Mónica Torres Cajas; Danilo Yépez Oviedo; Adriana Lara Velarde
Número 10 / ABRIL, 2020 (87-101)
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INTRODUCCIÓN
En los albores del siglo XXI, el desarrollo de las
telecomunicaciones y la tecnología han implica-
do una transformación en la organización social,
económica y política del mundo, que nos permite
tener acceso a cualquier tipo de información, pro-
veniente de cualquier lugar y de una innidad de
fuentes. En el contexto pedagógico se puede notar
una diversidad de estudiantes en las aulas univer-
sitarias, provenientes de diferentes etnias, estatus
socio-económico, distintas motivaciones y habili-
dades, entre otras. Esto demanda a los docentes
prepararse y asumir una actitud reexiva, para cu-
brir las expectativas académicas en las aulas, de
tal manera que se demuestre su éxito pedagógico
(Buckworth 2017).
En este contexto la innovación docente en las ins-
tituciones de educación superior es prioritaria y es
uno de los valores por los que todos los gobiernos
apuestan ante la actual situación de cambio (Sa-
linas 2004). Se entiende por innovación docente:
“realizar cambios en la formación que produzcan
mejoras en los resultados de aprendizaje. Sin em-
bargo, para que se considere innovación educati-
va el proceso debe responder a unas necesidades,
debe ser ecaz y eciente, además de sostenible
en el tiempo y con resultados aplicables a cual-
quier contexto” (Sein-Echaluce Lacleta, Fidalgo
Blanco & García-Peñalvo, 2013). Es decir, la in-
novación educativa tiene que ver con la creación
de algo nuevo, el proceso cómo se lo lleva a la
práctica y cómo esto aporta a una mejora, lo cual
debe estar estrechamente ligado a las necesidades
y retos en el campo educativo.
En el mismo sentido, es menester discurrir sobre
la calidad educativa. La Organización de las Na-
ciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO) ha manifestado su preocupa-
ción por la calidad educativa a lo largo de varias
décadas. En cada reunión se han hecho importan-
tes consideraciones que han incorporado distintas
dimensiones en calidad educativa de acuerdo a los
cambios experimentados con los avances cientí-
cos y tecnológicos, desde los estudiantes, los
procesos, los contenidos, las pedagogías activas,
la equidad, la pertinencia, la incorporación de los
medios tecnológicos y hasta la inclusión, a n de
favorecer un aprendizaje eciente y ecaz y de alto
rendimiento para todos. Es así que la UNESCO
(2015) reconoció que el rol del docente es central
para renovar las prácticas educativas, promover
nuevas maneras de enseñar y nuevas experiencias
de aprendizaje, de ahí que tomar consciencia de la
medida en que el docente universitario reexiona
sobre su práctica educativa es necesario con miras
a potenciar los objetivos, procesos y resultados de
aprendizaje que se generan.
Po su parte, la Ley Orgánica de Educación Supe-
rior (LOES), vigente en el Ecuador desde octubre
de 2010, en su Art. 93 señala que el principio de
calidad consiste en la búsqueda constante y siste-
mática de la excelencia, la pertinencia, producción
óptima, transmisión del conocimiento y desarrollo
del pensamiento mediante la autocrítica, la crítica
externa y el mejoramiento permanente.
La evaluación docente, que se ha implementado
en la última década en todas las instituciones de
nivel superior como estrategia para mejorar la
calidad de la educación, en concordancia con la
mencionada LOES, por largo tiempo ha sido un
punto controversial y evasivo en las instituciones
educativas, que requiere ser rescatado y motivado
desde el enfoque conceptual y actitudinal, de ma-
nera que favorezca los procesos de reexión, para
que se conviertan en verdaderas herramientas de
cambio en el hecho educativo.
La reexión que se genera en la evaluación do-
cente puede ser enfocada desde distintos ángulos
y etapas, ya sea relacionadas con la gestión, la aca-
demia y la vinculación, que de una u otra mane-
ra inuyen en la calidad de aprendizaje (García,
Loredo & Carranza 2008). Sin embargo, en esta
investigación se considera la reexión del desem-
peño en el campo profesional, el ejercicio que el
profesor desarrolla especícamente en el aula, que
supone una interacción constante con el estudian-
te, en donde se genera una variedad de situaciones
de acuerdo a objetivos determinados que inciden
en el aprendizaje, pues como argumenta Veloquio
(2016), es aquí donde la práctica docente se crista-