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REVISTA CHAKIÑAN, 2018, Nº.6, DICIEMBRE, (149-157)
ISSN 2550-6722
LA VUELTA A CASA DE UN EXTRANJERO: LA POÉTICA DEL INSILIO
DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE
A FOREIGNER’S RETURN HOME: CÉSAR DÁVILA ANDRADE’S SELF-EXILED POETICS
ABSTRACT
RESUMEN
Close to celebrating a hundred years of César Dávila Andrade’s birth, it is necessary to think
again and reread his writing, given the importance that he had and has in Ecuadorian writing.
Consequently, a thoughtful tribute concerning his lyrical poetry is needed due to his legacy.
The study corpus comprises “La casa abandonada”, “Canción de nostalgia” and “Carta de
la ternura distante”, which show the desire to return to a time and space transformed. This ar-
ticle is based on the analysis of the content, semantic and symbolic construction, to show what
strategies are used by the lyrical “I” in said return, since it self-exiles and exiles, constantly
seeking to t into the world that surrounds it. However, at the end, it reafrms that it does not
belong, it doesn’t recognize itself; ultimately, a nostalgia and frustration of that which was and
cannot be again.
Keywords: César Dávila Andrade, self-exiled, memory, return,
A cien años de cumplirse el centenario del nacimiento de César Dávila Andrade es necesario
volver a pensar y releer su escritura dada la importancia que tuvo y tiene en las letras ecuatoria-
nas. En consecuencia, es preciso hacer un homenaje reexivo sobre su legado lírico. El corpus
de estudio está conformado por “La casa abandonada”, “Canción de nostalgia” y “Carta de la
ternura distante”, que muestran el deseo de volver a un tiempo y espacio que se han transfor-
mado. Este artículo de reexión se basa en el análisis del contenido, construcción semántica
y simbólica, para mostrar qué estrategias utiliza el yo lírico en ese regreso, pues se insilia y
exilia como una búsqueda constante de encajar en el mundo que le rodea. Sin embargo, al nal
se rearma en una no pertenencia, en un no reconocimiento; en denitiva, en una nostalgia y
frustración de eso que fue y no podrá volver a ser.
Palabras clave: César Dávila Andrade, insilio, regreso, memoria
María Teresa Arteaga A.
maria.arteagaa@ucuenca.edu.ec
Universidad de Cuenca
Fecha recepción: 20/03/2018
Fecha aceptación: 11/06/2018
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INTRODUCCIÓN
¿Es necesario regresar a casa? ¿Es importan-
te mantener una memoria intacta del lugar de
partida? Estos cuestionamientos surgen pues,
y a pesar de que, cambiar y migrar son par-
te de la condición humana, en un momento
determinado de esa marcha, también es nece-
sario volver. Esta armación se basa en que
en ese espacio-tiempo del retorno está el ger-
men, el origen de lo que se es; es decir, la tie-
rra húmeda que fortaleció las raíces. En este
sentido, la partida y el regreso serían parte de
la condición humana. Sin embargo, también
cabe preguntarse: ¿qué pasa si ese viaje trans-
forma al ser y al regresar surge el sentimiento
de extrañeza en el propio hogar?
César de Jesús Dávila Andrade (1918-1967)
fue un poeta, narrador y ensayista cuencano.
Su obra, según Jorge Dávila (1993) se en-
cuentra clasicada en tres etapas: cromático
Espacio me has vencido, “Oda al Arquitecto”,
“Canción a Teresita”, “Carta a la madre”–,
experimental-telúrico –“Arco de instantes”,
“Catedral salvaje” y “Boletín y elegía de las
mitas”, Abandonados en la tierra, 13 relatos–
y hermético –Cabeza de gallo, En un lugar no
identicado, Conexiones de tierra, Poesía del
gran todo en polvo; Magia, yoga y poseía–.
Estas etapas hacen evidente que, para el poe-
ta, la escritura fue la forma de acercarse a un
conocimiento, místico en un momento deter-
minado, como respuesta a una vida inquietan-
te y angustiosa.
