Aceptado para publicación:
27-abril-2017
Recibido para revisión:
13-febrero-2017
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
23
ALGUNAS NOTAS EN TORNO A LOS UNIVERSOS NARRATIVOS DE
LA NAVE DE LOS LOCOS Y LA ÚLTIMA NOCHE DE DOSTOIEVSKI
DE CRISTINA PERI ROSSI
SOME NOTES REGARDING THE NARRATIVE UNIVERSE OF FOOLS SHIP
AND THE LAST NIGHT OF DOSTOIEVSKI CRISTINA PERI ROSSI
RESUMEN
ABSTRACT
La obra de Cristina Peri Rossi ha sido ampliamente examinada por la crítica especializada; y es
que, sus universos narrativos resultan ser fuentes inagotables no solo en la comprensión de las
estrategias estéticas y de los complejos temáticos que configuran el perfil escritural de la
autora, sino que muestran un fundido artístico en que la literatura establece permanentes puen-
tes con la vida, fraguando unas construcciones ficcionales que se confunden con las propias
expresiones de la condición humana. En este artículo, desde una perspectiva fenomenológica y
hermenéutica, se reflexiona en torno a dos temas recurrentes en la obra de Peri Rossi: exilio y
azar; vistos a partir de dos obras fundamentales de la autora: La nave de los locos y La última
noche de Dostoievski, con el interés de comprender el esfuerzo exploratorio que hace la escrito-
ra hacia el psicologismo de los personajes, cuya expedición se constituye en testimonio tanto
de sus búsquedas estéticas, como de los diálogos permanentes que su obra establece con esa
vida recreada en múltiples manifestaciones del arte. Estas reflexiones se acompañan del testi-
monio que la misma Peri Rossi ha formulado en discursos y entrevistas, convirtiendo a ambos
documentos en instancias metodológicas válidas para la investigación literaria.
Palabras clave: azar; Cristina Peri Rossi; exilio; literatura y vida; universos narrativos.
The Cristina Peri Rossi’s work has been extensively examined by specialized critics; their
narrative universes turn out inexhaustible sources, not only in the understanding of the aesthe-
tic strategies and the complexes topics that make up the author's scriptural profile, but also
show an artistic fusion in which literature establishes permanent bridges with life, forging
fictional constructions that are confused with the own expressions of the human condition. In
this article, from a phenomenological and hermeneutic perspective, it reflects on two recurring
themes in Peri Rossi’s work: exile and random; seen from two fundamental works of the
author: La nave de los locos and La última noche de Dostoievski, with the interest in unders-
tanding the exploratory effort the writer makes, towards the psychologism of personages,
whose expedition is constituted in testimony so much of its aesthetic pursuits, as of the perma-
nent dialogues his work establishes with the life recreated in multiple manifestations of art.
These reflections are accompanied by testimony the same Peri Rossi has made in speeches and
interviews, turning both documents into valid methodological instances for literary research.
Keywords: Cristina Peri Rossi; exile; narrative universes; literature and life; random.
Wilfredo Illas Ramírez
illasw@hotmail.com
Universidad de Carabobo, Venezuela
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
24
INTRODUCCIÓN
Es evidente que el psicologismo con el cual
son tratados los personajes de Peri Rossi,
recrea en una vertiente de doble articulación
psicoanalítica no solo el terreno inconsciente
-el mito personal- de la propia autora; sino
expresan las patologías ocultas de seres anti
heroicos que luchan por encontrarse y enten-
derse a sí mismos. Exilio, adicción, transgre-
sión, deslocalización y fragmentariedad son
categorías de esquemas humanos que expe-
rimentan crisis de identidad, expresando
permanentemente ambivalencias, dualida-
des y complejas formas de definición y acep-
tación dentro de universos puestos en
tensión a partir de instancias limítrofes y
caóticas que huyen a toda posibilidad de
certeza; pero también, a toda posibilidad de
alienación. Personajes-seres que ilustran y
padecen (alegóricamente) el exilio geográfi-
co, las diferencias sexuales, las exclusiones
culturales, la trasgresión política, la margi-
nación histórica, la distancia generacional, la
ruptura estética; en fin, tipos humanos al
margen que representan una profunda pérdi-
da de identidad, una permanente -y a veces-
imperceptible frustración por los proyectos
existenciales inconclusos, utópicos; y, una
dislocación del sentido, trascendiendo así,
en modelos de esquizofrenia patológica con
los cuales, además del mapa narrativo, se
configura el mundo contemporáneo. En este
sentido, refiere Sánchez lo siguiente:
…las obsesiones de los personajes rossi-
nianos son de diversa naturaleza y apelan
a la vulnerabilidad de éstos. Hay persona-
jes obsesionados (o adictos) con el amor,
el juego, las drogas, el trabajo, la rutina;
personajes obsesionados por encontrar un
espacio propio, por recuperar las tierras
del Paraíso o combatir las múltiples
formas del poder. Estos personajes persi-
guen la felicidad, recorriendo diversas
vías para alcanzarla. Todos desean encon-
trar la armonía y la calma, la plena reali-
zación de sí mismos. El sentimiento de
En el aspecto psicológico interesa advertir
cómo dicho aspecto se funde con el universo
narrativo a través del lenguaje. Así, lo psico-
lógico y lo textual, se realimentan inextrica-
blemente (casi laberíntico) y fluyen, amalga-
mados, por medio de un discurso que
proyecta tanto los mecanismos del incons-
ciente como el conjunto de pulsiones palpi-
tantes en la imaginación, en los sueños y en
las conductas, materializándose desde un
lenguaje que recrea, expresa e ilustra el
espacio narrativo en consonancia con la
condición humana. En síntesis, el mundo
interior de las entidades que se fabulan y
diluyen en el texto dialogan-como en la vida
misma- con las expectativas, búsquedas,
fantasmas interiores y subjetividades de un
yo creador (y también de un yo lector). En
esta suerte de diálogos, son válidas las
afirmaciones de (Gallego 2014:178), quien
nos dice: “La obra literaria le ofrece al lector
la posibilidad de un encuentro entre dos
interioridades, que probablemente activan
sus fantasías inconscientes”.
carencia es común a todos ellos: se parte
de la falta para contar una historia y esa
ausencia es la que motiva la búsqueda
incesante y obsesiva de la felicidad. La
naturaleza de ese vacío es misteriosa,
pero la causa más probable proviene del
orden de este mundo, un orden estableci-
do mediante normas impositivas a las
cuales los personajes se ven obligados a
someterse. Dicho orden familiar,
socio-político o cultural coarta la libertad
del individuo y provoca angustia y males-
tar en él. De ahí que muchos personajes
rossinianos opten por alejarse de la reali-
dad mediante la insistente realización de
tareas que llegan a hacerse imprescindi-
bles y obsesivas. Otra forma de evasión
de la realidad es el sueño o la ensoñación,
espacio acogedor la mayoría de las veces,
donde es posible encontrar indicios o
revelaciones. Estas formas de evadirse de
la realidad no eximen a los personajes de
la angustia, ya que éstas mismas provo-
can otra clase de inquietudes. (Sánchez
2007:476-477).
La investigación emprendida, se asume
desde una perspectiva hermenéutica caracte-
rizada por un interés comprensivo-interpre-
tativo que consolida en la explicación argu-
mentada, dos núcleos temáticos recurrentes
en la obra de Cristina Peri Rossi como lo son
el exilio y el azar. Esclarecedoras resultan
las observaciones de Ricoeur en torno al
ejercicio hermenéutico como instancia
propicia para la búsqueda de sentidos y
significados en el texto:
El término interpretación se puede aplicar
no a un caso particular de la comprensión,
el de las expresiones escritas de la vida,
sino al entero proceso que abarca explica-
ción y comprensión. La interpretación
como dialéctica de explicación y com-
prensión puede luego hacerse remontar a
las etapas iniciales del comportamiento
interpretativo ya en acción en la conver-
sación. No se define por una clase de
objetos -los signos “inscritos”, en el senti-
do más general del término- sino por una
clase de proceso: la dinámica de la lectura
interpretativa. (Ricoeur 1975:74)
En atención a estos planteamientos, resulta
válido precisar que el estudio sigue una
doble articulación teórica-metodológica: por
una parte, interesa advertir cómo se constru-
ye el universo narrativo en las dos obras
seleccionadas, las cuales resultan fundamen-
tales dentro de la propuesta narrativa de esta
escritora; por la otra, el propósito se centra
en examinar el tratamiento de los dos temas
al objeto de estudio, en las precitadas obras.
En ambos desafíos, el fundamento no solo se
encuentra en los aportes de la crítica prece-
dente, además se ubica en consideraciones
derivadas del psicoanálisis y en observacio-
nes hechas a los propios productos literarios.
De esta forma, nos aproximamos tanto al
universo narrativo, como a las búsquedas
escriturales de Peri Rossi, todo ello a través
de exploraciones constantes al terreno psico-
lógico, bien del acto creativo o de la obra
creada. Estas excursiones permiten develar
la existencia de un puente con permanentes
transiciones que enlazan la vida con la litera-
tura.
Es precisamente este cruce constante en la
obra de esta autora lo que permite hacerse
cargo, como valor agregado, del aporte de
las entrevistas y de los discursos como docu-
mentos que coadyuvan más que con el carác-
ter argumentativo de los planteamientos, con
el ejercicio procesual de la investigación
literaria.
1. El exilio en La nave de los locos
En “La nave de los locos”, hay una metáfora
de la vida que se consolida en la presencia de
un viaje interior dentro de otro viaje. Se
evidencia un tono de dilación descriptiva
que se consolida en intertextualidades
permanentes. Así, la obra literaria es acom-
pañada de otros discursos o géneros del arte
que dialogan en la estructuración u organiza-
ción del tejido textual. Su misma organiza-
ción narrativa da la idea de un barco, cuyo
recorrido imaginario reconstruye la expe-
riencia de un viaje, tal vez de un sueño, mul-
tiforme cargado además de múltiples y
alegóricas experiencias que validan un inter-
diálogo de texturas y escritores.
Es evidente que la obra tiene como hilo
conductor el tema del exilio, el cual va
moviendo dosificadamente sus coordenadas
teóricas (extranjero, desamparo, nostalgia y
desarraigo) alrededor de una incesante
dialéctica entre pérdida y conquista. De esta
forma, la existencia misma del viaje como
trasiego, tránsito, fugacidad y fluir temporal
se constituye en una metáfora propia de la
vida y del universo que viene a expresar la
extranjeridad como condición “sospechosa”,
precaria y transitiva capaz no solo de susci-
tar una problemática de identidad con el o lo
otro (distinto); sino de mostrar cómo la
propia identidad entra en crisis. Atendiendo
a estos planteamientos, Corbatta plantea en
un interesante estudio lo siguiente:
Las metáforas del viaje son numerosas.
Comienzan con el juego entre viaje expe-
rimentado y viaje leído…, O el viaje
como desplazamiento en el espacio que
conlleva también una vuelta al pasado…
Pero sobretodo se trata de un viaje
interior…, nunca terminado… El teatro…
y también los sueños constituyen otras
formulaciones del viaje… Finalmente, el
viaje adquiere un valor omnicomprensivo
visto como una alegoría de la vida
humana; pasa, de ser accidente a conver-
tirse en esencia (“Todos somos exiliados
de algo o alguien… En realidad, esa es la
verdadera condición del hombre”, 106);
de allí que todo paraíso, de existir, tendría
la forma de la nostalgia. (Corbatta
1994:171-172)
El tema del viaje, y dentro de éste, el exilio
adquiere en esta obra una dimensión auto-
biográfica que tiene la forma bien de una
constante política o de un imaginario, expre-
sión del inconsciente. En este sentido, el
exilio adquiere una doble articulación (tal
como señalara en 1991 la misma Peri Rossi):
es una instancia simbólica que implica,
necesariamente, la reconstrucción del
pasado para mitigar la condición de despla-
zado en el tiempo y en el espacio; y aspirar,
entonces, la posibilidad de recobrar la condi-
ción de identidad; pero, además, es una
instancia narrativa que hace del discurso un
tapiz de múltiples diálogos que se concen-
tran bien en la necesidad de contar, o bien,
en la sensibilidad para abordar los conflictos
inherentes a la humanidad. Resulta conve-
niente, en relación a estas ideas, retomar los
interesantes planteamientos de Szurmuk,
cuando expresó.
Equis representa el exilio, pero a la vez la
imposibilidad de la identidad como fenó-
meno inequívoco, universal. Despojado
de la relación con el lugar donde ha creci-
do, Equis es una incógnita, un ser humano
con un cuerpo y un lenguaje que deben
ser forzados a significar fuera del espacio
donde lo hacían… La posicionalidad del
extranjero resulta clave en la novela de
Peri Rossi donde la mayoría de los perso-
najes son extranjeros en la definición más
amplia del término: no pertenecen a los
núcleos de la sociedad, son identificados
con lo abyecto… De su vida anterior,
Equis ha traído su cuerpo y su lengua. Ha
perdido su hogar y lo reconstruye simbó-
licamente en los diferentes lugares en que
se instala, pero en última instancia su
cuerpo y su lenguaje son su morada.
Ambos- el cuerpo y el lenguaje- están en
crisis en la novela… El exilio en la novela
aparece de dos maneras: por un lado,
como la pérdida de la identidad, la casa, el
lugar, pero por otro como el modo de
desnudar los otros exilios… La novela
también pone en tela de juicio la crisis de
representación que supone escribir desde
el exilio. En La nave de los locos se cues-
tiona la existencia de estos sujetos com-
pletos y desarrollados y se propone, en
cambio, una concepción fragmentaria del
sujeto… Equis representa el exilio, pero a
la vez la imposibilidad de la identidad
como fenómeno inequívoco, universal.
(Szurmuk 2003:92-97)
Desde ambas dimensiones, lo simbólico y lo
narrativo, son mediados por un inconsciente
que reconstruye la experiencia del exilio
como un duelo “necesario” para generar
nuevas etapas, nuevos crecimientos. De esta
forma, la vida es entendida como un viaje
incesante y el hombre como un transeúnte,
inmigrante permanente. Ambas ideas reafir-
man la condición de exilio y transitoriedad.
En este punto, los aportes teóricos obtenidos
de ámbitos sociológicos o psicológicos,
hacen reconocer en la migración bien el trán-
sito de un lugar a otro (con todas las implica-
ciones sociales y personales que subyacen
en su naturaleza) o bien, el necesario recorri-
do humano como posibilidad de desarrollo
(el individuo se construye enfrentando/supe-
rando un conjunto de migraciones por las
patrias interiores).
