LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO
Número 10 / ABRIL, 2020 (130-143)
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Número 10 / ABRIL, 2020 (130-143)
mgonzalez985@puce.edu.ec
Ponticia Universidad Católica del
Ecuador, Facultad de Psicología.
Quito, Ecuador
ORCID:
https://orcid.org/0000-0003-0110-2220
jptorres@uce.edu.ec
Universidad Central del Ecuador, Facultad
de Comunicación Social.
Quito, Ecuador
ORCID:
https://orcid.org/0000-0003-4999-4475
Recibido:
29/03/2019
Aceptado:
01/07/2019
María Alejandra González
Quincha
Jaime Patricio Torres
Medrano
LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO
COLONIZATION CHILD
DOI:
https://doi.org/10.37135/chk.002.10.09
María Alejandra González Quincha; Jaime Patricio Torres Medrano
Número 10 / ABRIL, 2020 (130-143)
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El presente artículo de reexión, analiza y cuestiona el proceso de
colonización en los niños y niñas al interior de la familia. Su intención es dar
un marco de referencia que permita entender la violencia sobre la infancia
como una forma de reproducción de la subjetividad colonial. Esta reexión
surge posterior a un trabajo desarrollado en escuelas urbano-rurales del
sector de Cayambe, donde se evidenció que las prácticas de violencia
físicas o simbólicas siguen replicando contenidos de la lógica colonial
instalada al interior de las familias, expresadas en la subordinación de los
niños de considerarlos como sujetos sin autonomía, sin pensamiento propio
y portadores de una naturaleza desviada que hay que corregir. El trabajo,
utiliza la hermenéutica como método, tiene como referencia los trabajos de
Fanon y Memmi, en diálogo con Mendel, ubicando a la infancia como el
lugar donde se reproduce el sujeto colonizado. Este análisis desarrollado en
el campo de la psicología social crítica, se fortalece con la prespectiva de
Michelle Foucault sobre la colonización y psiquiatrización de la infancia y
de Enrique Dussel en la pedagógica latinoamericana. Durante el análisis, se
concluyó que la paternidad y maternidad colonizadas, reproducen prácticas
culturales de crianza que perpetúan la condición de sujeto colonizado.
Palabras clave: Colonización, psiquismo, internalización, sentimiento de
culpa, abandono, violencia infantil.
This reection article analyzes and questions the process of colonization
in children within the family. Its intentionality is to provide a framework
for understanding violence over childhood as a form of reproduction
of colonial subjectivity. This reection arises after a work developed in
urban-rural schools in the sector of Cayambe. It was evidenced that the
physical or symbolic violence practices continue to replicate contents of
the colonial logic installed within families, expressed in the subordination
of children, to consider them as subjects with no autonomy, no thoughts and
bearers of a deviant nature that must be corrected. The theoretical reection
document uses hermeneutics as a method, it has as reference the works of
Fanon and Memmi, in dialogue with Mendel, locating childhood as the
place where the colonized subject is reproduced. This analysis, developed
in the eld of critical social psychology, is strengthened by the views of
Michelle Foucault on the colonization and psychiatrization of childhood
and Enrique Dussel in Latin American pedagogy. During the analysis, it
is observed how the paternity and maternity colonized, reproduce cultural
practices of upbringing that perpetuate the condition of colonized subject.
Keywords: Colonization, psychism, internalization, guilt, abandonment,
child violence.
Resumen
Abstract
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LA COLONIZACIÓN
DEL NIÑO
COLONIZATION CHILD
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INTRODUCCIÓN
El presente artículo pretende contribuir a la com-
prensión de la situación de violencia contra la
infancia en los sectores populares y parte de una
aproximación a la comprensión de la colonización
del niño.
Este acercamiento procura responder a la interro-
gante siguiente: ¿cómo opera la colonización del
niño? y toma como punto de partida las reexiones
de Fanon (citado por Oto 2003), Memmi (1966) y
Mendel (1974) sobre el sujeto colonizado, en aras
de contar con elementos para comprender, por una
parte, cómo el sistema social, impactado por la ex-
periencia colonial, habita los sujetos y por otra,
que la reproducción social de esta estructura es
consecuencia de la internalización del sistema co-
lonial, ahora dispuesto en los regímenes discipli-
narios-modernos, como arma Foucault (2000).
Fanon (citado por Oto 2003) dene cómo y bajo
qué circunstancias se establecen esos mecanismos
psíquicos que generan los procesos de identica-
ción del yo, del sujeto colonizado con el mundo
exterior colonial. Haciendo uso de la propuesta de
Germanie Guex (1964) esclarece esos mecanis-
mos internos de los sujetos que producen la incor-
poración de la cultura colonizadora, como estruc-
turas constitutivas de carácter neurótico del sujeto
colonizado producto de la escisión de la cultura
originaria, al colocar la experiencia de conquista
como componente fundante básico y arcaico en la
estructuración del yo de este sujeto colonizado.
En este marco, reconoce que esas experiencias y
organización del yo perpetúan una condición de
inferioridad en el sujeto colonizado (hombre o
mujer), cuya salida a esa condición de negatividad
se relaciona con la sustitución de su yo (congu-
rado en su cultura originaria conquistada) por un
yo que adquiere atributos de la cultura colonizado-
ra, aspiración de blanqueamiento como estrategia
neurótica de superación de esa inferioridad.
La teoría de Fanon (citado por Oto 2003) permi-
te comprender cómo, internalizado el régimen
colonial en los sujetos, este se reproduce luego
en la crianza del niño aunque su trabajo tiende a
centrarse en el hombre colonizado y referir como
característica única el deseo de amor de la mujer
colonizada por el colonizador. Estos mecanismos
pueden esclarecer cómo la reproducción social del
sistema colonial-disciplinario en el niño, perpetúa
sistemas de dominación en tanto reedición del po-
der colonial.