En el trascurso de su existencia, como hom-
bre, escritor y ciudadano, se distanció de su
círculo, por lo cual se lo consideró como
“alguien que no encajó jamás en los mode-
los usuales del ser y estar burgueses, que no
tenía grandes aspiraciones en el terreno de lo
convencional” (Dávila Vázquez 1998:37).
Por otra parte, el poeta tuvo una existencia
“azarosa y atormentada, signada por una con-
ciencia de descentramiento y exilio y por una
no menos angustiada búsqueda de armación
existencial a través de una poesía intensa,
extraña y poderosa” (Vintimilla 2012:216).
En consecuencia, su escritura lo llevó por
caminos, vericuetos y senderos que lamenta-
blemente desembocaron en un suicidio como
último acto de resistencia.
Entre las razones que se señalan para este no
encajar del escritor cuencano, por un lado, es-
tán las orientaciones políticas. Así, por ejem-
plo, se inscribió en el Partido Socialista a pe-
sar de que la mayoría de su familia paterna se
alineó hacia lo libera, a excepción de su padre
quien se mantuvo dentro de una línea conser-
vadora. En otras palabras,
César Dávila era un inconforme, y desde
muy joven rechazó las ideas conservadoras
de su progenitor, sin que esto quiera decir
que simpatizase en exceso con las de sus
tíos. Su búsqueda iba por otros derrote-
ros, más amplios, universales y profundos,
que en su dialéctico espíritu podía aliar las
ideas igualitarias y revolucionarias de so-
cialismo, al que se aló tempranamente,
con las apasionadas persecuciones interio-
res del espiritualismo de todos los orígenes
imaginables. (Dávila Vázquez 1993:11)
Por otro lado, está su propio carácter como
un hombre distante, reservado, embargado
constantemente por la angustia. Este extraña-
miento y extrañeza se manifestaron también
en su obra ya que “por su temperamento y
por las condiciones singulares de su lírica y
de sus cuentos no fue un escritor adherido a
una generación o movimiento concretamen-
te determinados” (Dávila Vázquez 1998:50).
De todas maneras, tanto lo político como lo
personal irían de la mano, y se vería reejado
en su escritura, en su póetica del insilio que
se presenta casi como un itinerario para esca-
par, llegar a un nuevo lugar, y comenzar una
nueva fuga.
Sin embargo, es preciso añadir, en primer lu-
gar, que César Dávila Andrade antes de salir
y de viajar, ya estaba lejos de casa. Así, la no
pertenencia se hacía visible como parte de
su identidad –personal, social, política y es-
critural–, de ahí que las llamadas raíces, en
su caso, fueran móviles por esa necesidad
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METODOLOGÍA
En este artículo de reexión se analizan
las estrategias para la vuelta a casa en la
obra de César Dávila Andrade, basado
en la premisa que “toda literatura que se
hace es literatura de la memoria” (Colinas
2004:71). Así, el yo poético daviliano re-
gresa mediante el uso de la memoria pues-
to que él recuerda; y recordar es un proce-
so de reconstrucción del pasado, al hacerlo
se vuelve, por ejemplo, a caminar por la
casa, la ciudad, a otros tiempos, a otras
sensaciones, a quienes ya no están cerca.
Según el diccionario de la Real Academia
Española, recordar es “traer a la memoria
algo”; al hacerlo se anula el olvido y se
actualiza el pasado. Ricardo Forster ar-
imperiosa de anclaje. En otros términos, el
poeta cuencano estaba siempre más allá de
las fronteras y, al mismo tiempo, buscaba que
ese nuevo espacio, circunscrito por una línea
imaginaria, le diera la posibilidad de una per-
tenencia vital que se conguraba por medio
de la escritura.