En esta suerte de constante viaje, indistinta-
mente desde las razones que lo motiven, el
exilio se figura como una experiencia trau-
mática que incluye períodos de dolor, frus-
tración, desorganización y lucha interior
(por el temor a perder contacto con lo fami-
liar, por el sentido de ambivalencia e inesta-
bilidad entre lo conocido que se ha dejado y
lo desconocido que se encontrará o “enfren-
tará”; y, por los sentimientos encontrados
entre los afectos que se quedan y aquellos
con los que se parte); pero también, se
entiende como posibilidad de enriqueci-
miento personal y cultural (se nutre la identi-
dad, intensifica la visión de mundo y enri-
quece el carácter comprensivo de lo propio y
ajeno). Valen en este planteamiento, las
afirmaciones de Aventín, quien atendiendo a
los aportes de León y Rebeca Grinberg,
señala lo siguiente:
En su obra Psicoanálisis de la migración y
del exilio, León y Rebeca Grinberg seña-
lan la puesta en riesgo de la identidad y su
posible fragmentación como consecuen-
cia inmediata que tiene el exilio en el
individuo, ya que supone la pérdida de los
objetos más significativos y valorados:
“personas, cosas, lugares, idioma, cultura,
costumbres, clima”, etc. Tras la marcha se
inicia un proceso de duelo que se vive
como “un cambio catastrófico en la
medida en que ciertas estructuras se trans-
forman en otras a través de momentos de
dolor, desorganización y frustración”. Sin
embargo, “estos momentos una vez supe-
rados y elaborados, darán la posibilidad
de un verdadero crecimiento y evolución
enriquecida de la personalidad”. (Aventín
2011:47)
Visto de este modo, la condición de exilio
permite poner en contacto nuevos y viejos
códigos, contextos, conquistas y pérdidas
que, pese a las distintas oportunidades o
posibilidades que se despliegan ante el desa-
fío de la migración, no dejan de concebir al
exiliado como transgresor. En La nave de los
locos, Equis es testimonio de un conjunto de
coordenadas conceptuales en torno al exilio,
él es un símbolo; pero también es un univer-
so narrativo; es un fragmento y con ello, la
expresión más fehaciente de ruptura, fractu-
rando así, todas las identidades “posibles” e
instaurando, en su lugar, la incertidumbre, la
indeterminación de seres, sexualidades,
destinos, proyectos políticos, geografías,
recuerdos, espacios, tiempos y órdenes. Nos
dice Sánchez:
Equis, por tanto se erige como figura
representante del hombre exiliado, el cual
se encuentra despojado de un espacio y un
tiempo conocidos e identificadores,
despojado, también, de nombre… y de
futuro… Equis protagoniza un oscuro
periplo, a bordo de la simbólica nave de
los locos, en el transcurso del cual mues-
tra mediante sus reflexiones, sus reaccio-
nes y sus encuentros y desencuentros, la
experiencia dolorosa y formativa del
exilio, no exenta de humor e ironía… La
ausencia de espacio propio provoca el
extrañamiento y dislocación del propio
exiliado respecto a sí mismo. Equis refle-
ja una identidad borrosa y múltiple, como
múltiple y pluridimensional es el concep-
to de exilio… Equis es el extranjero, el
exiliado, el extraño, el excéntrico, aquél
que no tiene identidad ni pretende simu-
larla, ya que no desea estar determinado
por ella… Equis es un ser ajeno, no se
inscribe en ninguno de los índices clasifi-
catorios de la sociedad excepto en aquel
que remite al exilio y la marginación.
(Sánchez 2007:481-485)
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En el aspecto psicológico interesa advertir
cómo dicho aspecto se funde con el universo
narrativo a través del lenguaje. Así, lo psico-
lógico y lo textual, se realimentan inextrica-
blemente (casi laberíntico) y fluyen, amalga-
mados, por medio de un discurso que
proyecta tanto los mecanismos del incons-
ciente como el conjunto de pulsiones palpi-
tantes en la imaginación, en los sueños y en
las conductas, materializándose desde un
lenguaje que recrea, expresa e ilustra el
espacio narrativo en consonancia con la
condición humana. En síntesis, el mundo
interior de las entidades que se fabulan y
diluyen en el texto dialogan-como en la vida
misma- con las expectativas, búsquedas,
fantasmas interiores y subjetividades de un
yo creador (y también de un yo lector). En
esta suerte de diálogos, son válidas las
afirmaciones de (Gallego 2014:178), quien
nos dice: “La obra literaria le ofrece al lector
la posibilidad de un encuentro entre dos
interioridades, que probablemente activan
sus fantasías inconscientes”.
La investigación emprendida, se asume
desde una perspectiva hermenéutica caracte-
rizada por un interés comprensivo-interpre-
tativo que consolida en la explicación argu-
mentada, dos núcleos temáticos recurrentes
en la obra de Cristina Peri Rossi como lo son
el exilio y el azar. Esclarecedoras resultan
las observaciones de Ricoeur en torno al
ejercicio hermenéutico como instancia
propicia para la búsqueda de sentidos y
significados en el texto:
El término interpretación se puede aplicar
no a un caso particular de la comprensión,
el de las expresiones escritas de la vida,
sino al entero proceso que abarca explica-
ción y comprensión. La interpretación
como dialéctica de explicación y com-
prensión puede luego hacerse remontar a
las etapas iniciales del comportamiento
interpretativo ya en acción en la conver-
sación. No se define por una clase de
objetos -los signos “inscritos”, en el senti-
do más general del término- sino por una
clase de proceso: la dinámica de la lectura
interpretativa. (Ricoeur 1975:74)
En atención a estos planteamientos, resulta
válido precisar que el estudio sigue una
doble articulación teórica-metodológica: por
una parte, interesa advertir cómo se constru-
ye el universo narrativo en las dos obras
seleccionadas, las cuales resultan fundamen-
tales dentro de la propuesta narrativa de esta
escritora; por la otra, el propósito se centra
en examinar el tratamiento de los dos temas
al objeto de estudio, en las precitadas obras.
En ambos desafíos, el fundamento no solo se
encuentra en los aportes de la crítica prece-
dente, además se ubica en consideraciones
derivadas del psicoanálisis y en observacio-
nes hechas a los propios productos literarios.
De esta forma, nos aproximamos tanto al
universo narrativo, como a las búsquedas
escriturales de Peri Rossi, todo ello a través
de exploraciones constantes al terreno psico-
lógico, bien del acto creativo o de la obra
creada. Estas excursiones permiten develar
la existencia de un puente con permanentes
transiciones que enlazan la vida con la litera-
tura.
Es precisamente este cruce constante en la
obra de esta autora lo que permite hacerse
cargo, como valor agregado, del aporte de
las entrevistas y de los discursos como docu-
mentos que coadyuvan más que con el carác-
ter argumentativo de los planteamientos, con
el ejercicio procesual de la investigación
literaria.
1. El exilio en La nave de los locos
En “La nave de los locos”, hay una metáfora
de la vida que se consolida en la presencia de
un viaje interior dentro de otro viaje. Se
evidencia un tono de dilación descriptiva
que se consolida en intertextualidades
permanentes. Así, la obra literaria es acom-
pañada de otros discursos o géneros del arte
que dialogan en la estructuración u organiza-
ción del tejido textual. Su misma organiza-
ción narrativa da la idea de un barco, cuyo
recorrido imaginario reconstruye la expe-
riencia de un viaje, tal vez de un sueño, mul-
tiforme cargado además de múltiples y
alegóricas experiencias que validan un inter-
diálogo de texturas y escritores.
Es evidente que la obra tiene como hilo
conductor el tema del exilio, el cual va
moviendo dosificadamente sus coordenadas
teóricas (extranjero, desamparo, nostalgia y
desarraigo) alrededor de una incesante
dialéctica entre pérdida y conquista. De esta
forma, la existencia misma del viaje como
trasiego, tránsito, fugacidad y fluir temporal
se constituye en una metáfora propia de la
vida y del universo que viene a expresar la
extranjeridad como condición “sospechosa”,
precaria y transitiva capaz no solo de susci-
tar una problemática de identidad con el o lo
otro (distinto); sino de mostrar cómo la
propia identidad entra en crisis. Atendiendo
a estos planteamientos, Corbatta plantea en
un interesante estudio lo siguiente:
Las metáforas del viaje son numerosas.
Comienzan con el juego entre viaje expe-
rimentado y viaje leído…, O el viaje
como desplazamiento en el espacio que
conlleva también una vuelta al pasado…
Pero sobretodo se trata de un viaje
interior…, nunca terminado… El teatro…
y también los sueños constituyen otras
formulaciones del viaje… Finalmente, el
viaje adquiere un valor omnicomprensivo
visto como una alegoría de la vida
humana; pasa, de ser accidente a conver-
tirse en esencia (“Todos somos exiliados
de algo o alguien… En realidad, esa es la
verdadera condición del hombre”, 106);
de allí que todo paraíso, de existir, tendría
la forma de la nostalgia. (Corbatta
1994:171-172)
El tema del viaje, y dentro de éste, el exilio
adquiere en esta obra una dimensión auto-
biográfica que tiene la forma bien de una
constante política o de un imaginario, expre-
sión del inconsciente. En este sentido, el
exilio adquiere una doble articulación (tal
como señalara en 1991 la misma Peri Rossi):
es una instancia simbólica que implica,
necesariamente, la reconstrucción del
pasado para mitigar la condición de despla-
zado en el tiempo y en el espacio; y aspirar,
entonces, la posibilidad de recobrar la condi-
ción de identidad; pero, además, es una
instancia narrativa que hace del discurso un
tapiz de múltiples diálogos que se concen-
tran bien en la necesidad de contar, o bien,
en la sensibilidad para abordar los conflictos
inherentes a la humanidad. Resulta conve-
niente, en relación a estas ideas, retomar los
interesantes planteamientos de Szurmuk,
cuando expresó.
Equis representa el exilio, pero a la vez la
imposibilidad de la identidad como fenó-
meno inequívoco, universal. Despojado
de la relación con el lugar donde ha creci-
do, Equis es una incógnita, un ser humano
con un cuerpo y un lenguaje que deben
ser forzados a significar fuera del espacio
donde lo hacían… La posicionalidad del
extranjero resulta clave en la novela de
Peri Rossi donde la mayoría de los perso-
najes son extranjeros en la definición más
amplia del término: no pertenecen a los
núcleos de la sociedad, son identificados
con lo abyecto… De su vida anterior,
Equis ha traído su cuerpo y su lengua. Ha
perdido su hogar y lo reconstruye simbó-
licamente en los diferentes lugares en que
se instala, pero en última instancia su
cuerpo y su lenguaje son su morada.
Ambos- el cuerpo y el lenguaje- están en
crisis en la novela… El exilio en la novela
aparece de dos maneras: por un lado,
como la pérdida de la identidad, la casa, el
lugar, pero por otro como el modo de
desnudar los otros exilios… La novela
también pone en tela de juicio la crisis de
representación que supone escribir desde
el exilio. En La nave de los locos se cues-
tiona la existencia de estos sujetos com-
pletos y desarrollados y se propone, en
cambio, una concepción fragmentaria del
sujeto… Equis representa el exilio, pero a
la vez la imposibilidad de la identidad
como fenómeno inequívoco, universal.
(Szurmuk 2003:92-97)
Desde ambas dimensiones, lo simbólico y lo
narrativo, son mediados por un inconsciente
que reconstruye la experiencia del exilio
como un duelo “necesario” para generar
nuevas etapas, nuevos crecimientos. De esta
forma, la vida es entendida como un viaje
incesante y el hombre como un transeúnte,
inmigrante permanente. Ambas ideas reafir-
man la condición de exilio y transitoriedad.
En este punto, los aportes teóricos obtenidos
de ámbitos sociológicos o psicológicos,
hacen reconocer en la migración bien el trán-
sito de un lugar a otro (con todas las implica-
ciones sociales y personales que subyacen
en su naturaleza) o bien, el necesario recorri-
do humano como posibilidad de desarrollo
(el individuo se construye enfrentando/supe-
rando un conjunto de migraciones por las
patrias interiores).
En esta suerte de constante viaje, indistinta-
mente desde las razones que lo motiven, el
exilio se figura como una experiencia trau-
mática que incluye períodos de dolor, frus-
tración, desorganización y lucha interior
(por el temor a perder contacto con lo fami-
liar, por el sentido de ambivalencia e inesta-
bilidad entre lo conocido que se ha dejado y
lo desconocido que se encontrará o “enfren-
tará”; y, por los sentimientos encontrados
entre los afectos que se quedan y aquellos
con los que se parte); pero también, se
entiende como posibilidad de enriqueci-
miento personal y cultural (se nutre la identi-
dad, intensifica la visión de mundo y enri-
quece el carácter comprensivo de lo propio y
ajeno). Valen en este planteamiento, las
afirmaciones de Aventín, quien atendiendo a
los aportes de León y Rebeca Grinberg,
señala lo siguiente:
En su obra Psicoanálisis de la migración y
del exilio, León y Rebeca Grinberg seña-
lan la puesta en riesgo de la identidad y su
posible fragmentación como consecuen-
cia inmediata que tiene el exilio en el
individuo, ya que supone la pérdida de los
objetos más significativos y valorados:
“personas, cosas, lugares, idioma, cultura,
costumbres, clima”, etc. Tras la marcha se
inicia un proceso de duelo que se vive
como “un cambio catastrófico en la
medida en que ciertas estructuras se trans-
forman en otras a través de momentos de
dolor, desorganización y frustración”. Sin
embargo, “estos momentos una vez supe-
rados y elaborados, darán la posibilidad
de un verdadero crecimiento y evolución
enriquecida de la personalidad”. (Aventín
2011:47)
Visto de este modo, la condición de exilio
permite poner en contacto nuevos y viejos
códigos, contextos, conquistas y pérdidas
que, pese a las distintas oportunidades o
posibilidades que se despliegan ante el desa-
fío de la migración, no dejan de concebir al
exiliado como transgresor. En La nave de los
locos, Equis es testimonio de un conjunto de
coordenadas conceptuales en torno al exilio,
él es un símbolo; pero también es un univer-
so narrativo; es un fragmento y con ello, la
expresión más fehaciente de ruptura, fractu-
rando así, todas las identidades “posibles” e
instaurando, en su lugar, la incertidumbre, la
indeterminación de seres, sexualidades,
destinos, proyectos políticos, geografías,
recuerdos, espacios, tiempos y órdenes. Nos
dice Sánchez:
Equis, por tanto se erige como figura
representante del hombre exiliado, el cual
se encuentra despojado de un espacio y un
tiempo conocidos e identificadores,
despojado, también, de nombre… y de
futuro… Equis protagoniza un oscuro
periplo, a bordo de la simbólica nave de
los locos, en el transcurso del cual mues-
tra mediante sus reflexiones, sus reaccio-
nes y sus encuentros y desencuentros, la
experiencia dolorosa y formativa del
exilio, no exenta de humor e ironía… La
ausencia de espacio propio provoca el
extrañamiento y dislocación del propio
exiliado respecto a sí mismo. Equis refle-
ja una identidad borrosa y múltiple, como
múltiple y pluridimensional es el concep-
to de exilio… Equis es el extranjero, el
exiliado, el extraño, el excéntrico, aquél
que no tiene identidad ni pretende simu-
larla, ya que no desea estar determinado
por ella… Equis es un ser ajeno, no se
inscribe en ninguno de los índices clasifi-
catorios de la sociedad excepto en aquel
que remite al exilio y la marginación.
(Sánchez 2007:481-485)
METODOLOGÍA
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
26
En el aspecto psicológico interesa advertir
cómo dicho aspecto se funde con el universo
narrativo a través del lenguaje. Así, lo psico-
lógico y lo textual, se realimentan inextrica-
blemente (casi laberíntico) y fluyen, amalga-
mados, por medio de un discurso que
proyecta tanto los mecanismos del incons-
ciente como el conjunto de pulsiones palpi-
tantes en la imaginación, en los sueños y en
las conductas, materializándose desde un
lenguaje que recrea, expresa e ilustra el
espacio narrativo en consonancia con la
condición humana. En síntesis, el mundo
interior de las entidades que se fabulan y
diluyen en el texto dialogan-como en la vida
misma- con las expectativas, búsquedas,
fantasmas interiores y subjetividades de un
yo creador (y también de un yo lector). En
esta suerte de diálogos, son válidas las
afirmaciones de (Gallego 2014:178), quien
nos dice: “La obra literaria le ofrece al lector
la posibilidad de un encuentro entre dos
interioridades, que probablemente activan
sus fantasías inconscientes”.
La investigación emprendida, se asume
desde una perspectiva hermenéutica caracte-
rizada por un interés comprensivo-interpre-
tativo que consolida en la explicación argu-
mentada, dos núcleos temáticos recurrentes
en la obra de Cristina Peri Rossi como lo son
el exilio y el azar. Esclarecedoras resultan
las observaciones de Ricoeur en torno al
ejercicio hermenéutico como instancia
propicia para la búsqueda de sentidos y
significados en el texto:
El término interpretación se puede aplicar
no a un caso particular de la comprensión,
el de las expresiones escritas de la vida,
sino al entero proceso que abarca explica-
ción y comprensión. La interpretación
como dialéctica de explicación y com-
prensión puede luego hacerse remontar a
las etapas iniciales del comportamiento
interpretativo ya en acción en la conver-
sación. No se define por una clase de
objetos -los signos “inscritos”, en el senti-
do más general del término- sino por una
clase de proceso: la dinámica de la lectura
interpretativa. (Ricoeur 1975:74)
En atención a estos planteamientos, resulta
válido precisar que el estudio sigue una
doble articulación teórica-metodológica: por
una parte, interesa advertir cómo se constru-
ye el universo narrativo en las dos obras
seleccionadas, las cuales resultan fundamen-
tales dentro de la propuesta narrativa de esta
escritora; por la otra, el propósito se centra
en examinar el tratamiento de los dos temas
al objeto de estudio, en las precitadas obras.