Por otro lado, el trabajo de Memmi (1966) sobre
el retrato del hombre colonizado, admite prestar
atención y comprender cómo se reproduce el siste-
ma colonizador en los sectores urbanos y obreros
empobrecidos. Eso implica que el régimen colo-
nial prolongado en los estados modernos consiente
acentuar los procesos de exclusión, pero al mismo
tiempo legitimar sistemas de explotación. El autor
brinda algunas nociones sobre qué comportamien-
tos surgen del padre colonizado, que como expre-
sión o mecanismo de defensa y como articio de
sobrevivencia reproducirá formas naturalizadas
del ser colonial, pautas de comportamiento que
por aprendizaje vicario el hijo incorporará como
conducta de sujeto colonizado.
Memmi (1966) identica, además, el trocamien-
to de las formas de representación del colonizado
colocando como característica la unicación de
esas representaciones en la pereza; de ahí deven-
drá esa conducta natural a las desviaciones, por lo
que desde la niñez es necesario el disciplinamien-
to a la subordinación y la obediencia del niño y del
adulto hacia la explotación. Asociada la pereza a
la mediocridad y la debilidad mental, se justican
los mecanismos de colonización del niño, como
aparente forma de integración a las relaciones so-
ciales de producción basadas en la explotación.
Este investigador propone que la colonización im-
plica borrar todo rastro de la memoria histórica del
proceso de conquista, y colocar el momento ar-
caico fundante de la existencia humana y el inicio
de la historia, es decir, la conquista como lugar de
origen, y eliminar de toda narración los registros
de religiosidad, iconografía y textos que reeren
a las culturas originarias conquistadas. El niño
colonizado aprenderá la historia del colonizador
como propia, a lo que Memmi (1966) denomina
usurpación.
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A partir de allí, Mendel (1974) entregará funda-
mentos para descifrar los mecanismos de coloni-
zación del niño bajo la comprensión de internali-
zación de la autoridad a través de la conformación
del super-yo del sujeto, lugar en el que se inter-
naliza la norma, o sea, la ley como escenario de
autorregulación del comportamiento en tanto es-
tructura moral-colonial.
La autoridad congurada a partir de la conquista,
posterior al resquebrajamiento de los objetos que
ordenaban el psiquismo de los pueblos origina-
rios, se instala en una forma que persigue el so-
metimiento y la subordinación de los sujetos para
garantizar el saqueo y la extracción de recursos.
Para su efectividad es necesario construir un modo
de ser padre y madre, y garantizar la permanencia
del sistema colonial mediante una forma de auto-
ridad que someta a la familia.
Esta forma de autoridad implicaba inicialmente
poner al padre como centro que oprime a la madre
y somete al niño. Ello garantiza que el hijo, a pesar
de que busque maneras de rebelión frente al padre
y la madre, responda a los intereses del régimen
colonial al evitar la posibilidad de ruptura con el
sistema colonial, mostrando así una efectividad de
la familia colonizada.
Este estilo de autoridad se transforma en su esté-
tica, pues el efecto de subordinación se manten-
drá en las aparentes sociedades de clase donde se
mixtica el régimen de soberanía y el régimen
disciplinario, es decir, un estado colonial-moder-
no. Por ende, la autoridad colonial no se resuelve,
sino que se torna fantasmática, hecho no disipado
e inmutable. Dicha autoridad se transforma en la
medida en que lo hacen las relaciones sociales de
producción, por lo que la colonización del niño se
enmascara en cuanto el ser padre y madre se trans-
forma mediante procesos económicos-políticos de
carácter histórico, manteniendo su nalidad colo-
nizadora.
Este análisis es un punto de partida para advertir
que los comportamientos adyacentes de los niños,
de los jóvenes que son consecuencia de los pro-
cesos de colonización, podrían ser interpretados
no como comportamientos patologizados, sino
más bien como formas de resistencia frente a esas
relaciones colonizadas históricamente. Signica
que todo comportamiento identicado como una
patología natural de los sujetos pobres, es posi-
ble que sea signo del surgimiento de relaciones
alternativas o de nuevas prácticas sociales de re-
sistencia, frente a un sistema social que provoca
la exclusión, explotación y subordinación de las
poblaciones, para satisfacer la acumulación de ca-
pital de los grupos hegemónicos que representan a
los intereses del nuevo sistema colonial-moderno.
Se hace necesario, en primera instancia, develar
cómo se produce la colonización de los sujetos y
a partir de allí, proyectarse a una comprensión di-
ferente de las poblaciones a las que se les atribuye
una serie de comportamientos identicados como
inadecuados y que están relacionados con sus des-
ventajas sociales y económicas.
METODOLOGÍA
El presente artículo de reexión toma como punto
de partida la concepción psicosocial de la colo-
nización, para comprender cómo se estructura la
subjetividad del sujeto colonizado, al constituir
esta la forma fundamental de cómo se reproduce
generacionalmente la práctica de colonización,
particularmente en la infancia. Esto facilita expli-
car los comportamientos de los sujetos en las re-
laciones cotidianas, especialmente en el ámbito de
la violencia contra la infancia.
El trabajo asume una mirada hermenéutica, toma
como referencia las premisas propuestas por Ga-
damer, quien declara: “[es] una exigencia her-
menéutica justicada el que uno se ponga en el
lugar del otro para poder entenderle” (1993:188).
Donde “el horizonte del pasado, del que vive toda
vida humana y que está ahí bajo la forma de la tra-
dición, se encuentra en un perpetuo movimiento”
(Gadamer 1993:189).