En segundo lugar, es necesario resaltar su
condición de “extranjero” en Quito, Guaya-
quil, Mérida y Caracas, sin olvidar, por lo an-
tes señalado, incluso en su natal Cuenca por
medio del insilio –entendido como un exilio
interior–. César Dávila fue un poeta errante
en búsqueda de trabajo y de lectores de su
obra, de ahí que la voz poética añorara volver,
ya que parece ser que no se encontraba có-
modo en ningún sitio, siempre había algo que
lo atormentaba. En “Carta de la ternura dis-
tante” la voz poética arma: “Aquí hay pan
abundante, pero no tiene aroma / y la ternura
esconde como un niño las manos. ¡Qué ex-
traño es todo lo que me rodea! Volveré algún
día” (Dávila Andrade 2007:51-52). Partía y
tenía la necesidad de regresar, de arraigarse,
de mantener una memoria viva; pues el pan,
en la distancia, es insípido y todo lo que le
rodea, extraño.
ma que el binomio memoria y olvido son
“estrategias montadas para reescribir la
historia” (2003:54); historia que en el poe-
ta cuencano se va reescribiendo a medida
que regresa por medio de la evocación.
Algunos de los poemas en los cuales el
yo lírico, a través de la memoria, regresa
a casa son: “Carta de la ternura distante”
y “La casa abandonada” que corresponden
al libro Espacio me has vencido en el cual
se realiza “un encuentro con la poesía, con
esa poesía que está inscrita en la piel del
pueblo andino. Ese encuentro también es
un caminar, un recorrido por el alma de
un pueblo hecho palabra” (Vázquez 2011:
12). Además, se trabaja con el poema
“Una canción de nostalgia” que si bien no
fue incluido en ningún libro especíco, fue
recopilado en una versión por la Casa de la
Cultura Ecuatoriana (2007).
Los textos referidos fueron analizados en
su contenido por medio de la conguración
de un campo semántico, que permitirá co-
nocer cuáles son las estrategias utilizadas
por la voz lírica para apelar a su memoria.
Esta última se ve congurada en la ausen-
cia/presencia de la madre, la niñez y la
mujer amada, pues “Lo que brota, en pri-
mer lugar, son los símbolos primeros, los
arquetipos que se habían jado en la infan-
cia y en la adolescencia, etapas de la vida
que son primordiales para la formación es-
tética del escritor” (Colinas 2004:72).
Por otro lado, esta misma construcción
permite la presencia de símbolos como
una materialización de ese tiempo-espa-
cio transcurrido. El símbolo propuesto por
Solares y Aguirre (2001) “puede regirse
por un nexo arbitrario entre el concepto
(signicado) y su expresión concreta (sig-
nicante), el símbolo presupone su homo-
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geneidad, factor de la relación necesaria y
no convencional entre ambos polos” (11).
Es decir, es “imaginación” para construir
mediante la voz lírica: el deseo de volver a
tres tiempos pasados –madre, niñez y mu-
jer amada– y la desilusión de ese regreso
como una paradoja de la poética de César
Dávila.
Finalmente, en este estudio es necesario
tener en consideración la categoría del in-
silio que se reere a la marginación sufrida
dentro de las mismas fronteras. Si bien este
término fue un neologismo que aparece en
la época de las dictaduras latinoamerica-
nas (Dejbord, 1998), permite reejar ese
autoexilio al que se somete Dávila Andra-
de. En otras palabras, en la poética davilia-
na la voz lírica no puede ser ni estar dentro
de su tierra natal, de ahí que sea necesaria
la movilidad como forma de escape, y el
consiguiente desencuentro.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
1. El recuerdo como estrategia de regreso
a casa
El deseo de la vuelta a casa es evidente y
explícita en la obra de César Dávila Andra-
de. Para este regreso el yo poético se sirve
del recuerdo/memoria como una estrategia.
En este sentido, busca a la madre –la niñez
como marco temporal– y a la amada como
vínculos de regreso, relacionados con el
hogar, la juventud y la luz. “Una búsqueda
como un caminar interminable” (2011:31),
explica José Gregorio Vázquez. En la poé-
tica daviliana hay una necesidad de volver,
de abrazar, de mirar al ser amado –madre
y amante–. No obstante, para que este se
materialice, el yo lírico requiere de la apro-
bación de alguien, quizá la apertura de una
situación que le brinde las posibilidades
para llevar a cabo su propósito. Esto se hace
evidente en una suerte de ruegos expresa-
dos en imperativos: “permíteme volver a
tu redondo abrazo vespertino, / a tus pe-
queños labios parpadeantes / entre los que
desborda veloz cauce de vino desellado”;
“Déjame retornar alguna tarde en el humo
de una fotografía / cuando un niño te nazca
en los ojos / sobre la virginal labor de lino
que bordas con tu llanto” (Dávila Andrade
2007:83).
