LA POÉTICA ARGUEDIANA EN LA AGONÍA DE RASU ÑITI:
DESDE LA COSMOVISIÓN ANDINA HASTA EL VIRAJE ÉTICO
Número 14 / AGOSTO, 2021 (84-94)
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Tomando en cuenta ello, se encuentra que el
recurso de la descripción es preponderante. El
espacio, en casos especícos, se puede tornar en
un aspecto determinante de la obra literaria.
Una palabra clave que se reere repetidas veces
en el cuento vinculada a la música y a elementos
de la naturaleza es mundo: al inicio del cuento,
cuando el sonido de la cascada de Saño avisa al
dansak del avenimiento de su muerte; cuando
rememora las hazañas de su maestro, el dansak
Untu; y en el momento en que el protagonista
expira.
Sobre el uso de la palabra mundo en dichos
pasajes del cuento, podemos armar que se trata
de una noción ordenadora de la realidad y que
permite al sujeto andino interpretar los símbolos
propios de su cultura. Depaz (2015) señala sobre
esto que en la cosmo-visión andina, la palabra
pacha (el mundo) es el espacio donde acontecen
signos y señales y no se puede diferenciar la
dimensión de lo humano del origen divino
de los signos que se maniestan a través de la
naturaleza.
En el caso de este cuento, se puede armar que
cuantitativamente, un porcentaje importante del
volumen de lo escrito corresponde a descripción
de espacios y personajes, es decir, elementos
del mundo. Esta descripción no solo queda
en complemento, satélite o relleno, sino que
permite la conguración de la organización dual
el mundo: hanan (mundo de arriba asociado a lo
masculino) y urin (mundo de abajo asociado a lo
femenino).
Podríamos agregar un tercer elemento como
intermedio, el chaupi o centro (Depaz, 2015)
que propiciaría un equilibrio. Así conguraría
el sistema tripartito hanan, kay y urin pacha.
Estas dimensiones del cronotopo andino no son
estáticas, más bien están en constante interacción
mediante el tinku (encuentro de contrarios) y el
kuti (regeneración) (Larrú y Viera 2011:95-96).
En este orden de ideas, los animales, desde
el lugar donde aparecen, son reejo de la
organización opuesta y complementaria de la
cosmovisión andina indígena. Larrú y Viera
indican que en La agonía de Rasu Ñiti:
La interacción de las hormigas, el cuy, las
moscas y el cóndor en el preciso instante
en que el dansak inicia su último baile
marcan el momento liminal y más tenso del
relato. Así, sucesivamente, es posible (…)
la presencia de un bestiario, que adquiere
carga simbólica, fuertemente metonímica,
está íntimamente ligado con el sustrato
narrativo del texto según la estructura dual
y tripartita andina. (Larrú y Viera 2011:98)
Por otro lado, tres clases de sujetos comulgan
con el wamani: el varayok, el lay’ka (hechicero)
y el artista (músico o el propio dansak) (Ayuque
1976:197-198). El danzante o dansak expone una
comunión existencial con el wamani, divinidad
andina que se puede encarnar en lugares, aves o
insectos. Es importante destacar que “lo sagrado
tiene que ser inmanente al mundo” (Depaz
2015:173) y esta noción corresponde a la mirada
mítica de la cosmovisión andina.
En el cuento, Lurucha es el músico que también
está conectado con el wamani, su representación
es maíz blanco, lo que lo convierte en sagrado
e inmaculado. Dicho maíz en el desarrollo del
relato es representado por los tipis (mazorcas
consagradas). El maíz es un elemento sagrado en
el Perú antiguo (Ayuque 1976:199). El dansak
moribundo, en estado de trance por la posesión
que el wamani hace de él, indica que el músico
es de maíz blanco.
El dansak muere, pero obedece a la lógica del
wamani. La muerte no es un límite de la vida,
por el contrario, es el nacimiento de una lógica
de sentido que va, supuestamente, a perpetuarse
desde ese momento. Podría especularse la
formulación de un tiempo cíclico a partir de la
mención del maestro de Rasu Ñiti, el dansak
Untu, la referencia no es gratuita: se le describe
como un danzante cuyo wamani se manifestaba
en los pájaros cantores:
Las palomas y otros pájaros que dormían
en el gran eucalipto, recuerdo que cantaron
mientras el padre “Untu” se balanceaba en
el aire. Cantaron pequeñito, jubilosamente,
pero junto a la voz de acero y a la gura
del dansak’ sus gorjeos eran como una
ligrana apenas perceptible. (Arguedas
2004:129)