interesa, le gusta saber la vida de los otros y
hay en él un lado lascivo, pese a su condi-
ción de religioso, su trayectoria ayuda a
entenderlo más: él fue un pastor de cabras y
se esforzó en culminar sus estudios.
Esto le da al Magistral una tremenda volun-
tad, si no hubiera sido por esta cualidad, no
hubiera llegado donde está, sin embargo, en
el fondo su madre lo domina y él busca
dominar a Ana Ozores, por otro lado, el
grupo social de “Entre Naranjos” siente que
alguien es diferente a ellos, por eso no apre-
cian que Rafael Brull busque lo diverso, ni
que proyecte caminos que buscan lo distinto,
entonces este grupo busca de alguna manera
rehacer la propiedad simbólica.
En cierta forma, en “La Regenta”, el perso-
naje del Magistral guarda relación con
Rafael Brull. El Magistral no es un ser
auténtico, se trata de un ser atrapado por la
voluntad de dominio, que ha construido una
carrera dominando. En cambio lo que le falta
a Rafael es voluntad de dominio, caracterís-
tica que viene con él dado que es el cacique,
pero en realidad no es lo que le interesa, es
un alma poética, mágica; en una clave schi-
lleriana se podría decir que es un aprendiz de
un alma bella que busca un papel en la vida
sin salir de la tradición.
En este contexto burgués hay dos personajes
que intentan ser distintos dentro de un orden
que quiere domesticarlos, pero que no tienen
capacidades emocionales para hacerlo. En la
novela “Entre Naranjos” es el caso de Rafael
a quien le falta voluntad; en el caso de “La
Regenta”, es la propia Ana Ozores, a quien
le falta una emocionalidad más coherente,
porque ha sido marcada desde la infancia.
Rafael también ha sido marcado, pero en su
infancia ha sido mimado, festejado y por
dentro es un ser más libre, en cambio la
Regenta ha tenido una infancia atroz, que la
ha privado de la madre y no ha recibido
ningún tipo de calor maternal: nunca pudo
llenar ese vacío.
La manipulación del narrador
Se podría decir que hay un sesgo manipula-
dor que atraviesa ambas novelas. El narrador
también manipula la realidad, se mete en el
interior de los personajes, los escudriña,
ambos relatos tienen la construcción de dos
narradores burgueses, donde todo es mani-
pulable, el narrador manipula al lector y los
personajes, mientras que la sociedad mani-
pula al individuo y le marca lo que tiene que
hacer. Hay un atisbo de manipulación
cuando La Regenta en Semana Santa apare-
ce con los pies heridos, todos saben que eso
raya en el mal gusto, en cierta obscenidad y
Ana Ozores nota que puede extraviarse.
En la obra de Leopoldo Alas es posible notar
cómo la iglesia ejerce sobre la ciudad de
Vetusta cierto nivel de manipulación en dos
grupos políticos que pactan espacios de
conciliación con ella. El agente de esos
pactos es el Magistral, aquellos que no se
prestan a los juegos de poder se los trata
como idiotas y su madre ha construido su
propio espacio de poder, el Magistral intenta
dominar a La Regenta y no la ve como otro,
sino como una extensión de sí mismo.
En el capítulo tercero de la obra, la Regenta
intenta manipular, pero es un juego que no le
sale, porque el marido de ella, don Víctor
Quintanar, no es susceptible de ser manipu-
lado. Al esposo de Ana Ozores se lo puede
manipular en un discurso que no sea de la
emoción, ni de los sentimientos, porque en
el mundo de lo cotidiano está bloqueado,
tiene carencias afectivas que no puede
proyectar en la vida diaria, en tal sentido,
Don Víctor sublima su parte emocional,
cuando Ana en la habitación intenta que
tengan relaciones, él sale huyendo porque no
puede.