En ambos desafíos, el fundamento no solo se
encuentra en los aportes de la crítica prece-
dente, además se ubica en consideraciones
derivadas del psicoanálisis y en observacio-
nes hechas a los propios productos literarios.
De esta forma, nos aproximamos tanto al
universo narrativo, como a las búsquedas
escriturales de Peri Rossi, todo ello a través
de exploraciones constantes al terreno psico-
lógico, bien del acto creativo o de la obra
creada. Estas excursiones permiten develar
la existencia de un puente con permanentes
transiciones que enlazan la vida con la litera-
tura.
Es precisamente este cruce constante en la
obra de esta autora lo que permite hacerse
cargo, como valor agregado, del aporte de
las entrevistas y de los discursos como docu-
mentos que coadyuvan más que con el carác-
ter argumentativo de los planteamientos, con
el ejercicio procesual de la investigación
literaria.
1. El exilio en La nave de los locos
En “La nave de los locos”, hay una metáfora
de la vida que se consolida en la presencia de
un viaje interior dentro de otro viaje. Se
evidencia un tono de dilación descriptiva
que se consolida en intertextualidades
permanentes. Así, la obra literaria es acom-
pañada de otros discursos o géneros del arte
que dialogan en la estructuración u organiza-
ción del tejido textual. Su misma organiza-
ción narrativa da la idea de un barco, cuyo
recorrido imaginario reconstruye la expe-
riencia de un viaje, tal vez de un sueño, mul-
tiforme cargado además de múltiples y
alegóricas experiencias que validan un inter-
diálogo de texturas y escritores.
Es evidente que la obra tiene como hilo
conductor el tema del exilio, el cual va
moviendo dosificadamente sus coordenadas
teóricas (extranjero, desamparo, nostalgia y
desarraigo) alrededor de una incesante
dialéctica entre pérdida y conquista. De esta
forma, la existencia misma del viaje como
trasiego, tránsito, fugacidad y fluir temporal
se constituye en una metáfora propia de la
vida y del universo que viene a expresar la
extranjeridad como condición “sospechosa”,
precaria y transitiva capaz no solo de susci-
tar una problemática de identidad con el o lo
otro (distinto); sino de mostrar cómo la
propia identidad entra en crisis. Atendiendo
a estos planteamientos, Corbatta plantea en
un interesante estudio lo siguiente:
Las metáforas del viaje son numerosas.
Comienzan con el juego entre viaje expe-
rimentado y viaje leído…, O el viaje
como desplazamiento en el espacio que
conlleva también una vuelta al pasado…
Pero sobretodo se trata de un viaje
interior…, nunca terminado… El teatro…
y también los sueños constituyen otras
formulaciones del viaje… Finalmente, el
viaje adquiere un valor omnicomprensivo
visto como una alegoría de la vida
humana; pasa, de ser accidente a conver-
tirse en esencia (“Todos somos exiliados
de algo o alguien… En realidad, esa es la
verdadera condición del hombre”, 106);
de allí que todo paraíso, de existir, tendría
la forma de la nostalgia. (Corbatta
1994:171-172)
El tema del viaje, y dentro de éste, el exilio
adquiere en esta obra una dimensión auto-
biográfica que tiene la forma bien de una
constante política o de un imaginario, expre-
sión del inconsciente. En este sentido, el
exilio adquiere una doble articulación (tal
como señalara en 1991 la misma Peri Rossi):
es una instancia simbólica que implica,
necesariamente, la reconstrucción del
pasado para mitigar la condición de despla-
zado en el tiempo y en el espacio; y aspirar,
entonces, la posibilidad de recobrar la condi-
ción de identidad; pero, además, es una
instancia narrativa que hace del discurso un
tapiz de múltiples diálogos que se concen-
tran bien en la necesidad de contar, o bien,
en la sensibilidad para abordar los conflictos
inherentes a la humanidad. Resulta conve-
niente, en relación a estas ideas, retomar los
interesantes planteamientos de Szurmuk,
cuando expresó.
Equis representa el exilio, pero a la vez la
imposibilidad de la identidad como fenó-
meno inequívoco, universal. Despojado
de la relación con el lugar donde ha creci-
do, Equis es una incógnita, un ser humano
con un cuerpo y un lenguaje que deben
ser forzados a significar fuera del espacio
donde lo hacían… La posicionalidad del
extranjero resulta clave en la novela de
Peri Rossi donde la mayoría de los perso-
najes son extranjeros en la definición más
amplia del término: no pertenecen a los
núcleos de la sociedad, son identificados
con lo abyecto… De su vida anterior,
Equis ha traído su cuerpo y su lengua. Ha
perdido su hogar y lo reconstruye simbó-
licamente en los diferentes lugares en que
se instala, pero en última instancia su
cuerpo y su lenguaje son su morada.
Ambos- el cuerpo y el lenguaje- están en
crisis en la novela… El exilio en la novela
aparece de dos maneras: por un lado,
como la pérdida de la identidad, la casa, el
lugar, pero por otro como el modo de
desnudar los otros exilios… La novela
también pone en tela de juicio la crisis de
representación que supone escribir desde
el exilio. En La nave de los locos se cues-
tiona la existencia de estos sujetos com-
pletos y desarrollados y se propone, en
cambio, una concepción fragmentaria del
sujeto… Equis representa el exilio, pero a
la vez la imposibilidad de la identidad
como fenómeno inequívoco, universal.
(Szurmuk 2003:92-97)
Desde ambas dimensiones, lo simbólico y lo
narrativo, son mediados por un inconsciente
que reconstruye la experiencia del exilio
como un duelo “necesario” para generar
nuevas etapas, nuevos crecimientos. De esta
forma, la vida es entendida como un viaje
incesante y el hombre como un transeúnte,
inmigrante permanente. Ambas ideas reafir-
man la condición de exilio y transitoriedad.
En este punto, los aportes teóricos obtenidos
de ámbitos sociológicos o psicológicos,
hacen reconocer en la migración bien el trán-
sito de un lugar a otro (con todas las implica-
ciones sociales y personales que subyacen
en su naturaleza) o bien, el necesario recorri-
do humano como posibilidad de desarrollo
(el individuo se construye enfrentando/supe-
rando un conjunto de migraciones por las
patrias interiores).
En esta suerte de constante viaje, indistinta-
mente desde las razones que lo motiven, el
exilio se figura como una experiencia trau-
mática que incluye períodos de dolor, frus-
tración, desorganización y lucha interior
(por el temor a perder contacto con lo fami-
liar, por el sentido de ambivalencia e inesta-
bilidad entre lo conocido que se ha dejado y
lo desconocido que se encontrará o “enfren-
tará”; y, por los sentimientos encontrados
entre los afectos que se quedan y aquellos
con los que se parte); pero también, se
entiende como posibilidad de enriqueci-
miento personal y cultural (se nutre la identi-
dad, intensifica la visión de mundo y enri-
quece el carácter comprensivo de lo propio y
ajeno). Valen en este planteamiento, las
afirmaciones de Aventín, quien atendiendo a
los aportes de León y Rebeca Grinberg,
señala lo siguiente:
En su obra Psicoanálisis de la migración y
del exilio, León y Rebeca Grinberg seña-
lan la puesta en riesgo de la identidad y su
posible fragmentación como consecuen-
cia inmediata que tiene el exilio en el
individuo, ya que supone la pérdida de los
objetos más significativos y valorados:
“personas, cosas, lugares, idioma, cultura,
costumbres, clima”, etc. Tras la marcha se
inicia un proceso de duelo que se vive
como “un cambio catastrófico en la
medida en que ciertas estructuras se trans-
forman en otras a través de momentos de
dolor, desorganización y frustración”. Sin
embargo, “estos momentos una vez supe-
rados y elaborados, darán la posibilidad
de un verdadero crecimiento y evolución
enriquecida de la personalidad”. (Aventín
2011:47)
Visto de este modo, la condición de exilio
permite poner en contacto nuevos y viejos
códigos, contextos, conquistas y pérdidas
que, pese a las distintas oportunidades o
posibilidades que se despliegan ante el desa-
fío de la migración, no dejan de concebir al
exiliado como transgresor. En La nave de los
locos, Equis es testimonio de un conjunto de
coordenadas conceptuales en torno al exilio,
él es un símbolo; pero también es un univer-
so narrativo; es un fragmento y con ello, la
expresión más fehaciente de ruptura, fractu-
rando así, todas las identidades “posibles” e
instaurando, en su lugar, la incertidumbre, la
indeterminación de seres, sexualidades,
destinos, proyectos políticos, geografías,
recuerdos, espacios, tiempos y órdenes. Nos
dice Sánchez:
Equis, por tanto se erige como figura
representante del hombre exiliado, el cual
se encuentra despojado de un espacio y un
tiempo conocidos e identificadores,
despojado, también, de nombre… y de
futuro… Equis protagoniza un oscuro
periplo, a bordo de la simbólica nave de
los locos, en el transcurso del cual mues-
tra mediante sus reflexiones, sus reaccio-
nes y sus encuentros y desencuentros, la
experiencia dolorosa y formativa del
exilio, no exenta de humor e ironía… La
ausencia de espacio propio provoca el
extrañamiento y dislocación del propio
exiliado respecto a sí mismo. Equis refle-
ja una identidad borrosa y múltiple, como
múltiple y pluridimensional es el concep-
to de exilio… Equis es el extranjero, el
exiliado, el extraño, el excéntrico, aquél
que no tiene identidad ni pretende simu-
larla, ya que no desea estar determinado
por ella… Equis es un ser ajeno, no se
inscribe en ninguno de los índices clasifi-
catorios de la sociedad excepto en aquel
que remite al exilio y la marginación.
(Sánchez 2007:481-485)
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
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En el aspecto psicológico interesa advertir
cómo dicho aspecto se funde con el universo
narrativo a través del lenguaje. Así, lo psico-
lógico y lo textual, se realimentan inextrica-
blemente (casi laberíntico) y fluyen, amalga-
mados, por medio de un discurso que
proyecta tanto los mecanismos del incons-
ciente como el conjunto de pulsiones palpi-
tantes en la imaginación, en los sueños y en
las conductas, materializándose desde un
lenguaje que recrea, expresa e ilustra el
espacio narrativo en consonancia con la
condición humana. En síntesis, el mundo
interior de las entidades que se fabulan y
diluyen en el texto dialogan-como en la vida
misma- con las expectativas, búsquedas,
fantasmas interiores y subjetividades de un
yo creador (y también de un yo lector). En
esta suerte de diálogos, son válidas las
afirmaciones de (Gallego 2014:178), quien
nos dice: “La obra literaria le ofrece al lector
la posibilidad de un encuentro entre dos
interioridades, que probablemente activan
sus fantasías inconscientes”.
La investigación emprendida, se asume
desde una perspectiva hermenéutica caracte-
rizada por un interés comprensivo-interpre-
tativo que consolida en la explicación argu-
mentada, dos núcleos temáticos recurrentes
en la obra de Cristina Peri Rossi como lo son
el exilio y el azar. Esclarecedoras resultan
las observaciones de Ricoeur en torno al
ejercicio hermenéutico como instancia
propicia para la búsqueda de sentidos y
significados en el texto:
El término interpretación se puede aplicar
no a un caso particular de la comprensión,
el de las expresiones escritas de la vida,
sino al entero proceso que abarca explica-
ción y comprensión. La interpretación
como dialéctica de explicación y com-
prensión puede luego hacerse remontar a
las etapas iniciales del comportamiento
interpretativo ya en acción en la conver-
sación. No se define por una clase de
objetos -los signos “inscritos”, en el senti-
do más general del término- sino por una
clase de proceso: la dinámica de la lectura
interpretativa. (Ricoeur 1975:74)
En atención a estos planteamientos, resulta
válido precisar que el estudio sigue una
doble articulación teórica-metodológica: por
una parte, interesa advertir cómo se constru-
ye el universo narrativo en las dos obras
seleccionadas, las cuales resultan fundamen-
tales dentro de la propuesta narrativa de esta
escritora; por la otra, el propósito se centra
en examinar el tratamiento de los dos temas
al objeto de estudio, en las precitadas obras.
En ambos desafíos, el fundamento no solo se
encuentra en los aportes de la crítica prece-
dente, además se ubica en consideraciones
derivadas del psicoanálisis y en observacio-
nes hechas a los propios productos literarios.
De esta forma, nos aproximamos tanto al
universo narrativo, como a las búsquedas
escriturales de Peri Rossi, todo ello a través
de exploraciones constantes al terreno psico-
lógico, bien del acto creativo o de la obra
creada. Estas excursiones permiten develar
la existencia de un puente con permanentes
transiciones que enlazan la vida con la litera-
tura.
Es precisamente este cruce constante en la
obra de esta autora lo que permite hacerse
cargo, como valor agregado, del aporte de
las entrevistas y de los discursos como docu-
mentos que coadyuvan más que con el carác-
ter argumentativo de los planteamientos, con
el ejercicio procesual de la investigación
literaria.
1. El exilio en La nave de los locos
En “La nave de los locos”, hay una metáfora
de la vida que se consolida en la presencia de
un viaje interior dentro de otro viaje. Se
evidencia un tono de dilación descriptiva
que se consolida en intertextualidades
permanentes. Así, la obra literaria es acom-
pañada de otros discursos o géneros del arte
que dialogan en la estructuración u organiza-
ción del tejido textual. Su misma organiza-
ción narrativa da la idea de un barco, cuyo
recorrido imaginario reconstruye la expe-
riencia de un viaje, tal vez de un sueño, mul-
tiforme cargado además de múltiples y
alegóricas experiencias que validan un inter-
diálogo de texturas y escritores.
Es evidente que la obra tiene como hilo
conductor el tema del exilio, el cual va
moviendo dosificadamente sus coordenadas
teóricas (extranjero, desamparo, nostalgia y
desarraigo) alrededor de una incesante
dialéctica entre pérdida y conquista. De esta
forma, la existencia misma del viaje como
trasiego, tránsito, fugacidad y fluir temporal
se constituye en una metáfora propia de la
vida y del universo que viene a expresar la
extranjeridad como condición “sospechosa”,
precaria y transitiva capaz no solo de susci-
tar una problemática de identidad con el o lo
otro (distinto); sino de mostrar cómo la
propia identidad entra en crisis. Atendiendo
a estos planteamientos, Corbatta plantea en
un interesante estudio lo siguiente:
Las metáforas del viaje son numerosas.
Comienzan con el juego entre viaje expe-
rimentado y viaje leído…, O el viaje
como desplazamiento en el espacio que
conlleva también una vuelta al pasado…
Pero sobretodo se trata de un viaje
interior…, nunca terminado… El teatro…
y también los sueños constituyen otras
formulaciones del viaje… Finalmente, el
viaje adquiere un valor omnicomprensivo
visto como una alegoría de la vida
humana; pasa, de ser accidente a conver-
tirse en esencia (“Todos somos exiliados
de algo o alguien… En realidad, esa es la
verdadera condición del hombre”, 106);
de allí que todo paraíso, de existir, tendría
la forma de la nostalgia. (Corbatta
1994:171-172)
El tema del viaje, y dentro de éste, el exilio
adquiere en esta obra una dimensión auto-
biográfica que tiene la forma bien de una
constante política o de un imaginario, expre-
sión del inconsciente. En este sentido, el
exilio adquiere una doble articulación (tal
como señalara en 1991 la misma Peri Rossi):
es una instancia simbólica que implica,
necesariamente, la reconstrucción del
pasado para mitigar la condición de despla-
zado en el tiempo y en el espacio; y aspirar,
entonces, la posibilidad de recobrar la condi-
ción de identidad; pero, además, es una
instancia narrativa que hace del discurso un
tapiz de múltiples diálogos que se concen-
tran bien en la necesidad de contar, o bien,
en la sensibilidad para abordar los conflictos
inherentes a la humanidad. Resulta conve-
niente, en relación a estas ideas, retomar los
interesantes planteamientos de Szurmuk,
cuando expresó.