De alguna manera, el yo lírico formula un
diálogo con ese tú y le explica el deseo
constante de regresar “porque todas las tar-
des vuelve mi corazón a tus umbrales” (Dá-
vila Andrade 2007:83). “Una canción de
nostalgia” es eso, esa necesidad imperiosa
de volver, de anular “la muerte de la infan-
cia”, de salir de esa oscuridad del olvido.
Esta penumbra se congura en la medida
en que la nostalgia es ausencia y la ausen-
cia borra/anula al ser. El pedido o ruego de
la voz lírica es insistente: “Deja que pueda
retornar unos días / con la luz más delga-
da de mi sangre, / llevándote en las manos;
tan delgada y tan tenue que imagines / que
llega solo el borde de una llama” (Dávila
Andrade 2007:83). De los seis versos que
conforman el poema, en los cuatro se en-
cuentran los verbos de retorno: volver y re-
tornar que es casi un agónico cántico, cobi-
jado por una esa ausencia melancólica.
Muchas cosas se olvidan, se pierden –cons-
ciente o inconscientemente– en el tiempo,
así parecería que es parte de la lógica pre-
sencia/ausencia y movilidad-cambio. Esta
dialéctica conformaría un ethos entendido
como un conjunto de rasgos y modos de
comportamiento que darán identidad (RAE,
2017). En este transcurrir del tiempo, el
polvo y el moho cubren los recuerdos. La
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memoria es frágil y solo tiene sentido cuan-
do se opone al olvido. Ricardo Forster al
respecto se pregunta: “¿Acaso es necesario
olvidar para recordar?” (Forster 2003:53).
Por supuesto, no obstante, cabe también
cuestionarse: ¿cómo se materializa esa me-
moria, cómo se dejan huellas en el tiempo?
La primera estrategia para el poeta es escri-
bir ya que la “palabra es un puente median-
te el cual el hombre trata de salvar la dis-
tancia que lo separa de la realidad exterior”
(Paz 1956:36). Esta realidad intensica el
recuerdo de lo que ya no está, se presenta
como la marca y la materialización de la
ausencia. Por otro lado, este olvido a ve-
ces quiere aniquilar la memoria, es por ello
que la voz lírica duda cuando recuerda en
“Carta de la ternura distante” se lee: “Tenía
creo ya sobre los senos / dorados terronci-
tos / y algo como azul de la azucena” (Dá-
vila Andrade 2007:51). En este punto, surge
otra inquietud ¿para qué retornar más allá
de una imperiosa necesidad de recordar?
César Dávila, como poeta errante, deja su
ciudad natal, abandona las ciudades como
un acto de desesperación, y en el deseo de
volver se establece la paradoja del regreso
y insilio/exilio.
La paradoja se desvanece en la voz de la
madre, en “Una canción de nostalgia” se ex-
clama casi como una oración: “O que pueda
una noche cerca de tu gemela cara, / escu-
char en silencio tus palabras / que cuentan
las espigas que aún no muere en mi alma”
(Dávila Andrade 2007:83). Sin embargo, el
regreso se presenta como un estertor pues
se pone en juego el alma de la voz lírica
ya que la soledad la enmudece, característi-
ca propia del sujeto insiliado. En “Carta de
la ternura distante” después de recordar, el
poema termina con un gran silencio: “Y por
ahora basta. Volveré algún día. / Afuera son
las nueve de la noche. Se esconden poco
a poco mis palabras…” (Dávila Andrade
2007:52). El silencio surge mientras escu-
cha la voz de la madre, después de escribir
y se traduce en una imposibilidad de comu-
nicación, enfatizada por la soledad.