Estas premisas permiten observar, a partir de los
trabajos de Fanon (1965), Memmi (1966) y Men-
del (1974), que la reproducción de las formas de
colonización en la época actual se sitúa en escena-
rios y condiciones organizativas familiares donde
socializan los niños y por tanto reviven la condi-
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ción colonial de la infancia.
En este marco estos elementos son importantes
para comprender la violencia contra la infancia. A
partir de todas estas nociones, las formas de vio-
lencia que se producen en la infancia se vuelven
cognoscibles, y facilitan la comprensión psicoso-
cial de su colonización.
De hecho, fue necesario ubicarse en diversos cam-
pos sociales. En primera instancia se hizo un acer-
camiento a los trabajos de Fanon (1965), Memmi
(1966) y Mendel (1974), y se situaron elementos
para comprender la estructuración subjetiva del
sujeto colonizado, en su forma yoica.
Este análisis permite colocarse en otros campos y
analizar la manera en que se congura la paterni-
dad y maternidad colonizadas, y cómo ello esta-
blece una condición para colonizar al niño en la
vida cotidiana, con estrategias y discursos diver-
sos.
Esta reexión sobre la madre, el padre, e hijo co-
lonizados, se enlaza con campos intra-subjetivos
asociados a la incorporación de la culpa y el sen-
timiento de abandono en los sujetos, como con-
secuencia de la reproducción del proceso de co-
lonización de la infancia, es decir, reproducción
histórica al interior de las familias.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Fanon sostiene que: “Para inventariar la concep-
ción del mundo de un hombre, conviene proceder
en las investigaciones como si, desde una impre-
sión de la infancia hasta el estado de cosas actual,
se trazara una línea.” (2009:77), reriéndose a la
necesidad de comprender la historia del sujeto en
su singularidad, a partir de rastrear su infancia, in-
cluyendo las formas y contenidos que se produ-
cen en la relación que este establece con su tejido
e instituciones sociales, por lo que se puede dar
cuenta y explicar los comportamientos en la edad
adulta.
Pero si a esta singularidad se la coloca en un con-
texto y la historicidad de prácticas sociales especí-
cas como lo sugiere Gadamer (1993), facilita una
mayor comprensión de dichos comportamientos.
Horkeimer (1994) por su parte, identica la con-
tradicción de que, a pesar de los cambios en la
economía, la política y las formas de Estado en las
sociedades, las familias quedaron ancladas a los
estilos colonial-hacendatario. Y es justamente esta
estructura la que se mantiene en las familias por
hoy ubicadas como urbano-rurales, las familias
campesinas aún reproducen prácticas culturales
de crianza en la lógica colonial.
La apuesta teórica de Fanon (1965) permite com-
prender cómo históricamente el régimen colonial
se incorporó en los sujetos y, a pesar de que se
han transformado las lógicas económicas y las es-
tructuras sociales en las diversas sociedades, estas
mantienen relaciones sociales basadas en la repro-
ducción de innovadoras formas coloniales, que
reproducen la exclusión y la marginación social,
particularmente en los países denominados de la
periferia, donde se instalaron, posterior a la con-
quista, los regímenes coloniales.
De hecho, en América Latina y en Ecuador en
particular, la lógica colonial se extendió en las re-
laciones hacendatarias que se emplazaron incluso
en los espacios urbanos. Por tal razón, una forma
de comprender comportamientos sociales ligados
a formas de violencia en la familia, la escuela y
otros espacios sociales, supondría mirar cómo las
relaciones coloniales se instalaron como prácticas
culturales de crianza y prácticas culturales educa-
tivas.
Se observa justamente, y a través de las siguientes
reexiones en campos sociales distintos, particu-
larizando las maneras de ejercer la paternidad y
maternidad, cómo dichas prácticas son esencial-
mente coloniales. Horkheimer (1994) plantea que
“la civilización moderna emancipó a la familia
burguesa” (p.177). Al ser precisamente esta su
gran contradicción, pues “la familia siguió siendo
esencialmente una institución feudal basada en el
principio de la sangre” (Horkheimer 1994:177).
Para comprender dicha armación en el contex-
to de América Latina, hay que recordar que, en el
siglo anterior, el régimen hacendatario seguía en
vigencia, las formas de trabajo basadas en el con-
certaje solamente posterior al levantamiento indí-
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gena campesino en los años ´90 se modicaron en
formas de trabajo asalariado. Por lo que supone
que la estructura familiar colonial-hacendataria se
sigue reproduciendo como una forma natural-cul-
tural.
Las reexiones siguientes se ubican en esa direc-
ción, para comprender cómo la colonización de la
infancia aún se reproduce, y cómo las formas de la
estructura familiar generan dichas prácticas.
En este marco, para comprender la reproducción
de la infancia colonizada, se inicia con una apro-
ximación al sujeto colonizado desde una mirada
histórica, la paternidad y maternidad colonizadas,
los efectos de la internalización de lo colonizado
a través de la culpa y el sentimiento de abandono,
para situar nalmente la colonización del niño.
LA JUSTIFICACIÓN DEL DOMINIO
La conquista, producto del expansionismo euro-
peo hacia el resto de continentes, y en particular
al continente americano, dio paso al proceso de
conguración de un sistema colonial que tuvo que
ser justicado con argumentos que colocaban a las
poblaciones conquistadas como no humanas, o era
una humanidad desviada, corrupta. El argumento
de que la acción de conquista obedecía a una ley
natural de carácter divino fue sostenido por la lo-
sofía de la época. Con la nalidad de garantizar el
saqueo, la conquista y el hecho colonial garantiza-
ron el despojo de la riqueza de los pueblos coloni-
zados, como una causa justa.