Equis representa el exilio, pero a la vez la
imposibilidad de la identidad como fenó-
meno inequívoco, universal. Despojado
de la relación con el lugar donde ha creci-
do, Equis es una incógnita, un ser humano
con un cuerpo y un lenguaje que deben
ser forzados a significar fuera del espacio
donde lo hacían… La posicionalidad del
extranjero resulta clave en la novela de
Peri Rossi donde la mayoría de los perso-
najes son extranjeros en la definición más
amplia del término: no pertenecen a los
núcleos de la sociedad, son identificados
con lo abyecto… De su vida anterior,
Equis ha traído su cuerpo y su lengua. Ha
perdido su hogar y lo reconstruye simbó-
licamente en los diferentes lugares en que
se instala, pero en última instancia su
cuerpo y su lenguaje son su morada.
Ambos- el cuerpo y el lenguaje- están en
crisis en la novela… El exilio en la novela
aparece de dos maneras: por un lado,
como la pérdida de la identidad, la casa, el
lugar, pero por otro como el modo de
desnudar los otros exilios… La novela
también pone en tela de juicio la crisis de
representación que supone escribir desde
el exilio. En La nave de los locos se cues-
tiona la existencia de estos sujetos com-
pletos y desarrollados y se propone, en
cambio, una concepción fragmentaria del
sujeto… Equis representa el exilio, pero a
la vez la imposibilidad de la identidad
como fenómeno inequívoco, universal.
(Szurmuk 2003:92-97)
Desde ambas dimensiones, lo simbólico y lo
narrativo, son mediados por un inconsciente
que reconstruye la experiencia del exilio
como un duelo “necesario” para generar
nuevas etapas, nuevos crecimientos. De esta
forma, la vida es entendida como un viaje
incesante y el hombre como un transeúnte,
inmigrante permanente. Ambas ideas reafir-
man la condición de exilio y transitoriedad.
En este punto, los aportes teóricos obtenidos
de ámbitos sociológicos o psicológicos,
hacen reconocer en la migración bien el trán-
sito de un lugar a otro (con todas las implica-
ciones sociales y personales que subyacen
en su naturaleza) o bien, el necesario recorri-
do humano como posibilidad de desarrollo
(el individuo se construye enfrentando/supe-
rando un conjunto de migraciones por las
patrias interiores).
En esta suerte de constante viaje, indistinta-
mente desde las razones que lo motiven, el
exilio se figura como una experiencia trau-
mática que incluye períodos de dolor, frus-
tración, desorganización y lucha interior
(por el temor a perder contacto con lo fami-
liar, por el sentido de ambivalencia e inesta-
bilidad entre lo conocido que se ha dejado y
lo desconocido que se encontrará o “enfren-
tará”; y, por los sentimientos encontrados
entre los afectos que se quedan y aquellos
con los que se parte); pero también, se
entiende como posibilidad de enriqueci-
miento personal y cultural (se nutre la identi-
dad, intensifica la visión de mundo y enri-
quece el carácter comprensivo de lo propio y
ajeno). Valen en este planteamiento, las
afirmaciones de Aventín, quien atendiendo a
los aportes de León y Rebeca Grinberg,
señala lo siguiente:
En su obra Psicoanálisis de la migración y
del exilio, León y Rebeca Grinberg seña-
lan la puesta en riesgo de la identidad y su
posible fragmentación como consecuen-
cia inmediata que tiene el exilio en el
individuo, ya que supone la pérdida de los
objetos más significativos y valorados:
“personas, cosas, lugares, idioma, cultura,
costumbres, clima”, etc. Tras la marcha se
inicia un proceso de duelo que se vive
como “un cambio catastrófico en la
medida en que ciertas estructuras se trans-
forman en otras a través de momentos de
dolor, desorganización y frustración”. Sin
embargo, “estos momentos una vez supe-
rados y elaborados, darán la posibilidad
de un verdadero crecimiento y evolución
enriquecida de la personalidad”. (Aventín
2011:47)
Visto de este modo, la condición de exilio
permite poner en contacto nuevos y viejos
códigos, contextos, conquistas y pérdidas
que, pese a las distintas oportunidades o
posibilidades que se despliegan ante el desa-
fío de la migración, no dejan de concebir al
exiliado como transgresor. En La nave de los
locos, Equis es testimonio de un conjunto de
coordenadas conceptuales en torno al exilio,
él es un símbolo; pero también es un univer-
so narrativo; es un fragmento y con ello, la
expresión más fehaciente de ruptura, fractu-
rando así, todas las identidades “posibles” e
instaurando, en su lugar, la incertidumbre, la
indeterminación de seres, sexualidades,
destinos, proyectos políticos, geografías,
recuerdos, espacios, tiempos y órdenes. Nos
dice Sánchez:
Equis, por tanto se erige como figura
representante del hombre exiliado, el cual
se encuentra despojado de un espacio y un
tiempo conocidos e identificadores,
despojado, también, de nombre… y de
futuro… Equis protagoniza un oscuro
periplo, a bordo de la simbólica nave de
los locos, en el transcurso del cual mues-
tra mediante sus reflexiones, sus reaccio-
nes y sus encuentros y desencuentros, la
experiencia dolorosa y formativa del
exilio, no exenta de humor e ironía… La
ausencia de espacio propio provoca el
extrañamiento y dislocación del propio
exiliado respecto a sí mismo. Equis refle-
ja una identidad borrosa y múltiple, como
múltiple y pluridimensional es el concep-
to de exilio… Equis es el extranjero, el
exiliado, el extraño, el excéntrico, aquél
que no tiene identidad ni pretende simu-
larla, ya que no desea estar determinado
por ella… Equis es un ser ajeno, no se
inscribe en ninguno de los índices clasifi-
catorios de la sociedad excepto en aquel
que remite al exilio y la marginación.
(Sánchez 2007:481-485)
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
universo narrativo que a veces es apenas una
grotesca mueca de pérdidas y extravíos, en
un destino que se va haciendo con los
mismos materiales con los que actúa el azar.
Esa es la única fe a la que se apuesta en el
tejido narrativo. Valga como ejemplo de
estas consideraciones la recopilación de los
siguientes fragmentos:
…no veo la hora de estar a solas con una
máquina tragaperras (como si fuera una
amante), acariciarla, seducirla, oírla
cantar, hundirle monedas como balas,
despojarla, humillarla, violarla… (Peri
Rossi 1992:16)
«Vamos», le digo a la luminosa tragape-
rras del bar. Tú y yo nos conocemos,
pequeña. Tienes un programa, es decir, un
secreto. Yo voy a descubrirlo. Podré más
que tú. Canta, canta, princesa. Suelta tu
cascada de monedas, tu chorro dorado. Sé
una buena chica, de orgasmos encadena-
dos. Las mujeres son más generosas que
los hombres: alimentan, paren, protegen,
consuelan. Los hombres no somos muy
generosos. Damos un poco de semen
nada más… Pero a mí no me está permiti-
do forzarte, pequeña. No puedo romperte,
para que me des. Tengo que respetar las
reglas del juego. No puedo violarte. Debo
calentarte primero, echando unas mone-
das, como caricias preliminares. Como el
cliente a las prostitutas. (Peri Rossi
1992:24)
Lo psicoanalítico es, si se quiere, el vector
cardinal que cohesiona, organiza o “explica”
el universo textual. Jorge no solo va a terapia
con una psicoanalista que permanentemente
interpela su conciencia y lo conecta con la
realidad en una suerte de remanso, de tran-
quilidad para soportar el peso de las presio-
nes circundantes; sino que además, ilustra
cómo el deseo insaciable se constituye en
génesis de la obsesión/adicción (entendida
además como una especie de autoexilio).
28
Este marco teórico-reflexivo (por cierto,
ampliamente abordado por teóricos, críticos
e investigadores de la obra de Peri Rosssi),
nos permite dilucidar cómo en La nave de
los locos, el tema del exilio además de ser el
hilo conductor del discurso narrativo, es el
hilo conductor del discurso simbólico. Con
él, se interpela permanentemente la concien-
cia que ya no es solo el aliento creador,
sostenedor del universo creado; sino que
ahora adquiere las dimensiones de crítica y
reacción para mostrar “la vida emocional
inestable” del inmigrante, el sentimiento
ante el “monstruo de las dictaduras” y la
ironía con la cual el dolor es transmutado en
sarcasmo y cruel humor negro. De esta
forma, La nave de los locos emprende un
viaje por diversas categorías, símbolos,
lugares de lectura, discursos, escrituras,
textualidades e imágenes; en fin, un despla-
zamiento dentro de otro que, en infinita
recurrencia, va tejiendo la idea de un exilio,
la cual se va desplazando desde una perspec-
tiva de marginación y exclusión hacia una
noción de liberación y determinación (Cid
2012:86).
2. El juego y otros azares en La última
noche de Dostoievski
En “La última noche de Dostoievski”,
predominan un conjunto de aspectos que
hacen de la obra un universo complejo en
que el azar instaura, paradójicamente, las
únicas certezas válidas de un tejido narrativo
que a veces es juego y otras es inconsciente,
que a veces es Jorge y otras tantas es el inter-
texto Dostoievski.
En esta suerte de tejido textual, resulta
interesante detenerse en cuatro aspectos que
recrean una aparente y “normal” historia que
esconde en las veredas y atajos de su subtex-
to, una cotidianidad narrada que es a un
mismo impulso, deseo, obsesión, frustración
y pérdida, mostrando así una otra cara de lo
que somos, una otra mirada de lo que senti-
mos… El juego inviste de otra moral, del
secreto, de lo pecaminoso, prohibido y
penoso. No solo por la máscara de una
conciencia adictiva que se esfuerza en ocul-
tar, sino porque con el juego, con el azar
-para precisar la atmósfera- Jorge pretende,
extraordinariamente, “matar a Dios”.
El triunfo del azar además de representar la
caída de toda posibilidad de certeza, actúa
como una sensación sublime de controlar el
destino (esto ilustra el ideal de incertidum-
bre, ícono fundamental de la postmoderni-
dad), y así, hombre y juego recrean una
metáfora en donde un pequeño Dios controla
las reglas que rigen el universo de la máqui-
na, de las cartas, de los dados…, más que el
dinero, importa con el azar, vencer al desti-
no. Sentencia Peri Rossi -desde la voz de
Jorge, con un aire de justificación y reivindi-
cación, “todos somos adictos”, es el mismo
espíritu que devela la universalidad de la
condición humana, ésa en la cual también es
evidente que todos seamos exiliados. La voz
de Jorge nos resulta esclarecedora y permite
advertir, en la propia acción narrativa, estas
ideas:
Nada que ver con el verdadero jugador,
un solitario que detesta la compañía, las
aglomeraciones, y que necesita toda su
concentración para enfrentarse al azar…
(Peri Rossi 1992:9)
Lo que busco, Carlos, es muy sencillo de
decir: ganar una y otra vez, saltar la
banca, destruir la mecánica normal de los
hechos. Tú sólo quieres matar el aburri-
miento: yo quiero matar a Dios… (Peri
Rossi 992:15)
Verdaderamente, soy un tipo adictivo.
Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a
las mujeres, a la lectura del periódico, a la
ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser
mortal. Pero los otros -los que no juegan-
tienen, también, sus adicciones. Son
adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al
alcohol, a los medicamentos, a las
hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay
adictos a la religión, y otros, a la política.
Por lo menos, las mías, son adicciones
lúdicas, y no hacen daño a nadie, salvo a
mí mismo. (Peri Rossi 1992:95)
El segundo aspecto, más que una intertex-
tualidad, es la búsqueda de la identidad. De
esta forma, la identidad perdida y fragmen-
tada por la adicción, se retoma en las perma-
nentes alusiones a Dostoievski. Así, la figura
del escritor actúa como espejo, referente,
justificación. El relato se narra a dos viven-
cias, las cuales están entrecruzadas por la
obsesión y el vicio. El referente externo es
utilizado para ir tejiendo la propia vida en un
espejeo de desdoblamientos recurrentes. Se
recobra, en fin, la condición interna, a partir
de una otra imagen que, aunque ilustra las
mismas miserias, no deja de ser excepcional
y heroica. Lucía y Jorge, en un diálogo
psicoanalítico junto a las propias reflexiones
del protagonista, develan lo siguiente:
Su problema con el juego tampoco es
muy original -responde Lucía-. Usted se
remite a Dostoievski, muy a menudo,
aunque posiblemente podría citar al sastre
de la esquina o a la viuda del militar, que
padecen la misma adicción. -El deseo de
jugar no se acaba nunca -le confieso a
Lucía… De modo que usted ha encontra-
do la fuente del deseo inagotable -comen-
ta irónicamente Lucía-. El único límite es
el cansancio, la hora de cierre o la falta de
dinero, ¿no?... (Peri Rossi 1992:25)
Sin embargo, como a Dostoievski,
cuando pierdo mucho dinero me atormen-
tan los remordimientos. No sólo con
relación a los mendigos, a los margina-
dos, a los pobres y a los enfermos, sino
con relación a mí mismo. Como el gran
escritor ruso, no poseo fortuna propia, ni
posibilidades de heredarla, ni de obtener-
la por esos secretos mecanismos especu-
ladores tan de moda en nuestros días…
(Peri Rossi 1992:33-34)
Pensé en Dostoievski. Mientras por las
noches jugaba, como un poseso, como un
endemoniado (¿hay otra manera de
jugar?) y a la mañana sufría violentos
accesos de arrepentimiento, Dostoievski
escribía las dramáticas páginas de El
Idiota. Dos actividades intensas, obsesi-
vas, absolutas: jugar y escribir. Lanzado a
los verdes tapetes de la ruleta, donde
perdía, ganaba y volvía a perder, envuelto
en el torbellino de los sueños imposibles
(nadie puede ganar realmente lo que
desea ganar), Dostoievski jugaba hasta
que el casino cerraba, y luego, sin
cambiar de pulsión, sin necesidad de
descansar, se dedicaba a escribir el libro
más piadoso del mundo. (Peri Rossi
1992:45)
Se evidencia además en toda la trama narra-
tiva, un deseo que adquiere las dimensiones
de erotismo, de esta forma a la máquina “hay
que calentarla” como a las mujeres, “Clau-
dia me creía mujeriego, no jugador”; o, “una
sala de juego tiene más disponibilidad que
una mujer: siempre la encontrará abierta”.
La ironía, en este estatuto, asume una confi-
guración metaliteraria que se materializa “en
el arte de los finales – como- el arte de la
seducción”.
La imagen erótica vestida de deseo se reafir-
ma en eso de “los hombres solemos hablar
con nuestro sexo”. El coito ya no es el resul-
tado de un frenético impulso de pasión
sexual, ahora es el ímpetu desbordado por
unas interminables ganas de jugar. Marta,
Claudia, Magda, Lucía y hasta Michel son
sucesiones e idealizaciones de fugaces amo-
ríos, instancias que movilizan en Jorge un
escape, una huída hacia otra manifestación
del deseo que se trasciende de la posesión de
un cuerpo, a la posesión de la máquina, del
sexo al juego, del semen a las monedas.
Desear y jugar, copular y amar, obsesión y
posesión son escenarios que se imbrican y
en el cruce se diluyen, estremeciendo al
Esta exploración al mundo psicológico
desemboca en un interés existencialista que
Peri Rossi (profundizando en la obsesión del
hombre), recrea, penetrando hondamente en
las dimensiones interiores de un personaje
que por el vértigo de los sentidos, trasgrede
los límites y se asume a sí mismo como
adicto. Ilusión, sueño, imagen y recuerdos
son píldoras consumidas por Jorge a través
de un deseo que desconfigura su identidad,
haciéndole ser (y ver) como un exiliado,
marginado o desprendido de todo vestigio de
pasado, de toda posibilidad de futuro. En ese
escudriñar los aspectos más escondidos de la
conciencia de Jorge, encontramos que jugar,
amar y escribir sean sus pasiones intensas,
las cuales hacen estallar y estremecer su
mundo psicológico caracterizado por los
impulsos del goce desmedido: jugar, amar y
escribir dibujan, en suma, el deseo. Afirma
Olivera-Williams:
Obsesionado por el juego y el amor, el
narrador se irá autodescubriendo y
gracias a las sesiones con un psicoanalista
irá encauzando su deseo vital hacia la
escritura, una escritura como la de
Dostoievski y, por supuesto, la de Peri
Rossi, se vuelca hacia “Los sueños, el
delirio, las fantasías”, o sea, hacia el
interior del individuo. (Sánchez
2007:481-485)
Lo existencialista, por su parte, esconde una
carga ideológica y política que se funde con
el sentido de la vida, permitiendo a Jorge, o
a Peri Rossi, quizás expresar de manera
transfigurada, su posición ante un mundo
devastado “por las izquierdas carcomidas,
por las derechas obsesivas o por los capita-
lismos bestiales”. Así, desde una actitud
militante, son comunes las instancias narra-
tivas que, manejadas como tejido filosófico,
proyectan las ideas de un yo narrador: “El
servilismo importa más que la eficacia”, “A
los 40 años todo está permitido, porque todo
está perdido”, “Las frustraciones aceptadas
por cobardía o por falta de imaginación”.
