Edith Soledad Olivera Carhuaz
de los anteriores componentes. Se mide
por la intención de acciones por realizar.
Cabe precisar que, aunque las actitudes son
relativamente estables, están sujetas a cambio
solo si se trabajan en ellas.
En cuanto a los tipos de actitud, estos pueden ser
de dirección positiva, negativa y neutral; a medida
en que difieren de dirección, las actitudes también
difieren en intensidad, caracterizándose por ser
fuertes o débiles, según Blanco & Alvarado (2005).
La teoría social cognitiva de Bandura, Azzi y
Polydoro (2008) refiere que los individuos aprenden
observando modelos y viendo las consecuencias
de su comportamiento; los grupos con los que
se relacionan marcan una fuerte influencia en el
desarrollo de sus actitudes. Morales et al. (2000)
plantean que desde la teoría del equilibrio se
espera consistencia en las actitudes, es decir, que
exista un acuerdo entre el sentir, el pensar y actuar
frente al objeto en cuestión.
A partir de la teoría de la disonancia cognoscitiva
de Festinger, referida en Rodríguez et al. (2002),
el sujeto intenta establecer armonía, coherencia
y congruencia entre sus opiniones, actitudes,
conocimientos y valores. Si no hay concordancia
entre los anteriores elementos, se produce un
estado psicológico insatisfactorio, por lo que
el sujeto debe realizar un esfuerzo mayor para
hacerlos concordar; debido a ello, procura reducir
el estado de insatisfacción, ya sea relativizando las
cogniciones disonantes o negándolas.
En ese sentido, la etapa de formación superior es
esencial para potenciar la capacidad intelectual de
producir y utilizar conocimientos. Es así que Cano
(2002) refiere que uno de los retos más grandes
durante la vida académica es el de elaborar
trabajos de investigación científica; por ello, es
preponderante considerar la actitud estudiantil
frente a este ejercicio, ya que a los universitarios les
es difícil redirigir sus estructuras de pensamiento,
pues en la mayoría de los casos no han tenido esta
costumbre desde los primeros años.
Además, Savater (2001) indica que este es un
problema que complica la investigación desde el
colegio y que mejoraría con el reforzamiento de
actitudes que fortalezcan el deseo de querer saber,
la utilización de estrategias y técnicas de búsqueda
de información y la capacidad de transformarla en
conocimiento.
Según Cañal, Lledó, Pozuelos y Travé (1997),
la idea de investigación como una modalidad
didáctica se muestra por primera vez en la literatura
pedagógica en la obra de autores como Rousseau,
Pestalozzi, Dewey, entre otros. Desde unas
bases relativamente intuitivas, se ha postulado
la significación de la búsqueda y el hallazgo en
el alumno, que tiene su origen en la curiosidad
y en la tendencia a la invención, exploración y
experimentación, características inherentes en el
ser humano durante todas las etapas de su vida.
Es así que Bravo, citado por Hernández (1996)
alega que se debe sensibilizar al estudiante
acerca de la importancia del trabajo científico,
inculcando el espíritu indagador, interrogativo
y persuasivo. Por lo tanto, desarrollar actitudes
hacia el conocimiento y la investigación en los
centros académicos se transfigura en una labor
inapelable, puesto que las características propias
del estudiante hacen que el desarrollo investigativo
circule de manera natural y sencilla (Aldana &
Joya 2011).
Compete, entonces, promover en los venideros
profesionales actitudes hacia la investigación,
de manera que se transfiguren en sus usuarios,
proyectando que sea actitud habitual el enfrentar
los problemas que se les presenten de una forma
planificada, pensada y razonada, utilizando el
conocimiento científico.
Coraggio (1996) sugiere que se debe incentivar
a los estudiantes desde el ejemplo y la reflexión,
para que adjudiquen a su labor actitudes y valores
asociados al método científico. Sin embargo,
muchos docentes no muestran acciones propias
del trabajo investigativo en el aula ni fuera de ella.
Actualmente, existe un vacío y carencia con
respecto a la enseñanza y la formación en
investigación científica, lo cual se ve reflejada
en la actitud de los discentes para realizarla;
por consiguiente, denota la baja exigencia de
formación científica en las universidades no solo