Se arma que la relación de César Dávila
con su madre, Elisa Andrade, fue bastante
estrecha. De ahí que este vínculo estuviera
caracterizado por la veneración, quizá jus-
tamente por las situaciones conictivas con
su padre. No obstante, se considera que este
nexo maternal es el punto de anclaje para
el regreso, una especie de cordón umbili-
cal o un hilo de Ariadna para no perder el
camino. El hogar primigenio es el vientre
materno, regresar a él es imposible; sin em-
bargo, ¿cómo se puede retornar a la madre?
Se regresa a la cuna uterina por medio del
abrazo maternal. Los brazos de la madre lo
cobijan y lo abrigan, lo salvan de la ausen-
cia y el silencio. Ella es la única que espera,
reza, perdona, entiende al hijo “extraño”
que quiere escucharla otra vez:
Déjame sí que vuelva a oír dormido tus
pisadas / descendiendo, descalza, a las
primeras líneas que hace el alba / en
busca de un ligero par de alas / con que
subir a los nidos de avena de las torres
/ o regresar hacia aquel tierno puesto de
los tréboles / donde imprimiste el molde
inaprensible / de tu cadáver de aire, a mí
abrazado. (Dávila Andrade 2007:83)
Ella sube las escaleras, al igual que el en-
cabalgamiento del verso citado, suave y
rítmicamente. El hijo escucha su voz, su si-
lencio y sus pasos que ascienden. La madre
otorgadora de vida, da también alas al hijo,
como Dédalo a Ícaro. Esta analogía provo-
ca un temblor, pues surge la inquietud: ¿el
yo poético también descenderá a las aguas
del mar? ¿Cuál será su hibris? ¿Qué acto
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trasgresor hará que los dioses lo castiguen?
En todo caso, se establece una dicotomía:
arriba, las torres; abajo, los tréboles. Ade-
más, por un lado, el hijo es una especie de
“reproducción” de ese “molde inaprensi-
ble del cadáver de aire” de la progenito-
ra. Por otro lado, la reproducción también
puede ser entendida como cercanía, casi
como un espejo que “está relacionado con
la luna, siendo atributo femenino” (Cirlot
2004:201). “Cerca de tu gemela cara” ex-
clama la voz lírica, aquí también se da un
autorreconocimiento en la mirada materna.
El recuerdo de la niñez es otra de las estrate-
gias para regresar. A pesar de que esta etapa
se ha perdido como “esos barcos de papel
cargados de semillas que, a veces, pusimos
en el río” (Dávila Andrade 2007:51), el yo
lírico vuelve. Esta evocación se maniesta
de manera recurrente en las hora de soledad
“porque todo el que va tras sus fantasmas /
vuelve al débil cadáver de su infancia / que
duerme en el más dulce terrón de los umbra-
les, / ahí hay un duende preso en el silaba-
rio” (Dávila Andrade 2007:83). La infancia
está personicada, su vida ha terminado, de
ahí que tenga un “débil cadáver”; debilidad
que se vincula a la fragilidad de la niñez y
cadáver pues al ser el tiempo implacable, la
vida se desvanece.
La imagen de la infancia es antitética y os-
cura, en “La casa abandonada” se lee: “Una
niña muerta soñaba un cuento / dicho des-
de una alta ventana de la niebla. // Hacia
atrás viajaba un abecedario, / los días an-
tiguos eran los primeros / por una peque-
ña compuerta de naipe.” (Dávila Andrade
2007:63). Si bien este pasado de abeceda-
rio –el tiempo de la escuela– se actualiza
al reordenar los días que tal modo que “los
antiguos eran los primeros”; este ha desa-
parecido, es lejano como esa “alta venta-
na”. Al recuperar la ventana como símbolo,
se encuentra que esta “expresa la idea de
penetración, de posibilidad y de lontanan-
za”, oportunidades que se ven bloqueadas
ya que no puede distinguirse por la niebla
que se corresponde con lo “indeterminado”
(Cirlot 2004: 462 y 331).