Gines de Sepúlveda(1996) argumenta que la gue-
rra contra los indios fue justa en la medida que
obedecía a una ley natural que declara la condi-
ción natural (ley biológica) de la mayoría de los
hombres a la servidumbre, al ser la servidumbre
consecuencia de una imperfección, donde “lo per-
fecto debe imperar y dominar sobre lo imperfec-
to, lo excelente sobre su contrario” (Sepúlveda
1996:85).
Con este argumento, Sepúlveda arguye que la con-
quista por derecho natural (ley eterna de Dios) es
legítima, por tanto, irrefutable, y en consecuencia
se debe aceptar dicha servidumbre como cosa jus-
ta. El autor asume que el dominio de estos hom-
bres se debe a que son siervos por naturaleza o por
la corrupción de sus costumbres, pues “saciaban
su hambre monstruosa con la carne de sus enemi-
gos” “siendo además estos indios cobardes y tími-
dos” (Sepúlveda 1996:105). Y continúa:
Por eso las eras se amansan, y se sujetan
al imperio del hombre. Por eso el varón
impera sobre la mujer, el hombre adulto
sobre el niño, el padre sobre los hijos, es
decir los más poderosos y más perfectos
sobre los débiles e imperfectos. (Sepúl-
veda 1996:85)
Sobre estos argumentos se sostienen las atrocida-
des cometidas en la conquista, que se justican
como un acto de justicia para devolverles la huma-
nidad de la que carecían estos hombres, edicando
de esa forma el régimen colonial.
INTERNALIZACIÓN DEL DOMINIO
Instalado el régimen colonial, es necesario inter-
nalizar el dominio, disciplinar y volver manejable
a las poblaciones, despojarlas no solamente de su
tierra sino de su voluntad y reducirlas a una con-
dición de servidumbre. La guerra siempre dispo-
ne resistencias, pero doblegada la población se
hace inevitable sustraerle realmente su humani-
dad, deshumanizarla y colocarla en situación de
negatividad, la guerra es atrocidad, pero la colo-
nización demuestra la crueldad del colonizador.
Esa crueldad opera en la interioridad del otro, “su
preocupación es hacerle sufrir esta indispensable
transformación. Y el mecanismo de esa remodela-
ción del colonizado es esclarecedor por sí mismo”
(Memmi 1966:95).
Se lo pinta al mismo tiempo frugal, sobrio,
sin amplias necesidades y engullendo re-
pugnantes cantidades de carne, grasa, alco-
hol o cualquier otra cosa; como un cobar-
de que teme sufrir y como un bruto al que
detienen ninguna de las inhibiciones de la
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civilización. (Memmi 1966:95)
Es despótico para colonizar su ser, que él sienta el
dolor, sienta que la guerra es necesaria para salvar
su vida perniciosa.
Parece que la guerra nace en cierto modo
de la naturaleza, puesto que una parte de
ella es el arte de la caza del cual conviene
usar no solamente contra las bestias sino
también contra aquellos hombres que, ha-
biendo nacido para obedecer, rehúsan la
servidumbre: tal guerra es justa por natu-
raleza. (Sepúlveda 1996:87)
Infringir dolor entonces es el mecanismo para do-
blegar el cuerpo y la voluntad, artilugio para in-
ternalizar un amo, “Hágase lo que debe hacerse
aunque a él le duela, porque este dolor es lo único
que puede sanarle” (Sepúlveda 1996:87). Y ello
se logra instalando toda una estructura colonial,
instituciones y prácticas. Edicar, como diría Fou-
cault (2007) es el poder de soberanía, cuyo ori-
gen está en el orden de lo divino o por derecho de
victoria en la guerra. Este poder de soberanía se
fundamenta en la extracción del despojo y en la
guerra, y para que se reedite se logra a través de
la violencia.
En consecuencia, para que esa relación
de soberanía se mantenga efectivamente,
siempre existe, al margen del rito de reco-
mienzo, de reactualización, al margen del
juego de las marcas rituales, la necesidad
de cierto complemento de violencia o cier-
ta amenaza de violencia que está por detrás
de esa relación, que lo anima y la sostiene.
El reverso de la soberanía es la violencia,
la guerra. (Foucault 2007:63)
La violencia será el mecanismo que movilice o
construya las nuevas subjetividades en los sujetos,
internalizar el miedo que esta provoca, y movili-
zar la angustia de muerte que induce para coloni-
zar el ser.
Tras instalarse en los pueblos conquistados el ré-
gimen colonial, y con él, el poder de soberanía,
a través de los sacricios humanos que incluyen
la eliminación de lo sagrado, de los rituales, de
sus formas de organización y de su escritura, todo
lo que no se encontraba en la lógica de las repre-
sentaciones del europeo se estacionará en lo de-
moníaco, lo bárbaro, en el sitio de la no verdad.
Dussel precisa: “buscaban la barbarie en cosas que
jamás habían sido bárbaras” (Dussel 1980:19), al
des-ritualizar su existencia y al despojarlos de su
religiosidad.
Entonces el más grande de los sufrimientos es el
arrebatarle al otro su propia existencia, dejarlo en
indefensión, en negatividad, e iniciar un nuevo
proceso de dominación que sigue una suerte de
linealidad, que conquista a través de la muerte o
apropiación del cuerpo del indio y la dominación
pedagógica (Dussel 1980) con el adoctrinamiento
como corolario o justicación de la conquista.
EL PADRE Y LA MADRE
COLONIZADOS
El proceso de dominación para la transformación
del vencido en el ser colonizado, debió sostenerse
en la variación o alienación de las formas de or-
ganización existentes, y la más cercana al parecer
es la familia. ¿Cómo lograr el adoctrinamiento del
que habla Dussel sino a través de congurar una
forma de ser padre y una forma de ser madre para
garantizar un hijo colonizado? El poder eclesiásti-
co se hará cargo de instalar una manera de ejercer
la autoridad-familia.