La maquinaria psicoanalítica se enfoca en el
discurso y así, como un lente fotográfico,
podemos ver -entre otros- el funcionamiento
del complejo edípico en una relación con el
protagonista que hace ausente (y ambivalen-
te) el vínculo con el padre e ilustra un senti-
do casi posesivo hacia la madre. Hay un yo
fragmentado que odia (imperceptiblemente)
al padre por el abandono pero que lo idealiza
(inalcanzablemente) porque poseyó la belle-
za de Michel. Ese impulso de “pertenencia”
se activa ante cualquier amante que posea (o
intente poseer) a la madre. La ausencia del
padre, además, rompe posibilidades de iden-
tidad y “permite” la ruptura de la norma; por
ello la conducta desear, jugar, gozar no
tienen un referente paterno al cual poder
adjudicarle la representación simbólica de la
norma, del establecimiento de parámetros
conductuales.
De esta forma y siguiendo algunos aportes
de Freud, Jorge estaría dominado por el
“principio del placer”, es decir, por el Ello
(forma primitiva de energía libidinal), poste-
riormente va efectuando transiciones hacia
el Yo (se reconoce adicto) haciéndose cons-
ciente de su propia realidad y moderando/-
controlando su relación obsesiva y frenética
con el juego hasta llegar al Súper Yo,
mediante el cual se autocontrola, asume e
interioriza los límites del placer y, en su afán
de superar su conducta adictiva, se refugia
en la posibilidad de escribir, un proceso
superyoico conseguido en la construcción
lingüística que se teje en la dinámica psicoa-
nalítica (de la mano de Lucía) que actúa
como subtexto, suscitando la posibilidad
reconstructiva de ideales y proyectos perdi-
dos. Otro aspecto interesante que actúa en
esta obra como intertexto, sería el aporte de
Freud en torno al psicoanálisis aplicado que
le permitió estudiar la conducta del mismo
Dostoievski. En este aspecto, Guimón
afirma lo siguiente:
En “Dostoievski y el Parricidio” Freud
trata de la psicopatología de ese autor:
masoquismo, sentimientos de culpa,
ataques epileptoides y su ambivalencia
hacia su padre. Describió en él al artista,
al neurótico, al moralista y al pecador…
Interpretó la adicción al juego del autor
como una repetición de la compulsión a la
masturbación, condicionada por el temor
a su padre. (Guimón 1993:31)
Si Freud mostró cuatro facetas en el univer-
so inconsciente de Dostoievski, Peri Rossi
-en un evidente conocimiento de estas cons
trucciones- devela cómo Jorge se debate en
una dinámica que pone en tensión tales face-
tas en su propia constitución de ser, lo cual
evidencia (en Jorge y en Dostoievski) una
compleja personalidad ubicada en un espa-
cio limítrofe entre dualidades que desnudan
(en ambos) a un mismo impulso, un apasio-
nado escritor y un apasionado jugador.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
universo narrativo que a veces es apenas una
grotesca mueca de pérdidas y extravíos, en
un destino que se va haciendo con los
mismos materiales con los que actúa el azar.
Esa es la única fe a la que se apuesta en el
tejido narrativo. Valga como ejemplo de
estas consideraciones la recopilación de los
siguientes fragmentos:
…no veo la hora de estar a solas con una
máquina tragaperras (como si fuera una
amante), acariciarla, seducirla, oírla
cantar, hundirle monedas como balas,
despojarla, humillarla, violarla… (Peri
Rossi 1992:16)
«Vamos», le digo a la luminosa tragape-
rras del bar. Tú y yo nos conocemos,
pequeña. Tienes un programa, es decir, un
secreto. Yo voy a descubrirlo. Podré más
que tú. Canta, canta, princesa. Suelta tu
cascada de monedas, tu chorro dorado. Sé
una buena chica, de orgasmos encadena-
dos. Las mujeres son más generosas que
los hombres: alimentan, paren, protegen,
consuelan. Los hombres no somos muy
generosos. Damos un poco de semen
nada más… Pero a mí no me está permiti-
do forzarte, pequeña. No puedo romperte,
para que me des. Tengo que respetar las
reglas del juego. No puedo violarte. Debo
calentarte primero, echando unas mone-
das, como caricias preliminares. Como el
cliente a las prostitutas. (Peri Rossi
1992:24)
Lo psicoanalítico es, si se quiere, el vector
cardinal que cohesiona, organiza o “explica”
el universo textual. Jorge no solo va a terapia
con una psicoanalista que permanentemente
interpela su conciencia y lo conecta con la
realidad en una suerte de remanso, de tran-
quilidad para soportar el peso de las presio-
nes circundantes; sino que además, ilustra
cómo el deseo insaciable se constituye en
génesis de la obsesión/adicción (entendida
además como una especie de autoexilio).
29
Este marco teórico-reflexivo (por cierto,
ampliamente abordado por teóricos, críticos
e investigadores de la obra de Peri Rosssi),
nos permite dilucidar cómo en La nave de
los locos, el tema del exilio además de ser el
hilo conductor del discurso narrativo, es el
hilo conductor del discurso simbólico. Con
él, se interpela permanentemente la concien-
cia que ya no es solo el aliento creador,
sostenedor del universo creado; sino que
ahora adquiere las dimensiones de crítica y
reacción para mostrar “la vida emocional
inestable” del inmigrante, el sentimiento
ante el “monstruo de las dictaduras” y la
ironía con la cual el dolor es transmutado en
sarcasmo y cruel humor negro. De esta
forma, La nave de los locos emprende un
viaje por diversas categorías, símbolos,
lugares de lectura, discursos, escrituras,
textualidades e imágenes; en fin, un despla-
zamiento dentro de otro que, en infinita
recurrencia, va tejiendo la idea de un exilio,
la cual se va desplazando desde una perspec-
tiva de marginación y exclusión hacia una
noción de liberación y determinación (Cid
2012:86).
2. El juego y otros azares en La última
noche de Dostoievski
En “La última noche de Dostoievski”,
predominan un conjunto de aspectos que
hacen de la obra un universo complejo en
que el azar instaura, paradójicamente, las
únicas certezas válidas de un tejido narrativo
que a veces es juego y otras es inconsciente,
que a veces es Jorge y otras tantas es el inter-
texto Dostoievski.
En esta suerte de tejido textual, resulta
interesante detenerse en cuatro aspectos que
recrean una aparente y “normal” historia que
esconde en las veredas y atajos de su subtex-
to, una cotidianidad narrada que es a un
mismo impulso, deseo, obsesión, frustración
y pérdida, mostrando así una otra cara de lo
que somos, una otra mirada de lo que senti-
mos… El juego inviste de otra moral, del
secreto, de lo pecaminoso, prohibido y
penoso. No solo por la máscara de una
conciencia adictiva que se esfuerza en ocul-
tar, sino porque con el juego, con el azar
-para precisar la atmósfera- Jorge pretende,
extraordinariamente, “matar a Dios”.
El triunfo del azar además de representar la
caída de toda posibilidad de certeza, actúa
como una sensación sublime de controlar el
destino (esto ilustra el ideal de incertidum-
bre, ícono fundamental de la postmoderni-
dad), y así, hombre y juego recrean una
metáfora en donde un pequeño Dios controla
las reglas que rigen el universo de la máqui-
na, de las cartas, de los dados…, más que el
dinero, importa con el azar, vencer al desti-
no. Sentencia Peri Rossi -desde la voz de
Jorge, con un aire de justificación y reivindi-
cación, “todos somos adictos”, es el mismo
espíritu que devela la universalidad de la
condición humana, ésa en la cual también es
evidente que todos seamos exiliados. La voz
de Jorge nos resulta esclarecedora y permite
advertir, en la propia acción narrativa, estas
ideas:
Nada que ver con el verdadero jugador,
un solitario que detesta la compañía, las
aglomeraciones, y que necesita toda su
concentración para enfrentarse al azar…
(Peri Rossi 1992:9)
Lo que busco, Carlos, es muy sencillo de
decir: ganar una y otra vez, saltar la
banca, destruir la mecánica normal de los
hechos. Tú sólo quieres matar el aburri-
miento: yo quiero matar a Dios… (Peri
Rossi 992:15)
Verdaderamente, soy un tipo adictivo.
Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a
las mujeres, a la lectura del periódico, a la
ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser
mortal. Pero los otros -los que no juegan-
tienen, también, sus adicciones. Son
adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al
alcohol, a los medicamentos, a las
hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay
adictos a la religión, y otros, a la política.
Por lo menos, las mías, son adicciones
lúdicas, y no hacen daño a nadie, salvo a
mí mismo. (Peri Rossi 1992:95)
El segundo aspecto, más que una intertex-
tualidad, es la búsqueda de la identidad. De
esta forma, la identidad perdida y fragmen-
tada por la adicción, se retoma en las perma-
nentes alusiones a Dostoievski. Así, la figura
del escritor actúa como espejo, referente,
justificación. El relato se narra a dos viven-
cias, las cuales están entrecruzadas por la
obsesión y el vicio. El referente externo es
utilizado para ir tejiendo la propia vida en un
espejeo de desdoblamientos recurrentes. Se
recobra, en fin, la condición interna, a partir
de una otra imagen que, aunque ilustra las
mismas miserias, no deja de ser excepcional
y heroica. Lucía y Jorge, en un diálogo
psicoanalítico junto a las propias reflexiones
del protagonista, develan lo siguiente:
Su problema con el juego tampoco es
muy original -responde Lucía-. Usted se
remite a Dostoievski, muy a menudo,
aunque posiblemente podría citar al sastre
de la esquina o a la viuda del militar, que
padecen la misma adicción. -El deseo de
jugar no se acaba nunca -le confieso a
Lucía… De modo que usted ha encontra-
do la fuente del deseo inagotable -comen-
ta irónicamente Lucía-. El único límite es
el cansancio, la hora de cierre o la falta de
dinero, ¿no?... (Peri Rossi 1992:25)
Sin embargo, como a Dostoievski,
cuando pierdo mucho dinero me atormen-
tan los remordimientos. No sólo con
relación a los mendigos, a los margina-
dos, a los pobres y a los enfermos, sino
con relación a mí mismo. Como el gran
escritor ruso, no poseo fortuna propia, ni
posibilidades de heredarla, ni de obtener-
la por esos secretos mecanismos especu-
ladores tan de moda en nuestros días…
(Peri Rossi 1992:33-34)
Pensé en Dostoievski. Mientras por las
noches jugaba, como un poseso, como un
endemoniado (¿hay otra manera de
jugar?) y a la mañana sufría violentos
accesos de arrepentimiento, Dostoievski
escribía las dramáticas páginas de El
Idiota. Dos actividades intensas, obsesi-
vas, absolutas: jugar y escribir. Lanzado a
los verdes tapetes de la ruleta, donde
perdía, ganaba y volvía a perder, envuelto
en el torbellino de los sueños imposibles
(nadie puede ganar realmente lo que
desea ganar), Dostoievski jugaba hasta
que el casino cerraba, y luego, sin
cambiar de pulsión, sin necesidad de
descansar, se dedicaba a escribir el libro
más piadoso del mundo. (Peri Rossi
1992:45)
Se evidencia además en toda la trama narra-
tiva, un deseo que adquiere las dimensiones
de erotismo, de esta forma a la máquina “hay
que calentarla” como a las mujeres, “Clau-
dia me creía mujeriego, no jugador”; o, “una
sala de juego tiene más disponibilidad que
una mujer: siempre la encontrará abierta”.
La ironía, en este estatuto, asume una confi-
guración metaliteraria que se materializa “en
el arte de los finales – como- el arte de la
seducción”.
La imagen erótica vestida de deseo se reafir-
ma en eso de “los hombres solemos hablar
con nuestro sexo”. El coito ya no es el resul-
tado de un frenético impulso de pasión
sexual, ahora es el ímpetu desbordado por
unas interminables ganas de jugar. Marta,
Claudia, Magda, Lucía y hasta Michel son
sucesiones e idealizaciones de fugaces amo-
ríos, instancias que movilizan en Jorge un
escape, una huída hacia otra manifestación
del deseo que se trasciende de la posesión de
un cuerpo, a la posesión de la máquina, del
sexo al juego, del semen a las monedas.
Desear y jugar, copular y amar, obsesión y
posesión son escenarios que se imbrican y
en el cruce se diluyen, estremeciendo al
Esta exploración al mundo psicológico
desemboca en un interés existencialista que
Peri Rossi (profundizando en la obsesión del
hombre), recrea, penetrando hondamente en
las dimensiones interiores de un personaje
que por el vértigo de los sentidos, trasgrede
los límites y se asume a sí mismo como
adicto. Ilusión, sueño, imagen y recuerdos
son píldoras consumidas por Jorge a través
de un deseo que desconfigura su identidad,
haciéndole ser (y ver) como un exiliado,
marginado o desprendido de todo vestigio de
pasado, de toda posibilidad de futuro. En ese
escudriñar los aspectos más escondidos de la
conciencia de Jorge, encontramos que jugar,
amar y escribir sean sus pasiones intensas,
las cuales hacen estallar y estremecer su
mundo psicológico caracterizado por los
impulsos del goce desmedido: jugar, amar y
escribir dibujan, en suma, el deseo. Afirma
Olivera-Williams:
Obsesionado por el juego y el amor, el
narrador se irá autodescubriendo y
gracias a las sesiones con un psicoanalista
irá encauzando su deseo vital hacia la
escritura, una escritura como la de
Dostoievski y, por supuesto, la de Peri
Rossi, se vuelca hacia “Los sueños, el
delirio, las fantasías”, o sea, hacia el
interior del individuo. (Sánchez
2007:481-485)
Lo existencialista, por su parte, esconde una
carga ideológica y política que se funde con
el sentido de la vida, permitiendo a Jorge, o
a Peri Rossi, quizás expresar de manera
transfigurada, su posición ante un mundo
devastado “por las izquierdas carcomidas,
por las derechas obsesivas o por los capita-
lismos bestiales”. Así, desde una actitud
militante, son comunes las instancias narra-
tivas que, manejadas como tejido filosófico,
proyectan las ideas de un yo narrador: “El
servilismo importa más que la eficacia”, “A
los 40 años todo está permitido, porque todo
está perdido”, “Las frustraciones aceptadas
por cobardía o por falta de imaginación”.
La maquinaria psicoanalítica se enfoca en el
discurso y así, como un lente fotográfico,
podemos ver -entre otros- el funcionamiento
del complejo edípico en una relación con el
protagonista que hace ausente (y ambivalen-
te) el vínculo con el padre e ilustra un senti-
do casi posesivo hacia la madre. Hay un yo
fragmentado que odia (imperceptiblemente)
al padre por el abandono pero que lo idealiza
(inalcanzablemente) porque poseyó la belle-
za de Michel. Ese impulso de “pertenencia”
se activa ante cualquier amante que posea (o
intente poseer) a la madre. La ausencia del
padre, además, rompe posibilidades de iden-
tidad y “permite” la ruptura de la norma; por
ello la conducta desear, jugar, gozar no
tienen un referente paterno al cual poder
adjudicarle la representación simbólica de la
norma, del establecimiento de parámetros
conductuales.