El regreso a la amada es también parte de
esta estrategia. Se arma que el amor para
César Dávila fue idealizado. Por su parte,
la voz lírica ama un cuerpo joven, adoles-
cente que “Tenía creo ya sobre los senos /
dorados terroncitos / y algo como azul de la
azucena…”. El recuerdo del cuerpo juvenil
y casto de la amada está ahí; no obstante,
ha cambiado y por eso se pregunta: ¿Tienes
aún ese hoyo de nardo en la sonrisa? / ¿y ese
nudo de rosas que te rodean los tobillos?”.
Por otro lado, el sujeto amado se escapa en-
tre sus manos, es frágil y la compara con un
jilguero suave, delicado y distante, huidizo
y libre: “Por qué tu andar me ha parecido
siempre / el temblor de un jilguero entre
los mimbres”. Además, la amada también
es luz, frescura como las ores, inspiración
para los músicos, a razón de que “tenían tus
pupilas color de té y de arenilla / y bullían
en el fondo de tus ojos / esos mínimos pun-
tos luminosos / con que escriben los mú-
sicos / las más azules y hondas melodías”
(Dávila Andrade 2007:51).
El recuerdo de la mujer amada le hace vol-
ver a la ciudad, a lo cotidiano y pregunta:
“¿En dónde estás? ¿Qué haces? / ¿Bajas
aún al pueblo los domingos? / ¿Y a la feria
de rosas de castilla?”. Quizá, el tiempo más
feliz sea el domingo de mañana, después de
la misa, en la feria. En ese encontrar a la
gente y en medio a ella, amada, casta, relu-
ciente, rodeada de rosas. Si un día fuera po-
sible regresar a ese lugar y a ese tiempo, la
vida se llenaría de algarabía, de música ya
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que “el maestro de capilla de la aldea / toca-
rá para los dos aquella música / que tiende
sobre un río siete puentes de rosas” (Dávila
Andrade 2007:51). Dávila Andrade, de esta
manera, reconstruye su ciudad natal con el
rumor de los ríos atravesándola con aquella
música.
2. La llegada y el desencuentro con el
tiempo
El yo poético, como se armó en el apartado
anterior, mediante una serie de estrategias,
quiere volver; sin embargo, ¿cuándo hacer-
lo? ¿Existe una hora precisa, un día especí-
co para retornar? En la poética de Dávila,
el tiempo para volver son las tardes o las
noches de frío, pues la voz lírica cuenta:
“(Entré al atardecer, con el sol perdido) […]
Arriba en la tarde otaba avispas / con lám-
paras llenas de azufre y de trigo. Arriba en
la tarde” (Dávila Andrade 2007:63). El sol
puede desaparecer, la niebla cubrir el cami-
no y a pesar de ello, una lámpara alumbrará
el sendero.
El tiempo galopa velozmente, y los “profun-
dos caballos de polvo” materializan el peso
de los días, como símbolo ctónico-funerario
(Cirlot 2004:117). El ambiente es, ahora, ári-
do a diferencia del cuerpo fértil y luminoso
de la amada, pues en el patio “lloraba una
estatua vacía”. En este contexto, el vacío
forma parte de esta desolación, una nada an-
titética que “entraba con sus muchedumbres
/ y con sus inmensas campanas ya mudas”
(Dávila Andrade 2007:51). Esta se dispersa,
es un “hoyo remoto” con movimiento que
va consumiendo lo que encuentra a su paso.
Irónicamente, el vacío lo llena todo con su
vastedad.
El regreso a casa es una evocación cotidiana
a los umbrales, al dintel de la puerta que se
abre. Al regreso se plantea una nueva interro-
gante: ¿qué se encuentra en esa casa abando-
na a la que retorna? La obra de Dávila An-
drade “es un camino y son muchos caminos”
(Vázquez 2011:32) al igual que la casa. En el
recorrido del espacio doméstico se escuchan
los gemidos de las estatuas, las cabalgatas de
polvo, el ronquido de ese “viento blanquí-
simo [que] dormía doblado” y el tic-tac del
“reloj en ácidos […] profundos”.