Fray Bernardino de Sahagún (como se cita en Ma-
rín-Guadarrama 2012:76) argumenta:
Ustedes que son padres y madres necesi-
tan urgentemente y fuertemente inducir a
sus hijos a la obediencia. Díganle a su hijo
(a): Hijo(a) mío(a), ten mucho cuidado;
obediente. Con esto, serás feliz y serás
amado aquí en la tierra y allá en el cielo.
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Escucha hijo mío; necesitas obedecer en
dos formas. En primer lugar obedece a
aquellos que gobiernan y dirigen espiri-
tualmente a la gente; por ejemplo, aquellos
que son sacerdotes. En segundo lugar obe-
dece a aquellos que gobiernan a la gente
en las cosas de la tierra; por ejemplo, los
gobernantes…ustedes necesitan amonestar
con esto a sus hijos (as)…
Para que opere esta nueva forma de padre y ma-
dre se los despoja de su ser, y son entonces el pa-
dre y la madre colonizados, “como zona de un no
ser, una región extraordinariamente estéril y ári-
da, una rampa esencialmente despojada” (Fanon
2009:42). Al padre lo estaciona como gura cen-
tral de la familia y quien ejercerá el dominio sobre
el hijo y la madre, y a la madre la marca de doble
dominación.
La madre colonizada no se hará cargo del adoc-
trinamiento del hijo. Colonizada por la Iglesia y
dominada por el poder patriarcal, sufre de doble
dominación. Es portadora de imperfección:
la mujer crea y cría individuos los primeros
años, pero los deja imperfectos. El respon-
sable de arreglar dichos desperfectos es el
padre. Es él quien mediante las enseñanzas
en las creencias cristianas, los convertirá
en jades pulidos mediante su enseñanza es-
piritual (Marín-Guadarrama 2012:80).
El proceso colonial desarticula las formas de ser
padre y ser madre de los pueblos conquistados.
Esta estructura cambió proponiendo una
jerarquía colonial diferente. En dichas re-
presentaciones se vislumbra la introduc-
ción del modelo patriarcal, que al mismo
tiempo que impregnaba de un poder in-
menso a la gura paterna, también lo vol-
vía un instrumento del poder eclesiástico.
(Marín-Guadarrama 2012:76)
Pero el poder del padre está al servicio del siste-
ma colonial, aunque él es subordinado a su lugar
de servidumbre. Este cambio fue impregnando
de una forma de autoridad represiva al interior de
las familias, pero su condición (la del padre) es
de inferioridad frente a la autoridad colonial. In-
ferioridades producidas por el despojo de su cos-
movisión y del lenguaje de crianza, propios de su
pueblo. Padre y madre son inferiorizados: “Todo
pueblo colonizado –es decir, todo pueblo en cuyo
seno nace un complejo de inferioridad– en virtud
de la destrucción de su cultura originaria, se sitúa
frente al lenguaje de la nación civilizadora” (Fa-
non 1965:22).
La crianza no es entonces ni del padre o de la ma-
dre, sino del régimen colonial, pues el padre ahora
es portador del lenguaje del colonizador, la obe-
diencia es la nalidad y el castigo del cuerpo del
niño es el mecanismo de reproducción colonial,
no hay lenguaje que hable de la vida del pueblo
originario sino del europeo. Al mismo tiempo,
constituir un padre colonizado y una madre colo-
nizada tiene como propósito perpetuar el saqueo,
ya no por el despojo que produjo el botín de gue-
rra. Ahora es la extracción de la fuerza de trabajo
como mecanismo, para perpetuar la depredación
de la tierra del pueblo colonizado.
El régimen colonial según Fanon (1965) es un
régimen de explotación, el adoctrinamiento a car-
go del padre colonizado es la naturalización de la
explotación por decreto bíblico, y este preparará
al hijo para la explotación. La inferioridad de la
familia colonizada se evidencia en la aceptación
natural a la explotación por la exterioridad colo-
nizadora.
Para que opere en él (el colonizado) la explotación
y sea efectiva la extracción de su fuerza de trabajo
como forma voluntaria, es necesario crear enton-
ces otra narración, ya no desde lo demoníaco ni
desde la brutalidad: “nada podría legitimar mejor
el desvalimiento del colonizado que su ociosidad.
El retrato mítico del colonizado incluirá, pues, una
increíble pereza” (Memmi 1966:2). Y el trabajo
como forma de explotación es ahora la manera de
redimir al colonizado. El padre colonizado será el
indio y el campesino explotado; la madre será so-
metida a la servidumbre de la casa, con el devenir
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se transformarán las formas de explotación, reedi-
tándose el proceso colonial, modernizándose.
EL SENTIMIENTO DE
CULPABILIDAD
Este proceso que inició con la conquista –uso de la
violencia sobre el cuerpo, el saqueo y eliminación
de su memoria social dispuestos en su iconografía
y sus formas textuales, la expropiación sistemática
de la tierra, el trastrocamiento de las religiosida-
des y la alteración de las formas de organización
social–, provocó una transformación de la vida
anímica de los pueblos conquistados. Los coloni-
zados conformarán un mundo interno, trazado por
una situación inicial de estado y sentimiento de
orfandad, para luego colocarse el sentimiento de
culpabilidad como negación a su lugar de origen.
Y de ahí acontece la conformación de un nuevo
sujeto, en tanto toda forma de estructura social es
estructurante, el sujeto es un ser producido social-
mente.
