EDUCACIÓN VIRTUAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA: INCREMENTO DE LA DESIGUALDAD SOCIAL EN EL PERÚ
Número 15 / DICIEMBRE, 2021 (152-165) 160
rurales, aproximadamente el 60 % de docentes
utiliza llamadas telefónicas; mientras que en
zonas urbanas un 70 % se comunica a través de
WhatsApp.
Esto último se justica al considerar que esta
aplicación “es un recurso sumamente motivador
que permite al estudiante aprender de manera
divertida y tener una relación más personalizada
con el docente, lo cual lo llena de conanza”
(Escobar-Mamani y Gómez-Arteta 2020:119).
En el nivel más alto está el grupo de familias
que tienen una computadora, tableta o un
teléfono celular con acceso a internet en casa;
ellos reciben un buen o por lo menos aceptable
servicio educativo no presencial, su labor es
monitoreada permanentemente por los maestros
a través de plataformas educativas virtuales o
usando las aplicaciones de videoconferencias
diarias; teniendo, además, un reforzamiento
a través de mensajería instantánea. Es en este
nivel donde el alistamiento digital tiene mejores
condiciones, las cuales deben reforzarse y
perfeccionarse.
Las brechas que se han puesto de maniesto
entre los estudiantes de estos cuatro niveles son
diversas:
Brechas económicas, sociales, culturales,
emocionales, digitales que el connamiento
evidencia en sus formas más crudas.
Jóvenes solos/as, desorientados/as,
angustiados/as. Familias que se quedan
sin trabajo. Condiciones de habilidad
tremendamente dispares. Desigualdades
cruciales en las posibilidades de desarrollar
actividades educativas con los hijos/as.
Falta de acceso a recursos tecnológicos,
escasa competencia digital y un largo
etcétera (Tarabini 2020:147-148).
Esta realidad corrobora que para los estudiantes
de familias con más recursos, la educación
se sigue produciendo, ya que cuentan con
los insumos para enfrentar los efectos de la
paralización de la educación presencial; en
cambio, para los grupos vulnerables la situación
se hace más complicada, ya que asistir a la
escuela es su única vía de ejercer su derecho a la
educación (Murillo y Duk 2020), conrmando
que “el paso de la presencialidad a la virtualidad
de la educación, ha afectado, en mayor medida, a
los estudiantes de los estratos socioeconómicos
más desfavorecidos, a los estudiantes de la
educación pública, más todavía” (Vivanco-
Saraguro 2020:166).
Se ha tratado de implementar estrategias en
red que posibiliten seguir en conexión; pero
en este camino, un gran sector de la sociedad
se ha quedado fuera por no tener acceso a
determinados recursos tecnológicos (escaso o
nulo acceso a las redes de conectividad), lo cual
ha conducido al incremento de las desigualdades
sociales (Martínez y Maestri 2020).
Considerando que las condiciones son diferentes,
beneciosas para unos y adversas para otros, ¿se
puede hablar de iguales oportunidades para una
educación virtual de calidad? Denitivamente
no. Los resultados obtenidos inducen a que la
educación en tiempos de pandemia ha pasado
de ser un derecho fundamental de toda persona
a un producto de mercado que puede adquirir
quien mejores recursos posea, ampliándose la
brecha de desigualdad en relación al acceso a
una educación de calidad.
Conrmando, además, que “la pandemia de
COVID-19 exacerbó las desigualdades sociales,
la inequidad y la exclusión” (CEPAL-UNESCO
2020:16), mostrando mayores brechas en
infraestructura, conectividad y condiciones
formativas de maestros y estudiantes (Ruiz
2020); y aunque las vulnerabilidades y las
desigualdades sociales existían mucho antes de
la crisis de la COVID-19, se están agravando en
el contexto actual (Beaunoyer, Dupéré & Guitton
2020), ya que se inició una transformación digital
extensa, repentina y dramática en la sociedad
(Iivari, Sharma, & Ventä-Olkkonen 2020).
Al respecto, la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) arma
que “incluso antes de enfrentar la pandemia,
la situación social en la región se estaba
deteriorando, debido al aumento de los índices
de pobreza y de pobreza extrema, la persistencia
de las desigualdades y un creciente descontento