Bourdieu (1983), asegura que la permanen-
cia en los grupos sociales tiene límites y es
un signo de distinción, sostiene que el inter-
cambio transforma las cosas en signos de
reconocimiento. Esto ocurre también cuando
dos personas, marido y mujer, deciden
unirse. En “La Regenta”, Don Víctor cumple
perfectamente la visión que tiene el burgués
del matrimonio, mientras todo sea un juego
de apariencia en la relación, supone que es
correcto y engrandece que otro hombre
coquetee a su mujer, porque enaltece la
estima del marido y en ese juego entra
perfectamente y vive con tanta felicidad, que
no se da cuenta lo que ese juego le causa a
Ana, porque simplemente es incapaz de
mirarla, además, los personajes que Leopol-
do Alas recrea, como los marqueses de
Vellagana, el marquesito Visitación y Obdu-
lia son personajes que están felices en su
juego de rol, en el que todos conocen cuáles
son los signos de distinción y cuáles los de
infamia.
En lo que respecta a “Entre Naranjos”, se
puede notar cómo exteriormente la imagen
pública de Rafael Brull no ha perdido nada,
al contrario su figura se ha cimentado, sin
embargo en “La Regenta”, la imagen pública
de Ana ha quedado muy mal, su yo profundo
queda perdido en una situación de descono-
cimiento de sí misma, los hechos la han
superado, la Regenta no tiene capacidad de
manipulación, en una sociedad donde la
manipulación tiene un rol preponderante.
Sin embargo, si Rafael Brull no se hubiera
encontrado con Leonora, quizá hubiera
tratado de entusiasmarse con Remedios,
quien fuera su esposa, porque es una chica
agradable, cumple perfectamente con el rol,
es la novia burguesa por excelencia: mujer
débil, que se preocupa de los problemas
familiares, que le va a permitir a él, interpre-
tar siempre el rol masculino. Remedios, en
resumen, es dibujada como una mujer cuya
felicidad está anclada en el desenlace del
matrimonio y la familia.
El drama de Rafael Brull está dado para
construir una situación de felicidad, pero no
la puede terminar de edificar, pese a que
tuvo hijos, no hubo nada interesante en su
vida. Ha logrado hacer de sí el modelo
expreso que la vida tenía para él, es decir
tiene una familia que cultiva la integración
social; sobre esto es necesario considerar
que:
Una gran cantidad de indicios induce a
creer que la familia burguesa sigue
cultivando su integración social, que
es la condición primordial de su
aporte a la perpetuación de su capital
social y de su capital simbólico y, por
ello, de su capital económico. (Bour-
dieu 2011:44)
Ana Ozores, la protagonista de la novela de
Leopoldo Alas, no quiere caer en el adulte-
rio, sin embargo, la Regenta se ha salido del
papel y ha producido un escándalo, hay una
represión de lo sensual, porque lo que hay
detrás de todo esto, es el escándalo, lo que
genera esta situación es que alguien sea
defenestrado y esto ha provocado una gran
ruptura; la Regenta, después de darse a
conocer los hechos, no tiene lugar en este
orden burgués.
Rafael Brull, por el contrario, es un burgués
atípico, él va a disfrutar de esta posición, de
participar en la política, se viste bien, disfru-
ta de la belleza, en su casa, a los suyos no les
importa lo que hiciera o decidiera, les impor-
taba que él estuviera ahí, pues con él ahí, el
prestigio de la familia se mantiene inaltera-
ble.
El burgués construye el prestigio de forma
diferente al aristócrata, había que tener el
prestigio y para ello había que tener una
plusvalía material para aportar a ese presti-
gio. El burgués acumula capital como sea,
incluso extorsionando, por ejemplo, el
abuelo de Rafael fue un prestamista, estafa-
dor de unos campesinos, o sea que: en todo
caso, se trata de la justificación del capital a
como dé lugar.