El sujeto es consecuencia de la cultura donde ha-
bita, y si esta cultura se rompe este se desgarra, ya
no hay contención ni proyecto o pulsión de vida y
se instala el sentimiento de orfandad. La orfandad
es la eliminación de los objetos que nos estruc-
turan, y esos son la madre, el padre, los espacios
sociales, las religiosidades, la memoria, que se le
arrebató al pueblo-sujeto colonizado. Su religiosi-
dad fue sustituida, y ahí se depositó la angustia y
el intento de re-estructurarse,
En esa Cristiandad los indios, en situa-
ción de orfandad, rotos los lazos con sus
antiguas culturas, muertos sus dioses tanto
como sus ciudades, encuentran un lugar
en el mundo [...] Se olvida con frecuencia
que pertenecer a la fe católica signicaba
encontrar un sitio en el Cosmos. La huida
de los dioses y la muerte de los jefes ha-
bían dejado al indígena en una soledad tan
completa como difícil de imaginar para un
hombre moderno. (Dussel 1980:19)
Este intento de reestructuración elaboró un nue-
vo comportamiento ligado a la servidumbre, y
este paralizó el impulso por la vida, debido a los
nuevos contenidos de la religiosidad impuesta que
exigían la obediencia e instalaban el sentimiento
de culpa como dispositivo de dominación, sosteni-
do en nuevas formas de represión. “El método de
dominio más importante del cual los otros derivan
es, nos dice Freud, este sentimiento de culpabili-
dad” (Rozitchner 1979:207). Una religiosidad cul-
posa que transforma a la violencia en un acto de
benevolencia producida por el colonizador.
El sentimiento de culpa no es sino internaliza-
ción de la autoridad colonizadora, se encarna en
el mundo interno del sujeto para colocarse como
acción de auto-punición y genera la dependencia,
pues la desarticulación interna de los objetos con-
tenedores produce indefensión en el sujeto. Esta
indefensión ocasionará la conformidad social y la
estructuración de un yo disminuido, un yo infe-
riorizado, reprimiendo internamente el deseo de
liberación. Es un sujeto en falta, por lo tanto, de-
sarrolla un sentimiento de abandono.
EL ABANDONO
Fanon (1974) al citar a Germaine Guex (1964)
planteará que se arraiga la neurosis de abandono
en el colonizado, y el comportamiento que el ob-
serva es el sentimiento abandónico. La represión
del odio hará que el padre y la madre colonizados
reviertan la frustración hacia el hijo, como proyec-
ción de rechazo sobre mismos, al reproducir la
obediencia no al padre sino al régimen colonial.
Se forjará a partir de ahí una forma de reejo con
el Otro colonizador, el colonizado se mirará desde
sus rezagos objetales como circunstancia negati-
va,
[…] el entronizamiento del régimen colo-
nial no entraña la muerte de la cultura au-
tóctona. Por el contrario, de la observación
histórica resulta que el n buscado es más
una continua agonía que una desaparición
total de la cultura preexistente. Esta cultu-
ra otrora viva y abierta hacia el futuro, se
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cierra, congelada en el estatuto colonial,
puesta en la picota de la opresión. (Fanon
2009:41)
Cuando la propia cultura o el propio mundo de la
vida se cierra, este encerramiento ya no permite
procesos de identicación con lo propio, que se
vuelve alteración, despersonalización. El yo está
escindido y el sujeto se queda anclado en el pasa-
do, en el dolor. “En el sujeto de tipo negativo agre-
sivo, la obsesión del pasado, con sus frustraciones,
sus vacíos, sus derrotas, paraliza el impulso hacia
la vida” (Fanon 2009:85). Y al quedar anclado
en el pasado, el padre y la madre colonizados re-
fundan el despojo al que fueron sometidos, ya no
como expropiación, sino bajo la forma de caren-
cia. Aparece la pobreza entonces como reedición
del sometimiento colonial, y con ella tiende a re-
petir “sus decepciones pasadas y presentes, desa-
rrollando en él una zona secreta de pensamientos,
de resentimientos amargos y desencantos” (Fanon
2009:85).
El desencanto se vivirá como ausencia de recono-
cimiento social hacia sí mismo, y de ahí la depen-
dencia brotará como característica del colonizado:
[…] la ausencia de valoración, partiendo
de la seguridad afectiva, es en él casi com-
pleta, de allí un fuerte sentimiento de im-
potencia frente a la vida y los seres, y el
desprendimiento total del sentimiento de
responsabilidad. Los otros lo han traicio-
nado y frustrado y por lo tanto espera que
solamente los otros le mejoren su suerte.
(Fanon 2009:85)
Estos desencantos serán proyectados en el hijo
que vivirá una doble colonización, la del padre y
la madre como autoridad internalizada y la del sis-
tema colonial como exterioridad en el proceso de
internalización. El hijo estructurará el sentimiento
de abandono e incorporará en él la inferioridad.
¿De qué otra manera puede ser tan efectiva la per-
petuación del régimen colonial sino a través de la
colonización del niño?
LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO (EL
HIJO COLONIZADO)
Esta proyección será vivida por el niño como iden-
ticación, el yo del niño internaliza los objetos
primarios, como son la madre y posteriormente el
padre. Al internalizarlos como objetos, se incor-
porará en este ciertas cualidades de esos objetos
y con ello su mundo interno se irá congurando
como un mundo interno colonizado, producto del
condicionamiento a la autoridad del padre, ree-
ditándose el poder de servidumbre: “los propios
adultos explotados eran los que se encargaban de
condicionar a sus propios hijos a someterse a la
explotación y al reejo de sumisión del adulto, lo
que evitaba tener que recurrir incesantemente a la
coacción física” (Mendel 1974:97).