De esta forma y siguiendo algunos aportes
de Freud, Jorge estaría dominado por el
“principio del placer”, es decir, por el Ello
(forma primitiva de energía libidinal), poste-
riormente va efectuando transiciones hacia
el Yo (se reconoce adicto) haciéndose cons-
ciente de su propia realidad y moderando/-
controlando su relación obsesiva y frenética
con el juego hasta llegar al Súper Yo,
mediante el cual se autocontrola, asume e
interioriza los límites del placer y, en su afán
de superar su conducta adictiva, se refugia
en la posibilidad de escribir, un proceso
superyoico conseguido en la construcción
lingüística que se teje en la dinámica psicoa-
nalítica (de la mano de Lucía) que actúa
como subtexto, suscitando la posibilidad
reconstructiva de ideales y proyectos perdi-
dos. Otro aspecto interesante que actúa en
esta obra como intertexto, sería el aporte de
Freud en torno al psicoanálisis aplicado que
le permitió estudiar la conducta del mismo
Dostoievski. En este aspecto, Guimón
afirma lo siguiente:
En “Dostoievski y el Parricidio” Freud
trata de la psicopatología de ese autor:
masoquismo, sentimientos de culpa,
ataques epileptoides y su ambivalencia
hacia su padre. Describió en él al artista,
al neurótico, al moralista y al pecador…
Interpretó la adicción al juego del autor
como una repetición de la compulsión a la
masturbación, condicionada por el temor
a su padre. (Guimón 1993:31)
Si Freud mostró cuatro facetas en el univer-
so inconsciente de Dostoievski, Peri Rossi
-en un evidente conocimiento de estas cons
trucciones- devela cómo Jorge se debate en
una dinámica que pone en tensión tales face-
tas en su propia constitución de ser, lo cual
evidencia (en Jorge y en Dostoievski) una
compleja personalidad ubicada en un espa-
cio limítrofe entre dualidades que desnudan
(en ambos) a un mismo impulso, un apasio-
nado escritor y un apasionado jugador.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
universo narrativo que a veces es apenas una
grotesca mueca de pérdidas y extravíos, en
un destino que se va haciendo con los
mismos materiales con los que actúa el azar.
Esa es la única fe a la que se apuesta en el
tejido narrativo. Valga como ejemplo de
estas consideraciones la recopilación de los
siguientes fragmentos:
…no veo la hora de estar a solas con una
máquina tragaperras (como si fuera una
amante), acariciarla, seducirla, oírla
cantar, hundirle monedas como balas,
despojarla, humillarla, violarla… (Peri
Rossi 1992:16)
«Vamos», le digo a la luminosa tragape-
rras del bar. Tú y yo nos conocemos,
pequeña. Tienes un programa, es decir, un
secreto. Yo voy a descubrirlo. Podré más
que tú. Canta, canta, princesa. Suelta tu
cascada de monedas, tu chorro dorado. Sé
una buena chica, de orgasmos encadena-
dos. Las mujeres son más generosas que
los hombres: alimentan, paren, protegen,
consuelan. Los hombres no somos muy
generosos. Damos un poco de semen
nada más… Pero a mí no me está permiti-
do forzarte, pequeña. No puedo romperte,
para que me des. Tengo que respetar las
reglas del juego. No puedo violarte. Debo
calentarte primero, echando unas mone-
das, como caricias preliminares. Como el
cliente a las prostitutas. (Peri Rossi
1992:24)
Lo psicoanalítico es, si se quiere, el vector
cardinal que cohesiona, organiza o “explica”
el universo textual. Jorge no solo va a terapia
con una psicoanalista que permanentemente
interpela su conciencia y lo conecta con la
realidad en una suerte de remanso, de tran-
quilidad para soportar el peso de las presio-
nes circundantes; sino que además, ilustra
cómo el deseo insaciable se constituye en
génesis de la obsesión/adicción (entendida
además como una especie de autoexilio).
30
Este marco teórico-reflexivo (por cierto,
ampliamente abordado por teóricos, críticos
e investigadores de la obra de Peri Rosssi),
nos permite dilucidar cómo en La nave de
los locos, el tema del exilio además de ser el
hilo conductor del discurso narrativo, es el
hilo conductor del discurso simbólico. Con
él, se interpela permanentemente la concien-
cia que ya no es solo el aliento creador,
sostenedor del universo creado; sino que
ahora adquiere las dimensiones de crítica y
reacción para mostrar “la vida emocional
inestable” del inmigrante, el sentimiento
ante el “monstruo de las dictaduras” y la
ironía con la cual el dolor es transmutado en
sarcasmo y cruel humor negro. De esta
forma, La nave de los locos emprende un
viaje por diversas categorías, símbolos,
lugares de lectura, discursos, escrituras,
textualidades e imágenes; en fin, un despla-
zamiento dentro de otro que, en infinita
recurrencia, va tejiendo la idea de un exilio,
la cual se va desplazando desde una perspec-
tiva de marginación y exclusión hacia una
noción de liberación y determinación (Cid
2012:86).
2. El juego y otros azares en La última
noche de Dostoievski
En “La última noche de Dostoievski”,
predominan un conjunto de aspectos que
hacen de la obra un universo complejo en
que el azar instaura, paradójicamente, las
únicas certezas válidas de un tejido narrativo
que a veces es juego y otras es inconsciente,
que a veces es Jorge y otras tantas es el inter-
texto Dostoievski.
En esta suerte de tejido textual, resulta
interesante detenerse en cuatro aspectos que
recrean una aparente y “normal” historia que
esconde en las veredas y atajos de su subtex-
to, una cotidianidad narrada que es a un
mismo impulso, deseo, obsesión, frustración
y pérdida, mostrando así una otra cara de lo
que somos, una otra mirada de lo que senti-
mos… El juego inviste de otra moral, del
secreto, de lo pecaminoso, prohibido y
penoso. No solo por la máscara de una
conciencia adictiva que se esfuerza en ocul-
tar, sino porque con el juego, con el azar
-para precisar la atmósfera- Jorge pretende,
extraordinariamente, “matar a Dios”.
El triunfo del azar además de representar la
caída de toda posibilidad de certeza, actúa
como una sensación sublime de controlar el
destino (esto ilustra el ideal de incertidum-
bre, ícono fundamental de la postmoderni-
dad), y así, hombre y juego recrean una
metáfora en donde un pequeño Dios controla
las reglas que rigen el universo de la máqui-
na, de las cartas, de los dados…, más que el
dinero, importa con el azar, vencer al desti-
no. Sentencia Peri Rossi -desde la voz de
Jorge, con un aire de justificación y reivindi-
cación, “todos somos adictos”, es el mismo
espíritu que devela la universalidad de la
condición humana, ésa en la cual también es
evidente que todos seamos exiliados. La voz
de Jorge nos resulta esclarecedora y permite
advertir, en la propia acción narrativa, estas
ideas:
Nada que ver con el verdadero jugador,
un solitario que detesta la compañía, las
aglomeraciones, y que necesita toda su
concentración para enfrentarse al azar…
(Peri Rossi 1992:9)
Lo que busco, Carlos, es muy sencillo de
decir: ganar una y otra vez, saltar la
banca, destruir la mecánica normal de los
hechos. Tú sólo quieres matar el aburri-
miento: yo quiero matar a Dios… (Peri
Rossi 992:15)
Verdaderamente, soy un tipo adictivo.
Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a
las mujeres, a la lectura del periódico, a la
ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser
mortal. Pero los otros -los que no juegan-
tienen, también, sus adicciones. Son
adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al
alcohol, a los medicamentos, a las
hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay
adictos a la religión, y otros, a la política.
Por lo menos, las mías, son adicciones
lúdicas, y no hacen daño a nadie, salvo a
mí mismo. (Peri Rossi 1992:95)
El segundo aspecto, más que una intertex-
tualidad, es la búsqueda de la identidad. De
esta forma, la identidad perdida y fragmen-
tada por la adicción, se retoma en las perma-
nentes alusiones a Dostoievski. Así, la figura
del escritor actúa como espejo, referente,
justificación. El relato se narra a dos viven-
cias, las cuales están entrecruzadas por la
obsesión y el vicio. El referente externo es
utilizado para ir tejiendo la propia vida en un
espejeo de desdoblamientos recurrentes. Se
recobra, en fin, la condición interna, a partir
de una otra imagen que, aunque ilustra las
mismas miserias, no deja de ser excepcional
y heroica. Lucía y Jorge, en un diálogo
psicoanalítico junto a las propias reflexiones
del protagonista, develan lo siguiente:
Su problema con el juego tampoco es
muy original -responde Lucía-. Usted se
remite a Dostoievski, muy a menudo,
aunque posiblemente podría citar al sastre
de la esquina o a la viuda del militar, que
padecen la misma adicción. -El deseo de
jugar no se acaba nunca -le confieso a
Lucía… De modo que usted ha encontra-
do la fuente del deseo inagotable -comen-
ta irónicamente Lucía-. El único límite es
el cansancio, la hora de cierre o la falta de
dinero, ¿no?... (Peri Rossi 1992:25)
Sin embargo, como a Dostoievski,
cuando pierdo mucho dinero me atormen-
tan los remordimientos. No sólo con
relación a los mendigos, a los margina-
dos, a los pobres y a los enfermos, sino
con relación a mí mismo. Como el gran
escritor ruso, no poseo fortuna propia, ni
posibilidades de heredarla, ni de obtener-
la por esos secretos mecanismos especu-
ladores tan de moda en nuestros días…
(Peri Rossi 1992:33-34)
Pensé en Dostoievski. Mientras por las
noches jugaba, como un poseso, como un
endemoniado (¿hay otra manera de
jugar?) y a la mañana sufría violentos
accesos de arrepentimiento, Dostoievski
escribía las dramáticas páginas de El
Idiota. Dos actividades intensas, obsesi-
vas, absolutas: jugar y escribir. Lanzado a
los verdes tapetes de la ruleta, donde
perdía, ganaba y volvía a perder, envuelto
en el torbellino de los sueños imposibles
(nadie puede ganar realmente lo que
desea ganar), Dostoievski jugaba hasta
que el casino cerraba, y luego, sin
cambiar de pulsión, sin necesidad de
descansar, se dedicaba a escribir el libro
más piadoso del mundo. (Peri Rossi
1992:45)
Se evidencia además en toda la trama narra-
tiva, un deseo que adquiere las dimensiones
de erotismo, de esta forma a la máquina “hay
que calentarla” como a las mujeres, “Clau-
dia me creía mujeriego, no jugador”; o, “una
sala de juego tiene más disponibilidad que
una mujer: siempre la encontrará abierta”.
La ironía, en este estatuto, asume una confi-
guración metaliteraria que se materializa “en
el arte de los finales – como- el arte de la
seducción”.
La imagen erótica vestida de deseo se reafir-
ma en eso de “los hombres solemos hablar
con nuestro sexo”. El coito ya no es el resul-
tado de un frenético impulso de pasión
sexual, ahora es el ímpetu desbordado por
unas interminables ganas de jugar. Marta,
Claudia, Magda, Lucía y hasta Michel son
sucesiones e idealizaciones de fugaces amo-
ríos, instancias que movilizan en Jorge un
escape, una huída hacia otra manifestación
del deseo que se trasciende de la posesión de
un cuerpo, a la posesión de la máquina, del
sexo al juego, del semen a las monedas.
Desear y jugar, copular y amar, obsesión y
posesión son escenarios que se imbrican y
en el cruce se diluyen, estremeciendo al
Esta exploración al mundo psicológico
desemboca en un interés existencialista que
Peri Rossi (profundizando en la obsesión del
hombre), recrea, penetrando hondamente en
las dimensiones interiores de un personaje
que por el vértigo de los sentidos, trasgrede
los límites y se asume a sí mismo como
adicto. Ilusión, sueño, imagen y recuerdos
son píldoras consumidas por Jorge a través
de un deseo que desconfigura su identidad,
haciéndole ser (y ver) como un exiliado,
marginado o desprendido de todo vestigio de
pasado, de toda posibilidad de futuro. En ese
escudriñar los aspectos más escondidos de la
conciencia de Jorge, encontramos que jugar,
amar y escribir sean sus pasiones intensas,
las cuales hacen estallar y estremecer su
mundo psicológico caracterizado por los
impulsos del goce desmedido: jugar, amar y
escribir dibujan, en suma, el deseo. Afirma
Olivera-Williams:
Obsesionado por el juego y el amor, el
narrador se irá autodescubriendo y
gracias a las sesiones con un psicoanalista
irá encauzando su deseo vital hacia la
escritura, una escritura como la de
Dostoievski y, por supuesto, la de Peri
Rossi, se vuelca hacia “Los sueños, el
delirio, las fantasías”, o sea, hacia el
interior del individuo. (Sánchez
2007:481-485)
Lo existencialista, por su parte, esconde una
carga ideológica y política que se funde con
el sentido de la vida, permitiendo a Jorge, o
a Peri Rossi, quizás expresar de manera
transfigurada, su posición ante un mundo
devastado “por las izquierdas carcomidas,
por las derechas obsesivas o por los capita-
lismos bestiales”. Así, desde una actitud
militante, son comunes las instancias narra-
tivas que, manejadas como tejido filosófico,
proyectan las ideas de un yo narrador: “El
servilismo importa más que la eficacia”, “A
los 40 años todo está permitido, porque todo
está perdido”, “Las frustraciones aceptadas
por cobardía o por falta de imaginación”.
La maquinaria psicoanalítica se enfoca en el
discurso y así, como un lente fotográfico,
podemos ver -entre otros- el funcionamiento
del complejo edípico en una relación con el
protagonista que hace ausente (y ambivalen-
te) el vínculo con el padre e ilustra un senti-
do casi posesivo hacia la madre. Hay un yo
fragmentado que odia (imperceptiblemente)
al padre por el abandono pero que lo idealiza
(inalcanzablemente) porque poseyó la belle-
za de Michel. Ese impulso de “pertenencia”
se activa ante cualquier amante que posea (o
intente poseer) a la madre. La ausencia del
padre, además, rompe posibilidades de iden-
tidad y “permite” la ruptura de la norma; por
ello la conducta desear, jugar, gozar no
tienen un referente paterno al cual poder
adjudicarle la representación simbólica de la
norma, del establecimiento de parámetros
conductuales.
De esta forma y siguiendo algunos aportes
de Freud, Jorge estaría dominado por el
“principio del placer”, es decir, por el Ello
(forma primitiva de energía libidinal), poste-
riormente va efectuando transiciones hacia
el Yo (se reconoce adicto) haciéndose cons-
ciente de su propia realidad y moderando/-
controlando su relación obsesiva y frenética
con el juego hasta llegar al Súper Yo,
mediante el cual se autocontrola, asume e
interioriza los límites del placer y, en su afán
de superar su conducta adictiva, se refugia
en la posibilidad de escribir, un proceso
superyoico conseguido en la construcción
lingüística que se teje en la dinámica psicoa-
nalítica (de la mano de Lucía) que actúa
como subtexto, suscitando la posibilidad
reconstructiva de ideales y proyectos perdi-
dos. Otro aspecto interesante que actúa en
esta obra como intertexto, sería el aporte de
Freud en torno al psicoanálisis aplicado que
le permitió estudiar la conducta del mismo
Dostoievski. En este aspecto, Guimón
afirma lo siguiente:
En “Dostoievski y el Parricidio” Freud
trata de la psicopatología de ese autor:
masoquismo, sentimientos de culpa,
ataques epileptoides y su ambivalencia
hacia su padre. Describió en él al artista,
al neurótico, al moralista y al pecador…
Interpretó la adicción al juego del autor
como una repetición de la compulsión a la
masturbación, condicionada por el temor
a su padre. (Guimón 1993:31)
Si Freud mostró cuatro facetas en el univer-
so inconsciente de Dostoievski, Peri Rossi
-en un evidente conocimiento de estas cons
trucciones- devela cómo Jorge se debate en
una dinámica que pone en tensión tales face-
tas en su propia constitución de ser, lo cual
evidencia (en Jorge y en Dostoievski) una
compleja personalidad ubicada en un espa-
cio limítrofe entre dualidades que desnudan
(en ambos) a un mismo impulso, un apasio-
nado escritor y un apasionado jugador.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
universo narrativo que a veces es apenas una
grotesca mueca de pérdidas y extravíos, en
un destino que se va haciendo con los
mismos materiales con los que actúa el azar.