Dice Bourdieu (2011), que el momento som-
brío del burgués es la acumulación del capi-
tal, luego que ese capital está reunido, hay
que dotarlo de prestigio; el burgués pierde
con el tiempo la conciencia de su fase
inicial. Los Brull son gente de altura, cuando
muere el padre de Rafael muere una etapa.
El padre de Rafael no le es antipático, venía
de un linaje de caciques, va a poder votar a
un Brull y la aptitud de Rafael, lo sitúan
como el mejor, ve en su actitud de liberador,
la forma de llegar a Leonora. Cada acción de
Rafael delante de sus vecinos lo empuja al
rol que no eligió para sí, sin embargo, hay un
problema que viene de su infancia prolonga-
da, que le impide desempeñar roles en
grupo, no se siente cómodo en el Casino, ni
en Madrid, siempre donde hay un grupo,
Rafael no se puede desempeñar con comodi-
dad.
En algunos momentos traen al Casino,
alguien para que juegue con Rafael, él es un
hijo único, mimado y muy cuidado, a quien
le cuesta mucho integrarse en una relación
de más de dos, no tiene problema cuando
habla con Don Andrés, cuando habla con
Cupido, cuando se dirige a una masa indife-
rente, pero cuando tiene que estar en una
relación de pares en la corte o en el Casino
se aburre, no encuentra interés, hasta cuando
ya tiene una familia con Remedios él se
aburre, puede estar en una relación de dos
muy a gusto, pero no en una relación de
grupo.
Cuando Rafael Brull está solo ante la natura-
leza siente calma, busca lo que buscaba el
pintor: la armonía, el equilibrio, pero esa
tranquilidad no la va a encontrar en el huerto
de Leonora, esa naturaleza lo ciega y eso
también pierde a Leonora, porque ella se da
cuenta enseguida de que Rafael es muy
tierno, que es un niñito, muchas veces usa el
diminutivo, que refleja que es un adulto con
una carcasa, ella lo ve y lo sabe inmediata-
mente. El encuentro en el huerto esa noche
de primavera es una pulsión natural, los dos
se unen por la pulsión de la naturaleza, los
dos son sensibles a la llamada del elemento
natural.
En “La Regenta”, Ana Ozores se siente
confundida, ella cree que Álvaro Mesía, su
amante, la puede ayudar a salir de la vida
monótona que lleva, pero él es un hombre
que se acerca a ella para cumplir el rol que le
tiene asignado el grupo, que es el rol de Don
Juan, en consecuencia tampoco abre su
interioridad. Lo retrata muy bien Leopoldo
Alas cuando dice que Mesía no tiene casa, la
casa psicológicamente es la cabeza de una
persona, incluso puede ser una habitación,
pero Mesía vive en hoteles y este rasgo
también está hablando de la falta de interio-
ridad, porque es una persona que siempre
está de paso, no reconoce nada como su
casa.
En “Entre Naranjos”, Rafael Brull vive un
drama, cuya esencia no es que sienta deseo
por Leonora, sino que luego de haberla
conocido quiera casarse, eso significa trans-
gredir el orden y él como buen burgués
quiere ponerla en un lugar, pero no quiere
darle un lugar de desdoro, sino que quiere
darle el lugar central, pero para eso tiene que
alejarla e incorporarla de nuevo en el grupo.
Él no tiene la voluntad para hacerlo porque
no se relaciona bien con el grupo y Leonora
se entusiasma con una utopía y luego sufre
mucho cuando Rafael no regresa jamás a sus
brazos.
Estas obras están contadas por un narrador
burgués que condena a los personajes, por
ejemplo, Vicente Blasco Ibáñez, el autor de
“Entre Naranjos”, caracteriza a Rafael Brull
como un autómata, un muñequito de cuerda,
que cuando se suelta, se puede volver a reco-
ger. Leonora se da cuenta de ello en un
momento y por eso no se quiere enamorar de
él, pues como mujer de mundo ha sufrido,
pero la pulsión y el enamoramiento también
le llegan a ella y entonces ella se convierte
en víctima, él deja en el camino una víctima,
no puede luchar porque tiene una carencia
interior, tiene carencias infantiles muy fuer-
tes. Rafael no es una persona con malas
intenciones, pero cuando está a punto de dar
el paso para reconocerse como individuo,
cuando está a punto de conocer el mundo
acompañado de su amor Leonora, simple-
mente no lo puede hacer.