Pero esto, que ocurre al interior de la relación
padre-madre-hijo, se verá apuntalado con el sur-
gimiento de instituciones que penetrarán en la
vida interna de los sujetos, debido a la “innova-
ción económica e innovación política” (Foucault
2007:85). Con ello se produce el paso del poder
de soberanía al poder disciplinario, lo extraño de
América Latina es que inicia una coexistencia de
estas dos formas de poder. Por un lado, el régi-
men disciplinario se irá constituyendo en las elites
criollas ligadas al poder de la Iglesia y por otro, el
régimen de soberanía se quedaría anclado en las
haciendas. Por lo que el colonizador europeo co-
lonizará y disciplinará a los criollos y ellos perpe-
tuarán su propia forma de colonización sobre los
campesinos e indios.
Con el surgimiento de un intento de sociedad de
clase, pero aún dispuesta en un control político de
la Iglesia a pesar de una aparente frontera con el
Estado después de la independencia, el régimen
de soberanía y el régimen disciplinario coexistirán
incluso en las postrimerías del siglo XX, perpe-
tuándose de una o de otra manera el régimen co-
lonial como estructura social arcaica, en la que se
basa el surgimiento de las formas de estado con-
temporáneas en América Latina.
De ahí que la colonización del niño continúa en
cada época, más allá de la conquista europea, la
independencia y las democracias. La colonización
tomó otras formas cuando el régimen colonial se
perpetuó en el discurso de la pobreza, como se
LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO
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armó anteriormente. La hacienda se extendió a
los pequeños talleres, las fábricas, ampliando el
margen de los colonizados: indígenas, campesinos
y obreros.
Por lo tanto –y también aquí de una ma-
nera muy sistemática–, estos sistemas
disciplinarios aislados, locales, laterales,
que se constituyeron en la Edad Media,
comienzan a abarcar entonces toda la so-
ciedad mediante un tipo de proceso que
podríamos llamar de colonización externa
e interna, en el cual encontramos decidida-
mente los elementos de los sistemas disci-
plinarios… (Foucault 2007:93)
El efecto de este proceso es calar en el individuo el
sistema colonial, el padre fue el niño conquistado
y fue el niño colonizado. La fuerza externa mani-
esta podrá ser así reemplazada en cierto modo
por una fuerza interna que escapará a la concien-
cia y al poder del sujeto, haciendo de él un ser
dirigido desde el interior, un autómata que reac-
cionará por un reejo de sumisión a determinados
estímulos. Estímulos provenientes de la autoridad,
no es más que “la emanación del poder de la mi-
noría sobre la mayoría” (Mendel & Vogt 1978:83).
El padre, por lo tanto, ejerce una autoridad sobre
el niño que no es real y por ello lo abandona, es
un padre en presencia-ausencia. El Estado como
representación de minoría se hace cargo del niño,
pero también lo abandona, el efecto del régimen
colonial-disciplinario es la orfandad del niño, una
orfandad real-simbólica, abandono del padre y del
Estado.
El niño –ya padre– repetirá este patrón de rela-
ción como formas vinculantes históricas escindi-
das, que se van constituyendo por objetos internos
abandonados por el proceso colonial, “no podría-
mos expresar la intensidad del sufrimiento que
acompaña tales estados de abandono, sufrimiento
que se liga por una parte a las primeras experien-
cias de exclusión de la infancia, y que se revive
con toda agudeza” (Fanon 2009:87). Estos objetos
abandonados hacen que el sujeto no estructure se-
guridad en mismo, y la negatividad sobre su yo
se maniesta en los espacios sociales con un débil
reconocimiento social. “La primera característi-
ca parece ser el miedo a mostrarse tal y como es”
(Fanon 2009:88). Reconocerse en el Otro como
inferior implica que la representación individual
del hijo tiene versiones de los otros, es decir, los
aspectos del otro-padre se han internalizado.
Este acontecimiento se da en la medida que el hijo
es consecuencia de estructuras rígidas provocadas
por el sistema social colonial. En los procesos de
identicación aparece el padre como centro y la
madre colocada en el plano de la inferioridad y
sometida a la autoridad del padre, por lo que el
hijo se encuentra sumiso y dependiente del padre.
El colonizado hijo es consecuencia entonces de
una mutilación histórica que lo margina a una po-
sición de pasividad y privación social.
Esta mutilación social e histórica es po-
siblemente la más grave y de más duras
consecuencias. Contribuye a crear caren-
cias en los otros aspectos de la vida del
colonizado, y por un efecto de retroacción,
frecuente en los procesos humanos, se ali-
menta de las demás debilidades del colo-
nizado. No considerándose ciudadano, el
colonizado pierde pronto la esperanza de
que su hijo llegue a serlo. Renunciando él
mismo de inmediato, descarta hasta el pro-
yecto, lo excluye de sus ambiciones como
padre y no le concede ningún espacio en su
pedagogía (Memmi 1966:106–107).
COLONIZACIÓN DE LA NIÑA (LA
HIJA COLONIZADA)
La hija colonizada, en cambio, será sometida a
perpetuar su condición de inferioridad. Encerrada
en apariencia al interior de la casa, su deber será el
matrimonio apenas concluya el desarrollo de los
caracteres sexuales secundarios. Se convierte en
una estrategia de carácter económico, pero reedita
el sentido de imperfección de la mujer, por tanto,
incapaz de sostenerse a sí misma, por lo que nece-
sita de un marido para que la mantenga. Deberá la
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hija entonces desde muy pequeña arreglar la casa,
cocinar, y aprender que ella quedará a cargo de
la crianza inicial del niño. El encierro es aparente
en la medida que su fuerza de trabajo es necesa-
ria para las faenas del campo, trabajar la parcela,
ayudar al padre en la crianza de los animales, para
luego ayudar al marido en las labores.