Esa es la única fe a la que se apuesta en el
tejido narrativo. Valga como ejemplo de
estas consideraciones la recopilación de los
siguientes fragmentos:
…no veo la hora de estar a solas con una
máquina tragaperras (como si fuera una
amante), acariciarla, seducirla, oírla
cantar, hundirle monedas como balas,
despojarla, humillarla, violarla… (Peri
Rossi 1992:16)
«Vamos», le digo a la luminosa tragape-
rras del bar. Tú y yo nos conocemos,
pequeña. Tienes un programa, es decir, un
secreto. Yo voy a descubrirlo. Podré más
que tú. Canta, canta, princesa. Suelta tu
cascada de monedas, tu chorro dorado. Sé
una buena chica, de orgasmos encadena-
dos. Las mujeres son más generosas que
los hombres: alimentan, paren, protegen,
consuelan. Los hombres no somos muy
generosos. Damos un poco de semen
nada más… Pero a mí no me está permiti-
do forzarte, pequeña. No puedo romperte,
para que me des. Tengo que respetar las
reglas del juego. No puedo violarte. Debo
calentarte primero, echando unas mone-
das, como caricias preliminares. Como el
cliente a las prostitutas. (Peri Rossi
1992:24)
Lo psicoanalítico es, si se quiere, el vector
cardinal que cohesiona, organiza o “explica”
el universo textual. Jorge no solo va a terapia
con una psicoanalista que permanentemente
interpela su conciencia y lo conecta con la
realidad en una suerte de remanso, de tran-
quilidad para soportar el peso de las presio-
nes circundantes; sino que además, ilustra
cómo el deseo insaciable se constituye en
génesis de la obsesión/adicción (entendida
además como una especie de autoexilio).
31
Este marco teórico-reflexivo (por cierto,
ampliamente abordado por teóricos, críticos
e investigadores de la obra de Peri Rosssi),
nos permite dilucidar cómo en La nave de
los locos, el tema del exilio además de ser el
hilo conductor del discurso narrativo, es el
hilo conductor del discurso simbólico. Con
él, se interpela permanentemente la concien-
cia que ya no es solo el aliento creador,
sostenedor del universo creado; sino que
ahora adquiere las dimensiones de crítica y
reacción para mostrar “la vida emocional
inestable” del inmigrante, el sentimiento
ante el “monstruo de las dictaduras” y la
ironía con la cual el dolor es transmutado en
sarcasmo y cruel humor negro. De esta
forma, La nave de los locos emprende un
viaje por diversas categorías, símbolos,
lugares de lectura, discursos, escrituras,
textualidades e imágenes; en fin, un despla-
zamiento dentro de otro que, en infinita
recurrencia, va tejiendo la idea de un exilio,
la cual se va desplazando desde una perspec-
tiva de marginación y exclusión hacia una
noción de liberación y determinación (Cid
2012:86).
2. El juego y otros azares en La última
noche de Dostoievski
En “La última noche de Dostoievski”,
predominan un conjunto de aspectos que
hacen de la obra un universo complejo en
que el azar instaura, paradójicamente, las
únicas certezas válidas de un tejido narrativo
que a veces es juego y otras es inconsciente,
que a veces es Jorge y otras tantas es el inter-
texto Dostoievski.
En esta suerte de tejido textual, resulta
interesante detenerse en cuatro aspectos que
recrean una aparente y “normal” historia que
esconde en las veredas y atajos de su subtex-
to, una cotidianidad narrada que es a un
mismo impulso, deseo, obsesión, frustración
y pérdida, mostrando así una otra cara de lo
que somos, una otra mirada de lo que senti-
mos… El juego inviste de otra moral, del
secreto, de lo pecaminoso, prohibido y
penoso. No solo por la máscara de una
conciencia adictiva que se esfuerza en ocul-
tar, sino porque con el juego, con el azar
-para precisar la atmósfera- Jorge pretende,
extraordinariamente, “matar a Dios”.
El triunfo del azar además de representar la
caída de toda posibilidad de certeza, actúa
como una sensación sublime de controlar el
destino (esto ilustra el ideal de incertidum-
bre, ícono fundamental de la postmoderni-
dad), y así, hombre y juego recrean una
metáfora en donde un pequeño Dios controla
las reglas que rigen el universo de la máqui-
na, de las cartas, de los dados…, más que el
dinero, importa con el azar, vencer al desti-
no. Sentencia Peri Rossi -desde la voz de
Jorge, con un aire de justificación y reivindi-
cación, “todos somos adictos”, es el mismo
espíritu que devela la universalidad de la
condición humana, ésa en la cual también es
evidente que todos seamos exiliados. La voz
de Jorge nos resulta esclarecedora y permite
advertir, en la propia acción narrativa, estas
ideas:
Nada que ver con el verdadero jugador,
un solitario que detesta la compañía, las
aglomeraciones, y que necesita toda su
concentración para enfrentarse al azar…
(Peri Rossi 1992:9)
Lo que busco, Carlos, es muy sencillo de
decir: ganar una y otra vez, saltar la
banca, destruir la mecánica normal de los
hechos. Tú sólo quieres matar el aburri-
miento: yo quiero matar a Dios… (Peri
Rossi 992:15)
Verdaderamente, soy un tipo adictivo.
Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a
las mujeres, a la lectura del periódico, a la
ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser
mortal. Pero los otros -los que no juegan-
tienen, también, sus adicciones. Son
adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al
alcohol, a los medicamentos, a las
hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay
adictos a la religión, y otros, a la política.
Por lo menos, las mías, son adicciones
lúdicas, y no hacen daño a nadie, salvo a
mí mismo. (Peri Rossi 1992:95)
El segundo aspecto, más que una intertex-
tualidad, es la búsqueda de la identidad. De
esta forma, la identidad perdida y fragmen-
tada por la adicción, se retoma en las perma-
nentes alusiones a Dostoievski. Así, la figura
del escritor actúa como espejo, referente,
justificación. El relato se narra a dos viven-
cias, las cuales están entrecruzadas por la
obsesión y el vicio. El referente externo es
utilizado para ir tejiendo la propia vida en un
espejeo de desdoblamientos recurrentes. Se
recobra, en fin, la condición interna, a partir
de una otra imagen que, aunque ilustra las
mismas miserias, no deja de ser excepcional
y heroica. Lucía y Jorge, en un diálogo
psicoanalítico junto a las propias reflexiones
del protagonista, develan lo siguiente:
Su problema con el juego tampoco es
muy original -responde Lucía-. Usted se
remite a Dostoievski, muy a menudo,
aunque posiblemente podría citar al sastre
de la esquina o a la viuda del militar, que
padecen la misma adicción. -El deseo de
jugar no se acaba nunca -le confieso a
Lucía… De modo que usted ha encontra-
do la fuente del deseo inagotable -comen-
ta irónicamente Lucía-. El único límite es
el cansancio, la hora de cierre o la falta de
dinero, ¿no?... (Peri Rossi 1992:25)
Sin embargo, como a Dostoievski,
cuando pierdo mucho dinero me atormen-
tan los remordimientos. No sólo con
relación a los mendigos, a los margina-
dos, a los pobres y a los enfermos, sino
con relación a mí mismo. Como el gran
escritor ruso, no poseo fortuna propia, ni
posibilidades de heredarla, ni de obtener-
la por esos secretos mecanismos especu-
ladores tan de moda en nuestros días…
(Peri Rossi 1992:33-34)
Pensé en Dostoievski. Mientras por las
noches jugaba, como un poseso, como un
endemoniado (¿hay otra manera de
jugar?) y a la mañana sufría violentos
accesos de arrepentimiento, Dostoievski
escribía las dramáticas páginas de El
Idiota. Dos actividades intensas, obsesi-
vas, absolutas: jugar y escribir. Lanzado a
los verdes tapetes de la ruleta, donde
perdía, ganaba y volvía a perder, envuelto
en el torbellino de los sueños imposibles
(nadie puede ganar realmente lo que
desea ganar), Dostoievski jugaba hasta
que el casino cerraba, y luego, sin
cambiar de pulsión, sin necesidad de
descansar, se dedicaba a escribir el libro
más piadoso del mundo. (Peri Rossi
1992:45)
Se evidencia además en toda la trama narra-
tiva, un deseo que adquiere las dimensiones
de erotismo, de esta forma a la máquina “hay
que calentarla” como a las mujeres, “Clau-
dia me creía mujeriego, no jugador”; o, “una
sala de juego tiene más disponibilidad que
una mujer: siempre la encontrará abierta”.
La ironía, en este estatuto, asume una confi-
guración metaliteraria que se materializa “en
el arte de los finales – como- el arte de la
seducción”.
La imagen erótica vestida de deseo se reafir-
ma en eso de “los hombres solemos hablar
con nuestro sexo”. El coito ya no es el resul-
tado de un frenético impulso de pasión
sexual, ahora es el ímpetu desbordado por
unas interminables ganas de jugar. Marta,
Claudia, Magda, Lucía y hasta Michel son
sucesiones e idealizaciones de fugaces amo-
ríos, instancias que movilizan en Jorge un
escape, una huída hacia otra manifestación
del deseo que se trasciende de la posesión de
un cuerpo, a la posesión de la máquina, del
sexo al juego, del semen a las monedas.
Desear y jugar, copular y amar, obsesión y
posesión son escenarios que se imbrican y
en el cruce se diluyen, estremeciendo al
Esta exploración al mundo psicológico
desemboca en un interés existencialista que
Peri Rossi (profundizando en la obsesión del
hombre), recrea, penetrando hondamente en
las dimensiones interiores de un personaje
que por el vértigo de los sentidos, trasgrede
los límites y se asume a sí mismo como
adicto. Ilusión, sueño, imagen y recuerdos
son píldoras consumidas por Jorge a través
de un deseo que desconfigura su identidad,
haciéndole ser (y ver) como un exiliado,
marginado o desprendido de todo vestigio de
pasado, de toda posibilidad de futuro. En ese
escudriñar los aspectos más escondidos de la
conciencia de Jorge, encontramos que jugar,
amar y escribir sean sus pasiones intensas,
las cuales hacen estallar y estremecer su
mundo psicológico caracterizado por los
impulsos del goce desmedido: jugar, amar y
escribir dibujan, en suma, el deseo. Afirma
Olivera-Williams:
Obsesionado por el juego y el amor, el
narrador se irá autodescubriendo y
gracias a las sesiones con un psicoanalista
irá encauzando su deseo vital hacia la
escritura, una escritura como la de
Dostoievski y, por supuesto, la de Peri
Rossi, se vuelca hacia “Los sueños, el
delirio, las fantasías”, o sea, hacia el
interior del individuo. (Sánchez
2007:481-485)
Lo existencialista, por su parte, esconde una
carga ideológica y política que se funde con
el sentido de la vida, permitiendo a Jorge, o
a Peri Rossi, quizás expresar de manera
transfigurada, su posición ante un mundo
devastado “por las izquierdas carcomidas,
por las derechas obsesivas o por los capita-
lismos bestiales”. Así, desde una actitud
militante, son comunes las instancias narra-
tivas que, manejadas como tejido filosófico,
proyectan las ideas de un yo narrador: “El
servilismo importa más que la eficacia”, “A
los 40 años todo está permitido, porque todo
está perdido”, “Las frustraciones aceptadas
por cobardía o por falta de imaginación”.
La maquinaria psicoanalítica se enfoca en el
discurso y así, como un lente fotográfico,
podemos ver -entre otros- el funcionamiento
del complejo edípico en una relación con el
protagonista que hace ausente (y ambivalen-
te) el vínculo con el padre e ilustra un senti-
do casi posesivo hacia la madre. Hay un yo
fragmentado que odia (imperceptiblemente)
al padre por el abandono pero que lo idealiza
(inalcanzablemente) porque poseyó la belle-
za de Michel. Ese impulso de “pertenencia”
se activa ante cualquier amante que posea (o
intente poseer) a la madre. La ausencia del
padre, además, rompe posibilidades de iden-
tidad y “permite” la ruptura de la norma; por
ello la conducta desear, jugar, gozar no
tienen un referente paterno al cual poder
adjudicarle la representación simbólica de la
norma, del establecimiento de parámetros
conductuales.
De esta forma y siguiendo algunos aportes
de Freud, Jorge estaría dominado por el
“principio del placer”, es decir, por el Ello
(forma primitiva de energía libidinal), poste-
riormente va efectuando transiciones hacia
el Yo (se reconoce adicto) haciéndose cons-
ciente de su propia realidad y moderando/-
controlando su relación obsesiva y frenética
con el juego hasta llegar al Súper Yo,
mediante el cual se autocontrola, asume e
interioriza los límites del placer y, en su afán
de superar su conducta adictiva, se refugia
en la posibilidad de escribir, un proceso
superyoico conseguido en la construcción
lingüística que se teje en la dinámica psicoa-
nalítica (de la mano de Lucía) que actúa
como subtexto, suscitando la posibilidad
reconstructiva de ideales y proyectos perdi-
dos. Otro aspecto interesante que actúa en
esta obra como intertexto, sería el aporte de
Freud en torno al psicoanálisis aplicado que
le permitió estudiar la conducta del mismo
Dostoievski. En este aspecto, Guimón
afirma lo siguiente:
En “Dostoievski y el Parricidio” Freud
trata de la psicopatología de ese autor:
masoquismo, sentimientos de culpa,
ataques epileptoides y su ambivalencia
hacia su padre. Describió en él al artista,
al neurótico, al moralista y al pecador…
Interpretó la adicción al juego del autor
como una repetición de la compulsión a la
masturbación, condicionada por el temor
a su padre. (Guimón 1993:31)
Si Freud mostró cuatro facetas en el univer-
so inconsciente de Dostoievski, Peri Rossi
-en un evidente conocimiento de estas cons
trucciones- devela cómo Jorge se debate en
una dinámica que pone en tensión tales face-
tas en su propia constitución de ser, lo cual
evidencia (en Jorge y en Dostoievski) una
compleja personalidad ubicada en un espa-
cio limítrofe entre dualidades que desnudan
(en ambos) a un mismo impulso, un apasio-
nado escritor y un apasionado jugador.
CONCLUSIONES
La mirada hermenéutica realizada al arco
temático exilio-azar, deja al descubierto tres
escenarios propicios para la reflexión. En
primer lugar, el asunto de un exilio existen-
cial que implica necesariamente la presencia
de lo otro, que no solo se asume como lo
otro o lo distinto, sino que en un juego de
intimidades y espejos, se le da cabida
también al otro que me complementa, al otro
que me define, al otro que es mi igual.
En una entrevista que Peri Rossi concediera
a (San Román 1986:1042), la escritora
afirmaba: “… para mí el exilio ha sido una
reflexión obligada sobre lo otro, otro tiempo
y otro espacio… Empecé a vivir en lo otro, y
claro, lo otro te provoca desconfianza, tenés
que establecer además algunos puentes de
contacto”. Esta idea de “lo otro” vendría a
complementarse con esa comunión de “lo
igual” que confluye, en tanto condición
humana, dentro de la obra literaria, suscitan-
do así esa búsqueda de la otredad que resue-
na en cada obra de arte. Le expresaba Peri
Rossi a (Pérez 2005:187) que: “… el escritor
tiene muchos instrumentos para escribir –la
imaginación, la observación-, pero, sobre
todo, tiene uno, que es la empatía… Creo
que la literatura sirve para eso, para poner-
nos en el lugar del otro, tanto al que escribe
como al lector”. Al referirse a Peri Rossi,
Calafell considera que estamos en presencia
de:
…una autora que, a lo largo de su vasta
trayectoria, ha sabido crear un universo
-tanto poético como narrativo- donde
identidad y alteridad se confunden, y
donde lo personal deja de ser aquello que
afecta a un sujeto en singular para englo-
bar -y en muchos casos absorber- el sentir
de una colectividad cifrada en un noso-
tros impersonal pero reconocible. No en
vano, en una reciente conversación con la
escritora argentina Reina Roffé, la
uruguaya volvía sobre sus vivencias del
pasado y concluía: “El exilio ha sido la
experiencia más dolorosa de mi vida y
también la más enriquecedora. Con el
dolor podemos hacer dos cosas: conver-
tirlo en odio, en rencor, o elaborarlo,
sublimarlo y convertirlo en crecimiento,
poesía, literatura, fraternidad, solidaridad
con las víctimas. Éste fue mi camino”.