Hay diferencias entre Remedios y Leonora,
Remedios, la mujer de Rafael, tiene la belle-
za ingenua, natural, lineal, no es más que la
esposa adinerada vestida a la moda de la
burguesía europea, sin embargo, a ello no
aspira Rafael, él aspira a una mujer que le
pueda dar lo que no tiene: sofisticación,
conocimiento de Europa. En Rafael hay un
decantarse muy fuerte por los otros, Leonora
en cambio vive en un mundo artístico, en un
mundo donde las clases emergentes copia-
ban a la burguesía.
Los discursos y la caracterización de los
personajes
Toda la permisibilidad con la cual se ha
movido el occidente burgués está basada en
la eliminación de cuatro discursos: el discur-
so del deseo, el discurso de la emoción, el
discurso del poder y el discurso de la locura,
son discursos que occidente ha tratado de
eliminar con la razón, la causalidad y la
verdad.
El sistema de construcción del romanticismo
es un sistema de represión, el arte, por su
parte, cumple una función de transferencia
de los deseos reprimidos, es lo que se espera
de una sociedad que da ciertas licencias sin
salir del orden. En tal sentido, ese pintoresco
personaje de “La Regenta” que es Obdulia,
se permite ciertas libertades, en el seno del
grupo no diferenciándose de los iguales y
viviendo lo que (Foucault 1977) denomina
la hipocresía como técnica de poder. Esta
hipocresía altera toda la sociedad de Vetusta,
la ciudad en la que transcurre la obra de
Leopoldo Alas, y mejora su posicionamiento
socioeconómico.
De ahí también el hecho de que el punto
importante será saber en qué formas, a
través de qué canales, deslizándose a
lo largo de qué discursos llega el
poder hasta las conductas más tenues
y más individuales, qué caminos le
permiten alcanzar las formas infre-
cuentes o apenas perceptibles del
deseo, cómo infiltra y controla el
placer cotidiano -todo ello con efectos
que pueden ser de rechazo, de
bloqueo, de descalificación, pero
también de incitación, de intensifica-
ción, en suma: las técnicas polimorfas
del poder. (Foucault 1977:13)
La cuestión a tener en cuenta es que en
ambos personajes (tanto Ana Ozores como
Rafael Brull) no ha habido un proceso de
desintegración, proceso que implica volver a
integrarse. Por ejemplo, el personaje Anna
Karennina de Tolstoi en un medio aristocrá-
tico, pero con muchos elementos burgueses,
es una especie de alma bella, que cuando se
entrega a una relación de amantes, llega un
momento en que no quiere mantenerse al
margen, no pretende camuflarse en el grupo,
toma decisiones muy fuertes, Ana Ozores en
cambio, se expone y de tanta exposición
queda desintegrada.
La desintegración está vista para el orden del
siglo XIX como algo negativo, cuando
Rafael Brull se quiere individualizar
encuentra trabas (sus propios miedos, la
figura de su madre) y cuando más se quiere
acercar, más se aleja de esta expectativa. En
el caso de Rafael la presión del grupo está
enmarcada en una burguesía exquisita,
donde la censura se manifiesta en las mira-
das, en el fondo es un personaje lleno de
dudas, lo separa la inseguridad, ¿qué seré yo
para ella?, se pregunta refiriéndose a Leono-
ra, su amada.
