ACCIONES REVOLUCIONARIAS EN AMÉRICA LATINA:
PUNO Y EL ALTO PERÚ DURANTE EL PROCESO DE INDEPENDENCIA (1809 – 1825)
Número 14 / AGOSTO, 2021 (70-83)
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de ambos ejércitos se produjo la Batalla de
Guaqui, el 20 de junio de 1811, con la derrota
del ejercito auxiliar y combinado. Nuevamente
las fuerzas virreinales volvieron a ocupar el Alto
Perú.
La noticia sobre la victoria realista rápidamente
se difundió, por ese motivo, el intendente de
Puno, Manuel Quimper Benites del Pino, el 24
de junio de 1811, dio un bando a la población
puneña, destacando el triunfo de las fuerzas
realistas en la batalla de Guaqui, ordenó que
se procediera con la iluminación de las casas y
ocinas durante tres noches continuas, repique
general de campañas y, misa de gracia y Te
Deum en la iglesia matriz de dicha ciudad. El
bando suscrito señalaba:
(…) los insurgentes del Reyno de Buenos
Aires, los que vil y cobardemente
abandonaron aquel punto fatigado de
nuestros fuegos, dejándose el tren de
campaña compuesto de quince piezas
de cañón, el almacén de municiones,
quatrocientos fusiles, y una completa
botica, cerca de trescientos prisioneros
con la crecida pérdida de quinientos
muertos resultando de nuestra parte en
corto número que es a indispensable,
que por su valor y constancia hicieron
el sacricio de sus vidas, a Dios, el Rey
y la patria, cuya memoria de su honor
y valor, será eterna en los annales de
nuestra historia. (ARP 1811:36)
A pesar de todo y contra todo, el estado de
rebeldía de la población indígena en el Alto Perú
no cesó con la derrota de Guaqui, al contrario,
tuvo una larga duración teniendo como actividad
la guerra de guerrillas.
Al respecto, el arriero puneño Juan Santos Días,
alias El Cochabambino, señala que, cuando
estuvo en Oruro realizando servicio al ejército
real se prestó a retornar a Puno con 18 mulas,
con pasaporte otorgado el 27 de julio de 1811
por Fermín de Piérola, coronel del regimiento
de infantería de Urubamba y comandante de
la segunda división de Vanguardia del ejército
de observación del Alto Perú, en el trayecto
fue “sorprendido en el alto de la Paz por los
insurgentes de cuya tiranía pude salvar mi vida
por caminos extraviados dejando las referidas
mulas y varios intereses míos” (ARP 1810:8).
Al parecer, aquellas estrategias determinaron
el futuro de la Independencia del Perú,
sabiendo que, cualquier violencia sin voluntad
signicaría dañar la emancipación y libertad
de los insurgentes patriotas (Pizarro 2018). Así
mismo, los grupos con quienes se hizo posible la
independencia y, aún más, la construcción de un
modelo de Estado destinado a asumir los nuevos
retos de la modernidad (López 2019) serían los
mismos indígenas del altiplano.
La experiencia latinoamericana con el
colonialismo europeo, junto con los retos que
trajo consigo su independencia, demostró que el
estado desarrollista que surgió gradualmente en
la región vino a denir los límites de lo pensable
y lo posible para el resto del mundo poscolonial
(Huanca-Arohuanca 2019; Eslava 2019).
PUNO Y EL ALTO PERÚ DURANTE
LA REBELIÓN DEL CUSCO 1814
La primera expedición libertadora del ejército
peruano recién creado por los hermanos Angulo
y Pumacahua fue la que partió al Alto Perú, y
que reunió los mayores elementos de tropa con
sus respectivas operaciones. A mediados de
agosto de 1814, apenas dos semanas después
del estallido libertario, partió bajo el mando del
Sargento Mayor José Pinelo y el cura tucumano
Ildefonso Muñecas, teniendo como objetivo
destruir la retaguardia de Pezuela para aislarlo
de su núcleo de abastecimientos.
De manera que, la expedición al Alto Perú avanzó
sin dicultades por el camino del Collasuyo,
recibiendo en el Altiplano peruano el refuerzo
de numerosas milicias rurales, sobre todo en
Azángaro y Carabaya. Para esa época, en Puno
existía una guarnición realista de 200 soldados
y 500 reclutas al mando del Intendente de Puno
Manuel Quimper, quienes decidieron retirarse
a Arequipa, pues en la noche del 25 de agosto
la guarnición realista de la ciudad lacustre se