(Calafell 2009:129)
En segundo lugar, resulta oportuno exami-
nar el tratamiento de lo psicoanalítico no
sólo como tema dentro de los posibles
universos narrativos por los que transita la
pluma de Cristina Peri Rossi, sino como
posibilidad de incursión a esas dimensiones
psicológicas que a ratos parece una excur-
sión a la zona limítrofe y obscura que ha
puesto en tensión la acción de sus persona-
jes, pero que luego nos proyecta en intacta
nitidez la consciencia de un yo creador que
se explora, devela y manifiesta en la obra
literaria. En esta suerte, el texto pasaría a ser
una especie de diván en el cual se tiende
Jorge, Equis, Peri Rossi o quizá el mismo
lector a narrar sus particulares historias, sus
genuinas obsesiones y dudas, en fin, sus
inéditas peripecias para identificar las
formas cómo se desplazan esos fantasmas
interiores por los laberínticos intersticios
que separan y estrechan en un mismo aliento
a la literatura y a la vida. Esta reflexión
quedaría poéticamente retratada en interven-
ciones y discursos que ha expresado la
misma Peri Rossi:
He dicho en una entrevista que el psicoa-
nálisis y la literatura se parecen mucho…
El paciente habla... El paciente es un
narrador; el psicoanalista, un lector. En
este sentido, el terreno común me parece
obvio. Ambos utilizan el lenguaje, que es
una colección de signos… Diría entonces
que escritor es no sólo el que maneja bien
su instrumento, la lengua, sino el que
transfiere al papel sus emociones, proce-
sos psíquicos, que el lector reconoce y
con los que se identifica volviendo al
texto una cosa viva. (Peri Rossi
1991:187)
Esta referencia nos enlaza con el último
escenario reflexivo advertido en este docu-
mento y es precisamente, la relación que la
autora establece con el arte a través de un
ejercicio escritural que se convierte en
desnudez desde las palabras. De esta forma,
al sumergirnos en la obra y vivir el extravío
de Equis o la ansiedad de Jorge, nos vamos
topando con los desconciertos y las angus-
tias de la autora; pero hay más, vamos escu-
driñando una propuesta estética que
trasciende por los temas que aborda, las
relaciones que establece, las profundidades
existenciales que emergen en el texto y por
la profunda visión psicológica que deambula
en todo el periplo narrativo. Le decía Cristi-
na Peri Rossi a (Pérez-Sánchez 1995:63):
“La vida sin arte me parece invivible… la
vida es bastante intrascendente para la
mayoría de la gente. En el lugar donde
alcanza otra dimensión es en el arte. En
donde significa”. Si bien vida y arte se entre-
cruzan en su obra, ese vínculo solo es posi-
ble desde una íntima relación con el lengua-
je, tal como la misma Peri Rossi lo confesara
a (Pérez 2014:14): “… mi única casa es la
escritura… y también las palabras…, y las
palabras son los objetos amados, por supues-
to. Tengo una relación completamente
sensual con el lenguaje, como si fuera una
criatura viva.”
Alrededor de estas reflexiones y como valor
agregado, se puede señalar un último
elemento a considerar, y es, precisamente, el
empleo teórico y metodológico de la entre-
vista y los discursos dentro de la investiga-
ción literaria, no solo como una valiosa
fuente de información, obtenida de primera
mano, para aproximarnos al perfil estético y
a las búsquedas y propuestas literarias de los
escritores, sino como ars poética, una espe-
cie de manifiesto artístico que deja al descu-
bierto el cruce posible entre vida y literatura,
aporte valioso para configurar ese retrato
humano de los creadores que se reinventa en
la obra. De esta forma, la entrevista o las
intervenciones hechas por los escritores más
que una herramienta argumentativa dentro
de la crítica literaria, puede ser advertida y
examinada para idear nuevos lugares de
lectura, suscitar novedosas formas de apro-
ximarnos a la obra; o, generar múltiples
rutas para la apreciación y el estudio del
producto literario.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
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La mirada hermenéutica realizada al arco
temático exilio-azar, deja al descubierto tres
escenarios propicios para la reflexión. En
primer lugar, el asunto de un exilio existen-
cial que implica necesariamente la presencia
de lo otro, que no solo se asume como lo
otro o lo distinto, sino que en un juego de
intimidades y espejos, se le da cabida
también al otro que me complementa, al otro
que me define, al otro que es mi igual.
En una entrevista que Peri Rossi concediera
a (San Román 1986:1042), la escritora
afirmaba: “… para mí el exilio ha sido una
reflexión obligada sobre lo otro, otro tiempo
y otro espacio… Empecé a vivir en lo otro, y
claro, lo otro te provoca desconfianza, tenés
que establecer además algunos puentes de
contacto”. Esta idea de “lo otro” vendría a
complementarse con esa comunión de “lo
igual” que confluye, en tanto condición
humana, dentro de la obra literaria, suscitan-
do así esa búsqueda de la otredad que resue-
na en cada obra de arte. Le expresaba Peri
Rossi a (Pérez 2005:187) que: “… el escritor
tiene muchos instrumentos para escribir –la
imaginación, la observación-, pero, sobre
todo, tiene uno, que es la empatía… Creo
que la literatura sirve para eso, para poner-
nos en el lugar del otro, tanto al que escribe
como al lector”. Al referirse a Peri Rossi,
Calafell considera que estamos en presencia
de:
…una autora que, a lo largo de su vasta
trayectoria, ha sabido crear un universo
-tanto poético como narrativo- donde
identidad y alteridad se confunden, y
donde lo personal deja de ser aquello que
afecta a un sujeto en singular para englo-
bar -y en muchos casos absorber- el sentir
de una colectividad cifrada en un noso-
tros impersonal pero reconocible. No en
vano, en una reciente conversación con la
escritora argentina Reina Roffé, la
uruguaya volvía sobre sus vivencias del
pasado y concluía: “El exilio ha sido la
experiencia más dolorosa de mi vida y
también la más enriquecedora. Con el
dolor podemos hacer dos cosas: conver-
tirlo en odio, en rencor, o elaborarlo,
sublimarlo y convertirlo en crecimiento,
poesía, literatura, fraternidad, solidaridad
con las víctimas. Éste fue mi camino”.
(Calafell 2009:129)
En segundo lugar, resulta oportuno exami-
nar el tratamiento de lo psicoanalítico no
sólo como tema dentro de los posibles
universos narrativos por los que transita la
pluma de Cristina Peri Rossi, sino como
posibilidad de incursión a esas dimensiones
psicológicas que a ratos parece una excur-
sión a la zona limítrofe y obscura que ha
puesto en tensión la acción de sus persona-
jes, pero que luego nos proyecta en intacta
nitidez la consciencia de un yo creador que
se explora, devela y manifiesta en la obra
literaria. En esta suerte, el texto pasaría a ser
una especie de diván en el cual se tiende
Jorge, Equis, Peri Rossi o quizá el mismo
lector a narrar sus particulares historias, sus
genuinas obsesiones y dudas, en fin, sus
inéditas peripecias para identificar las
formas cómo se desplazan esos fantasmas
interiores por los laberínticos intersticios
que separan y estrechan en un mismo aliento
a la literatura y a la vida. Esta reflexión
quedaría poéticamente retratada en interven-
ciones y discursos que ha expresado la
misma Peri Rossi:
He dicho en una entrevista que el psicoa-
nálisis y la literatura se parecen mucho…
El paciente habla... El paciente es un
narrador; el psicoanalista, un lector. En
este sentido, el terreno común me parece
obvio. Ambos utilizan el lenguaje, que es
una colección de signos… Diría entonces
que escritor es no sólo el que maneja bien
su instrumento, la lengua, sino el que
transfiere al papel sus emociones, proce-
sos psíquicos, que el lector reconoce y
con los que se identifica volviendo al
texto una cosa viva. (Peri Rossi
1991:187)
Esta referencia nos enlaza con el último
escenario reflexivo advertido en este docu-
mento y es precisamente, la relación que la
autora establece con el arte a través de un
ejercicio escritural que se convierte en
desnudez desde las palabras. De esta forma,
al sumergirnos en la obra y vivir el extravío
de Equis o la ansiedad de Jorge, nos vamos
topando con los desconciertos y las angus-
tias de la autora; pero hay más, vamos escu-
driñando una propuesta estética que
trasciende por los temas que aborda, las
relaciones que establece, las profundidades
existenciales que emergen en el texto y por
la profunda visión psicológica que deambula
en todo el periplo narrativo. Le decía Cristi-
na Peri Rossi a (Pérez-Sánchez 1995:63):
“La vida sin arte me parece invivible… la
vida es bastante intrascendente para la
mayoría de la gente. En el lugar donde
alcanza otra dimensión es en el arte. En
donde significa”. Si bien vida y arte se entre-
cruzan en su obra, ese vínculo solo es posi-
ble desde una íntima relación con el lengua-
je, tal como la misma Peri Rossi lo confesara
a (Pérez 2014:14): “… mi única casa es la
escritura… y también las palabras…, y las
palabras son los objetos amados, por supues-
to. Tengo una relación completamente
sensual con el lenguaje, como si fuera una
criatura viva.”
Alrededor de estas reflexiones y como valor
agregado, se puede señalar un último
elemento a considerar, y es, precisamente, el
empleo teórico y metodológico de la entre-
vista y los discursos dentro de la investiga-
ción literaria, no solo como una valiosa
fuente de información, obtenida de primera
mano, para aproximarnos al perfil estético y
a las búsquedas y propuestas literarias de los
escritores, sino como ars poética, una espe-
cie de manifiesto artístico que deja al descu-
bierto el cruce posible entre vida y literatura,
aporte valioso para configurar ese retrato
humano de los creadores que se reinventa en
la obra. De esta forma, la entrevista o las
intervenciones hechas por los escritores más
que una herramienta argumentativa dentro
de la crítica literaria, puede ser advertida y
examinada para idear nuevos lugares de
lectura, suscitar novedosas formas de apro-
ximarnos a la obra; o, generar múltiples
rutas para la apreciación y el estudio del
producto literario.
REVISTA CHAKIÑAN, 2017, Nº.2, JUNIO, (23-34)
ISSN 2550-6722
33
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
La mirada hermenéutica realizada al arco
temático exilio-azar, deja al descubierto tres
escenarios propicios para la reflexión. En
primer lugar, el asunto de un exilio existen-
cial que implica necesariamente la presencia
de lo otro, que no solo se asume como lo
otro o lo distinto, sino que en un juego de
intimidades y espejos, se le da cabida
también al otro que me complementa, al otro
que me define, al otro que es mi igual.
En una entrevista que Peri Rossi concediera
a (San Román 1986:1042), la escritora
afirmaba: “… para mí el exilio ha sido una
reflexión obligada sobre lo otro, otro tiempo
y otro espacio… Empecé a vivir en lo otro, y
claro, lo otro te provoca desconfianza, tenés
que establecer además algunos puentes de
contacto”. Esta idea de “lo otro” vendría a
complementarse con esa comunión de “lo
igual” que confluye, en tanto condición
humana, dentro de la obra literaria, suscitan-
do así esa búsqueda de la otredad que resue-
na en cada obra de arte. Le expresaba Peri
Rossi a (Pérez 2005:187) que: “… el escritor
tiene muchos instrumentos para escribir –la
imaginación, la observación-, pero, sobre
todo, tiene uno, que es la empatía… Creo
que la literatura sirve para eso, para poner-
nos en el lugar del otro, tanto al que escribe
como al lector”. Al referirse a Peri Rossi,
Calafell considera que estamos en presencia
de:
…una autora que, a lo largo de su vasta
trayectoria, ha sabido crear un universo
-tanto poético como narrativo- donde
identidad y alteridad se confunden, y
donde lo personal deja de ser aquello que
afecta a un sujeto en singular para englo-
bar -y en muchos casos absorber- el sentir
de una colectividad cifrada en un noso-
tros impersonal pero reconocible. No en
vano, en una reciente conversación con la
escritora argentina Reina Roffé, la
uruguaya volvía sobre sus vivencias del
pasado y concluía: “El exilio ha sido la
experiencia más dolorosa de mi vida y
también la más enriquecedora. Con el
dolor podemos hacer dos cosas: conver-
tirlo en odio, en rencor, o elaborarlo,
sublimarlo y convertirlo en crecimiento,
poesía, literatura, fraternidad, solidaridad
con las víctimas. Éste fue mi camino”.
(Calafell 2009:129)
En segundo lugar, resulta oportuno exami-
nar el tratamiento de lo psicoanalítico no
sólo como tema dentro de los posibles
universos narrativos por los que transita la
pluma de Cristina Peri Rossi, sino como
posibilidad de incursión a esas dimensiones
psicológicas que a ratos parece una excur-
sión a la zona limítrofe y obscura que ha
puesto en tensión la acción de sus persona-
jes, pero que luego nos proyecta en intacta
nitidez la consciencia de un yo creador que
se explora, devela y manifiesta en la obra
literaria. En esta suerte, el texto pasaría a ser
una especie de diván en el cual se tiende
Jorge, Equis, Peri Rossi o quizá el mismo
lector a narrar sus particulares historias, sus
genuinas obsesiones y dudas, en fin, sus
inéditas peripecias para identificar las
formas cómo se desplazan esos fantasmas
interiores por los laberínticos intersticios
que separan y estrechan en un mismo aliento
a la literatura y a la vida. Esta reflexión
quedaría poéticamente retratada en interven-
ciones y discursos que ha expresado la
misma Peri Rossi:
He dicho en una entrevista que el psicoa-
nálisis y la literatura se parecen mucho…
El paciente habla... El paciente es un
narrador; el psicoanalista, un lector. En
este sentido, el terreno común me parece
obvio. Ambos utilizan el lenguaje, que es
una colección de signos… Diría entonces
que escritor es no sólo el que maneja bien
su instrumento, la lengua, sino el que
transfiere al papel sus emociones, proce-
sos psíquicos, que el lector reconoce y
con los que se identifica volviendo al
texto una cosa viva. (Peri Rossi
1991:187)
Esta referencia nos enlaza con el último
escenario reflexivo advertido en este docu-
mento y es precisamente, la relación que la
autora establece con el arte a través de un
ejercicio escritural que se convierte en
desnudez desde las palabras. De esta forma,
al sumergirnos en la obra y vivir el extravío
de Equis o la ansiedad de Jorge, nos vamos
topando con los desconciertos y las angus-
tias de la autora; pero hay más, vamos escu-
driñando una propuesta estética que
trasciende por los temas que aborda, las
relaciones que establece, las profundidades
existenciales que emergen en el texto y por
la profunda visión psicológica que deambula
en todo el periplo narrativo. Le decía Cristi-
na Peri Rossi a (Pérez-Sánchez 1995:63):
“La vida sin arte me parece invivible… la
vida es bastante intrascendente para la
mayoría de la gente. En el lugar donde
alcanza otra dimensión es en el arte. En
donde significa”. Si bien vida y arte se entre-
cruzan en su obra, ese vínculo solo es posi-
ble desde una íntima relación con el lengua-
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palabras son los objetos amados, por supues-
to. Tengo una relación completamente
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criatura viva.”
Alrededor de estas reflexiones y como valor
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bierto el cruce posible entre vida y literatura,
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tratamiento del exilio en la narrativa
breve de Cristina Peri Rossi. Etudes
Romanes de Brno, (2), 129-139. Recu-
perado de https://dialnet.unirioja.es/des-
carga/articulo/4267458.pdf
Cid, J. (2012). Indefinición sexual y discipli-
namiento de un personaje Equis. Litera-
tura y lingüística, (25), 83-98. Recupe-
rado de http://www.scielo.cl/pd-
f/lyl/n25/art05.pdf
Corbatta, J. (1994). Metáforas del exilio e
intertextualidad en “La nave de los
locos” de Cristina Peri Rossi y “Novela
negra con argentinos” de Luisa Valen-
zuela. Revista hispánica moderna,
(XLVII), 167-183.
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sis: entre el ser y el semblante. Arjé,
8(14), 173-185.
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