Al mismo tiempo resulta relevante analizar
cómo el narrador de “Entre naranjos” carac-
teriza los rasgos de este personaje:
Él no era indiferente para ella, no le
inspiraba antipatía ni odio; de lo
contrario, no serían amigos ni le
permitiría las continuas visitas.
¿Amor?... Estaba seguro de que no lo
sentía por él, pobre infeliz, incapaz de
inspirar una pasión a una mujer como
ella. Pero que no se resistiera; ya le
amaría con el tiempo; él lograría
conquistarla en fuerza de cariño y de
adoración. ¡Ay! con sólo su amor,
había para los dos y para todos los
amantes famosos en la historia. Sería
su esclavo, la alfombra en que pondría
sus pies; el perro, siempre tendido
ante ella, con la mirada ardiente de la
eterna fidelidad, acabaría por querer-
le, si no por amor, por gratitud y por
lástima. (Blasco 2004:114)
Rafael Brull encuentra en Leonora a una
persona que lo quiere, a una mujer que
cumple con todo el estereotipo, sin embargo,
a medida que ocurren las cosas, va indivi-
dualizándose, con el tiempo no se olvidaría
que es un Brull, probablemente tomaría
elementos de esa tradición y los reactualiza-
ría desde otra apertura.
Pero, ¿por qué no puede Rafael completar el
camino de la individualización?, porque en
el fondo él no tiene voluntad: se ha identifi-
cado con lo femenino de su padre, con el
lado débil y por tanto, cuando tiene que
hacer las cosas de frente y portarse como un
adulto, es dominado por su madre y es esta
forma de ser de la mamá quien impide que
complete el círculo.
El caso de Ana Ozores es peor, la Regenta
queda apartada del grupo, hasta un sacristán
se atreve a besarla. La imagen final que
cierra la novela lo evidencia:
La catedral estaba sola. Las sombras de
los pilares y de las bóvedas se iban
juntando y dejaban el templo en tinie-
blas. Celedonio, el acólito afeminado,
alto y escuálido, con la sotana corta y
sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo
sonaban chocando. Llegó a la capilla
del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de
haber oído algo allí dentro; pegó el
rostro a la verja y miró hacia el fondo
de la capilla, escudriñando en la
obscuridad. Debajo de la lámpara se le
figuró ver una sombra mayor que
otras veces... Y entonces redobló la
atención y oyó un rumor como un
quejido débil, como un suspiro. Abrió,
entró y reconoció a la Regenta,
desmayada. Celedonio sintió un deseo
miserable, una perversión de la
perversión de su lascivia: y por gozar
un placer extraño, o por probar si lo
gozaba, inclinó el rostro asqueroso
sobre el de la Regenta y le besó los
labios. Ana volvió a la vida rasgando
las nieblas de un delirio que le causa-
ba náuseas. Había creído sentir sobre
la boca el vientre viscoso y frío de un
sapo. (Alas 2005:503)
Este final para la Regenta es algo terrible, no
logra ni diferenciarse del grupo, ni seguir
siendo santificada por él, la castiga la idea
que el grupo tenía de ella. La caída de Ana
Ozores, lo que vive en la catedral, propicia
que quede en una especie de limbo y tiene
que ser estigmatizada por el grupo burgués.
El hecho de que Álvaro Mesía, su amante,
haya podido tener relaciones con ella destru-
ye su lugar en el grupo, por ello, dejó de ser
el tótem, la mujer a la que ningún hombre
podía acercarse.
Tanto los protagonistas de “La Regenta” y
“Entre Naranjos”, Ana Ozores y Rafael
Brull, comienzan a recorrer, en el desenlace
de las obras, un camino que podría llevarlos
a otro derrotero, comienzan a verse diferen-
tes, a cambiar la centralidad, el objetivo de
interés.
