teatrales son el resultado entre el performance cul-
tural y el arte, resultado además de la hibridación
del soporte artístico derivado de las artes visuales,
teatro, danza, literatura, entre otras, y por ende el
performance se debería tomar como un concepto
multidisciplinar que fomenta los lenguajes (Gru-
mann 2008 citado por Arriagada 2013:35).
En conclusión, Turner (1987) propone que las
prácticas de performance cambian tanto como la
finalidad, sea esto en forma artística, política, o de
ritual y esto trasciende de sus límites y a la vez
combina elementos para generar algo nuevo,
contrapuesto a las creencias o llamativo que pueda
ser este acto. (Turner citado por Taylor & Fuentes
2011:11).
Para los postestructuralistas la cultura no es una
cosa armada o petrificada en el tiempo, es un cam-
po de disputas sociales en las cuales las personas
conviven y luchan por sobrevivir e imponer sus
ideologías (Connerton, 1989). Pero esto conlleva
a cambios e hibridaciones dentro del contexto cul-
tural, pues los efectos de transculturación o globa-
lizadores hacen que las culturas no sean estables.
Taylor (2011) estudia aspectos de transición e hi-
bridación que conciben el acto performático como
reiterado, donde se hacen visibles trayectorias cul-
turales, lo que no permite resistir la construcción
dominante del poder artístico intelectual.
El acto del performance permite reevaluar lo que
sabemos, cuestionar definiciones del conocimien-
to, y el cambio de perspectiva permite reconocer
que no solo es un acto vanguardista efímero sino
un acto de transferencia (Connerton 1989), en el
que la identidad y la memoria colectiva se tras-
miten a través de ceremonias y comportamientos
reiterados: cómo aprender a hablar un idioma,
cocinar comida regional o tallar una máscara. Al
respecto, Schechner (1985:34) lo llama: “con-
ductas realizadas dos veces [twice-behaved beha-
vior]”, y esta repetición otorga al performance su
fuerza simbólica y reflexiva, por ejemplo, la danza
del ritual es performance, donde sus actores socia-
les son reiterados, convencionales o normativos.
En tal sentido, la Diablada Pillareña es una con-
ducta restaurada, como menciona Schechner
(1985), pues constituye la principal característica
en el campo estético y en las acciones que forman
parte de la cultura (ceremonias, rituales, entre
otros). Por lo tanto, las conductas humanas pueden
separarse de su contexto de origen donde generan
un valor de fiesta, para transmitir otras percepcio-
nes relacionadas con el hecho social como proceso
de reafirmación del sentimiento de comunidad que
aglutina a la colectividad que lo practica y que les
identifica como propio, mediante el desarrollo e
individualidades personales que se diluyen en el
acto colectivo que presenta la acción ritual puesta
de manifiesto en la Diablada Pillareña.
Asimismo, la participación en dicha festividad su-
pone la reafirmación simbólica y revalorización
como soporte de una de las más serias demostra-
ciones de originalidad en el folclore del cantón
Píllaro, demostrándose la estructura social que
sustenta la comunidad, relaciones de poder y el
control de los íconos que justifican este acto como
parte del protagonismo simbólico en las partidas
de disfraces, denominación dada a las comparsas
(INPC 2014:13); o en el control de los sistemas or-
ganizativos; distribución de roles que puedan estar
inmersos dentro del performance, entre otras ac-
tividades.
El sentimiento de comunidad en el performance y
las percepciones personales con que se asocia
están marcados por huellas, entre las que desta-
can: modo de aprender a vivir, relaciones interge-
neracionales (transmisión a través de generacio-
nes), hábitos, costumbres; entre otros, que en el
transcurso de la participación de los actores mani-
fiestan procesos de socialización que reproducen
la estructura social (Müller 2010:307). De esta
manera, varía la manera de interpretar los relatos
orales, espacio escénico, vestuario, accesorios,
maquillaje, máscaras utilería, iluminación, músi-
ca, cantos y sonidos, lográndose crear imágenes en
el espacio y tiempo.
Para el análisis del performance en la Diablada Pi-
llareña se tomará en cuenta: espacio escénico, mú-
sica, máscaras, sonidos y vestuario, que se consi-
deran relevantes y que se aplican, sin descartar los
que se han ido formándose dentro de su contexto.
Relacionados los espacios escénicos de la Diabla-
da Pillareña, estos constituyen una representación
del pueblo mestizo, donde al colocarlo en acción
crea cambios sociales en el espectador, grupos de
enmascarados representan procesos propios de la
fiesta, los participantes bailan y juegan con el