Roberto Gerardo Flores Olague
Eran las grandes luciérnagas de la América
meridional, las vaga lume, las cuales
despedían una luz tan viva, que a su claridad
podría leerse la escritura más pequeña
a distancia de algunos metros, y que,
encerradas tres o cuatro en un vaso de cristal,
bastan para alumbrar perfectamente una
habitación; el mismo fenómeno lo producen
las lampyris occidentalis, bellísimos insectos
fosforescentes, que se encuentran en grandes
cantidades en los bosques de la Guyana y del
Ecuador.
Los tres filibusteros, siempre silenciosos,
proseguían su marcha sin abandonar las
precauciones, pues, además de los hombres,
tenían que temer a los habitantes de la
floresta, como son los sanguinarios jaguares
y, sobre todo, las serpientes, especialmente
las llamadas jaravas, reptiles venenosísimos.
(Salgari 1998:9)
Nombres científicos de animales y plantas están
presentes en toda la narración. El autor busca revestir
de legitimidad científica sus descripciones del
continente americano. A esto último hay que añadir que
las dificultades geográficas y climáticas hacen que los
personajes, especialmente en este caso los filibusteros,
logren cualidades casi sobrenaturales para poder
esquivar cualquier obstáculo.
El Corsario Negro, en su larga persecución con el fin
de detener a su enemigo, lucha contra los terribles y
caprichosos mares del Caribe; entabla luchas feroces
contra los animales más temibles imaginados por el
hombre europeo; no se deja atrapar ni por las arenas
movedizas y peligrosos pantanos cubiertos de una flora
densa, que apenas da oportunidad al aire de circular.
Ante los riesgos, la actitud del noble italiano y la de sus
amigos es de perseverancia, ya que lo que impulsa a
lograr dichas hazañas es el valor de la justicia y las
virtudes de amistad, amor y camaradería.
Al revestir de esa actitud a sus personajes, Salgari
subraya el elemento de una vida con propósito y
significado, pues, aunque el autor modifique escenarios
y aventuras, los personajes tienen una dirección bien
establecida. Así es como se entiende que el nostálgico
filibustero diga: “Puede ser un animal –contestó
levantándose–. ¡Bah! ¡Nosotros no somos hombres que
nos asustamos! ¡Empuñad los sables y seguidme!”
(Salgari 1998:9)
Las precisas imágenes que Salgari realiza de los
elementos naturales también se extienden a los rasgos
de otras razas. La aparición de personas de raza negra
en el relato no es un elemento menor y su descripción
es parte de la valoración de lo extraño, lo ajeno para el
lector, que en este caso es europeo. El personaje
aborigen, Moko, que siente repulsión por el gobierno
español en América y será amigo inseparable del
Corsario Negro, se describe como
uno de los más bellos ejemplares de la raza
africana, pues tenía elevada estatura, anchas
y robustas espaldas, pecho amplio, y brazos y
piernas musculosas, que debían desarrollar
una fuerza enorme. Su rostro, aun cuando de
labios gruesos, nariz ancha y pómulos
salientes, no era feo; había en él cierta cosa
de bueno, de ingenuo, de infantil. (Salgari
1998:13)
La cita anterior pone sobre la mesa el ideal que los
románticos manejaban sobre la pureza del hombre,
especialmente en aquel que se había mantenido lejos
de la cultura técnica y racionalista que imperaba en
Europa, donde los deseos de lograr el bienestar y la
felicidad individual y social quedaban acotados al
orden y progreso tecnológico y científico. Se retomaron
las ideas de Rousseau que abogaban por la bondad del
noble salvaje, libre de prejuicios sociales, moralistas y
que vivía más libre y honradamente, habitando en las
tierras americanas y africanas, y que la literatura
romántica ensalzaba con descripciones como la anterior
con la ingenuidad e infantilismo que transmite.
Salgari dio al personaje de Moko una cualidad
fantástica, era encantador de serpientes y estas
obedecían las órdenes que les daba. La intimidad con
la naturaleza, aquella que añoraban los artistas del
romanticismo, es la que produce este entendimiento
entre el aborigen y las víboras. Es el mundo romántico
idealizado, un lugar donde no hay enfrentamiento entre
los seres racionales y los irracionales. El mismo
Corsario quedó maravillado ante el bello físico y el
poder de encantamiento, que nunca pudo presenciar en
Europa.
Si bien, el noble salvaje es puesto como un ser sencillo,
puro y leal, la nobleza de corazón, la caballerosidad, el
guardar juramentos y sostener su propósito son
cualidades de los hombres de mar de este relato. Si se
pierden estas características, que solo pueden nacer de
un espíritu sincero y leal, se pierde el héroe.
No hay lugar para la deshonra y comportamientos
vulgares dentro de las acciones del protagonista, el
cual, aun con sus deseos de venganza, rechaza actuar
como un asesino. La revancha debe saldarse siguiendo
normas de honor, en una lucha abierta y sin tomar
ventajas sobre el enemigo.
La guerra debe hacerse de frente al opositor, nunca
atacando por la espalda o estando este desarmado.