Aunque Rafael queda dentro del grupo,
permanece prácticamente como un cadáver,
porque es todo lo que no quisiera ser, él
juega el rol del político: habla, pero no cree
en nada de lo que hace. Cuando Rafael le
pide a Leonora volver, ella le dice que entre
los dos no puede haber nunca ninguna
relación porque hay un muerto que les
impide aproximarse; “¿cuál muerto?”,
pregunta él; “aquel amor que mataste”, le
responde ella. Esa frase marca a Rafael para
el resto de su vida, lo cual tiene que ver con
una frustración íntima que queda perfecta-
mente señalada con las últimas palabras que
le grita Leonora, ante el pedido desesperado
de él para que vuelva a su lado:
Si vuelvo, serás uno de mis innumerables
amigos; nada más. Y no creas que soy ahora
una santa. La misma que antes de conocerte;
pero de todos, ¿sabes? del portero del teatro,
si es preciso, antes que de ti. Tú eres un
muerto... Adiós, Rafael. (Blasco 1904:179)
Para Rafael Brull esto es terrible, porque no
ha podido cumplir este proceso de indivi-
duación que es la madurez. En Ana Ozores
este proceso es similar e igual de trágico, por
ello, los caminos de las novelas “La Regen-
ta” y “Entre Naranjos” se entrelazan por
medio de sus personajes. Al final de ambas
obras, el drama de sus protagonistas se
encuentra marcado por las decisiones que
adoptaron y que los dejan en la profunda
desolación.
66
CONCLUSIONES
En las dos novelas analizadas hay un orden
social pensado en la integración de todos
como iguales, sin embargo, aquí caben dos
preguntas: ¿cómo vive una persona que pasa
por un proceso de desintegración?, ¿qué
sucede cuando uno de estos iguales en
verdad es desigual?, de esta manera puede
entenderse la exclusión del grupo como un
acto de responsabilidad privada, como un
mal uso de las responsabilidades vitales.
Tanto en “La Regenta”, de Leopoldo Alas,
como en “Entre Naranjos”, de Vicente
Blasco Ibáñez, el pequeño grupo burgués
protege, pero también es capaz de destruir,
por tanto ahí, en ese proceso, la nueva
pequeña burguesía y la burguesía ya consoli-
dada, tienen su espacio.
Con las caracterizaciones presentadas a lo
largo del texto, se pretende dar cuenta de que
en ambas obras, surge una visión que
responde a la realidad española que se
cuenta. Se retrata, además, un mundo
socio-político que corresponde al tono gene-
ral de hastío y anquilosamiento de la época,
y sobre todo, tanto Leopoldo Alas como
Vicente Blasco Ibáñez, brindan un panorama
cercano al estilo de vida burgués de finales
del siglo XIX.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.3, DICIEMBRE, (59-67)
ISSN 2550-6722
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REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
En las dos novelas analizadas hay un orden
social pensado en la integración de todos
como iguales, sin embargo, aquí caben dos
preguntas: ¿cómo vive una persona que pasa
por un proceso de desintegración?, ¿qué
sucede cuando uno de estos iguales en
verdad es desigual?, de esta manera puede
entenderse la exclusión del grupo como un
acto de responsabilidad privada, como un
mal uso de las responsabilidades vitales.
Tanto en “La Regenta”, de Leopoldo Alas,
como en “Entre Naranjos”, de Vicente
Blasco Ibáñez, el pequeño grupo burgués
protege, pero también es capaz de destruir,
por tanto ahí, en ese proceso, la nueva
pequeña burguesía y la burguesía ya consoli-
dada, tienen su espacio.
Con las caracterizaciones presentadas a lo
largo del texto, se pretende dar cuenta de que
en ambas obras, surge una visión que
responde a la realidad española que se
cuenta. Se retrata, además, un mundo
socio-político que corresponde al tono gene-
ral de hastío y anquilosamiento de la época,
y sobre todo, tanto Leopoldo Alas como
Vicente Blasco Ibáñez, brindan un panorama
cercano al estilo de vida burgués de finales
del siglo XIX.
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