Por otro lado, la crianza de la hija está implíci-
tamente relacionada con las relaciones sexuales
y con la función reproductiva, por lo que una ca-
racterística de la mujer colonizada fue su analfa-
betismo. Se reeditaba así una mirada de la mujer
ligada a una función natural presente en las otras
especies: la reproducción y de su incapacidad de
pensar. Por lo que la mujer-hija es subordinada en
todos los aspectos de la vida social y reducida a
una doble servidumbre, la del padre y luego la del
hijo.
La madre tendrá disposiciones diferentes con el
hijo, así como concesiones afectivas y conductua-
les, mientras que con las hijas existe una disposi-
ción menos condescendiente, se deberán discipli-
nar para que su condición de sumisión se observe
el momento de servir al padre y posteriormente al
marido. Ello deviene de una mirada de menor va-
lor a la mujer.
Aconsejaban –educar– a las mujeres para
ser única y exclusivamente hijas y esposas
sumisas y buenas madres de familia; por
tanto, tenían que hablar poco, someterse a
las decisiones del marido, salir a la calle lo
menos posible y abstenerse de amistades
femeninas. (Fraile 2004:75)
La mirada que se fue construyendo sobre la mu-
jer colonizada, india o negra, se mantendrá en los
siglos posteriores a la conquista y al régimen co-
lonial.
Ello supuso para las –mujeres– indias y ne-
gras una ubicación en el escalón más bajo
de la sociedad colonial en donde se les
equiparó con bestias hembras, sin ningún
asomo de pensamiento, voluntad y senti-
mientos; técnicamente no eran mujeres.
Estas ideas no sólo funcionaron durante la
Colonia, sino que mantuvieron su vigen-
cia en los procesos de conformación de los
estados nacionales y durante los procesos
de modernización tal como se evidencia
en las descripciones que las políticas de
desarrollo hacen de las mujeres pobres
de los países subdesarrollados. (Moreno
2014:33)
Reducida la actividad de la mujer a la reproduc-
ción y a la crianza de los hijos, también se asoció
con la actividad manual, por lo que las activida-
des comunes para su aprendizaje estaban relacio-
nadas, por ejemplo, con el bordado y las buenas
costumbres. No es extraño que las mujeres como
totalidad hayan sido colonizadas, la mujer coloni-
zadora es colonizada en misma. Se emplazaron
las actividades de la mujer de las urbes a los secto-
res rurales y a los tugurios.
Ello implica no solamente una colonización de la
mentalidad y la actividad sino del cuerpo. La mu-
jer colonizada asumirá que la niña está destinada a
la maternidad, al cuidado de los hijos y al trabajo
doméstico, aunque en realidad está direccionada
a que la niña-mujer reconozca el poco valor de su
trabajo pues reedita esa condición de inferioridad.
CONCLUSIONES
La paternidad y la maternidad siguen reprodu-
ciendo comportamientos asociados a formas de
violencia física y simbólica que producen en los
niños actitudes de conformidad y sometimiento,
propias del sujeto colonizado, y que se presentan
frente a prácticas autoritarias multiplicadas en
otros espacios de la vida social, como la escuela y
posteriormente los ambientes laborales.
Muchos de los comportamientos situados en los
niños y adolescentes de los sectores populares,
vistos como –patológicos–, no son sino conse-
cuencia de esta estructura colonial. La violencia a
LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO
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la que están sujetos por parte de las familias y el
Estado, como maneras o estilos de crianza natura-
lizados, coloca a los niños en desventaja social, y
se emplazará a otras formas de desventaja.
Uno de los efectos es que desde la infancia se
asumirá la auto-culpabilización de su propia si-
tuación social, y una auto-referencialidad situada
como disminuido social, se auto-estigmatizan por
las formas de representarse en el cuerpo, y la exte-
rioridad los mira como portadores de marcas aso-
ciadas a una especie de mal-moderno que no son
sino esas grietas provocadas por el mismo sistema
y que les colocan múltiples veces en situación de
indefensión.
Sin embargo, como en todo sistema social entropi-
zado, surgen formas de reconstitución de lo psíqui-
co, por un lado, como alternativa a las escindidas
relaciones vinculares y por otro, como portavoz de
lo que el sistema provoca en los sujetos.
Esta reexión da cuenta de la posibilidad de hacer
otras lecturas hacia las nuevas maneras de exclu-
sión social, y encontrar la relación entre estas mo-
dalidades coloniales instaladas ahora en las insti-
tuciones, con otras formas de jerarquización social
que sería importante analizarlas, pero también si-
tuar las formas de resistencia que se producen en
estas poblaciones.
Si se parte de la importancia de conocer cuáles o
qué mecanismos se producen internamente desde
la infancia, para descubrir en el sujeto su colonia-
lidad, es importante también establecer cuáles son
las formas de resistencia que el sujeto colonizado
construye como prácticas sociales alternativas a
las dispuestas por el sistema social.
De todo esto se desprende que, a pesar de la orfan-
dad simbólica que les provoca el abandono de esas
estructuras familiares coloniales y sus prácticas de
crianza y producto del abandono sistemático de
los estados asumidos en la infancia; sería impor-
tante conocer por qué en su adolescencia-juventud
proponen otras narraciones y prácticas que pueden
ser leídas desde lo patológico por las instituciones,
pero que son posiblemente la forma en mediante
la cual estructuran un tejido social que les contie-
ne y apuntala.
Hay que preguntarse, además: ¿por qué los sec-
tores populares que se encuentran en condiciones
de precarización social y económica siguen siendo
objeto de innumerables formas de extracción de
conocimiento, reeditándose así a partir del conoci-
miento cientíco nuevas formas de colonización?
¿Qué nalidades se persigue cuando los hijos de
los sectores populares son estandarizados a partir
de su coeciente intelectual, limitando los acce-
sos a los sistemas educativos y reproduciendo una
jerarquización social basada ahora en los rendi-
mientos, coecientes y récords policiales?
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