La memoria se ha materializado en esos
sonidos e incluso –otra vez– en la escri-
tura pues: “(En un muro blanco, hallé esta
leyenda: ‘El 7 de marzo murió María Eu-
genia’)” (Dávila Andrade 2007:32). Los
cuerpos desaparecen, el tiempo pasa, la
vida se va. Sin embargo, en ese transcurrir,
el ser humano intenta mantener la memo-
ria, por ejemplo, en los epitaos. A pesar
de que el muro y la leyenda nos trasladan a
los cementerios, esos lugares que crecen y
se llenan de nombres y ores marchitas; el
nombre permanece, está labrado en la pared
para asegurarse de que no haya posibilidad
de olvido.
Otro elemento importante es el “viento blan-
quísimo” que por medio de una prosopope-
ya “dormía doblado / en un seco lienzo de
aves olvidadas” (Dávila Andrade 2007:32).
Este viento blanco –“color de muerto”, en
su sentido negativo (Cirlot 2004:144) –
evoca el inerno helado de Dante en don-
de se castiga eternamente a los pecadores
para lo cual congela el tiempo y envejece
los paisajes. En la poética de César Dávila,
el viento es un leitmotiv que arrasa todo por
donde pasa y borra las huellas del camino
de regreso. Además, aliada de este está la
niebla que impide ver a través de la ven-
tana; la cual asimismo hace que el tiempo
sea innito, inabarcable y vasto en donde se
pierde el yo poético.
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En consecuencia, el color blanco es tras-
cendental en la poética de Dávila Andra-
de, entre sus versos encontramos: “blancos
cuadernos de ternura,”, “frente al camino
blanco”, “la sagrada blancura de la nieve”
y “viento blanquísimo”. Por otro lado, el
desgaste del tiempo está caracterizado por
imágenes y sensaciones; así, en el poema se
lee: “Un reloj yacía en ácidos profundos”
(Dávila Andrade 2007:32) como “La per-
sistencia de la memoria” de Salvador Dalí
en cual unos relojes sumergidos en ácidos
cuelgan de unos árboles. El tiempo y la vida
se desvanecen, pues las “aves de ceniza”
son olvidadas en un “seco lienzo”.
da en la memoria de los otros puede mutar,
“extranjerizarse” –interna y externamente–.
En denitiva, todo cambia, la madre enve-
jece, es imposible volver a ser niños, los do-
rados terroncitos de los senos de la amada
son un recuerdo, el pasar del tiempo ha he-
cho que “las dulces lilas haya muerto en so-
ledad y en frío” (Dávila Andrade 2007: 52).
Por otro lado, la casa es ahora un cementerio
blanco por el polvo y por la niebla. El epita-
o que el yo poético encuentra es la muestra
más clara del desaparecer de los cuerpos.
La memoria está ahí, sin embargo, se ha
desdibujado, a pesar de que el yo lírico, ha
luchado con todas sus fuerzas para mante-
nerla, para regresar, para reencontrase. Fi-
nalmente, regresa, llega, recorre, recuerda,
reescribe pero no encaja. Es ajeno, extran-
jero, e incluso antes ya se había insiliado
en su propia casa, quizá hasta en su propia
memoria. El regreso termina con un llanto
doloroso porque al mutar y al perder las raí-
ces, una parte ha muerto y el regreso pierde
sentido. El deseo convertido en plegaria y
canción de volver solo ratica el inevitable
paso del tiempo. “Y no era yo el mismo que
había vuelto. / Era un extranjero al que a ve-
ces lloro y en el que ya he muerto…” (Dávi-
la Andrade 2007:63), concluye la voz lírica.
El viento y el caballo conguran esa tempo-
ralidad y esa espacialidad que se transforma,
y que no permite reconocerse a partir de la
imagen del que era cuando se fue. En este
sentido, la vuelta a la casa maniesta una
vez más la derrota mediante la vida que se
envuelve en la melancolía. Pese a que la me-
moria lucha pare evitar que el olvido desdi-
buje los rostros, empolve lo espacios, cubra
de tierra los cuerpos inertes; no puede devol-
ver lo que se fue, y jamás volverá a ser.
En la poética daviliana, como se ha demos-
trado, el regreso es una constante en su escri-
tura. Para ello, la voz lírica utiliza estrategias
que le permiten congurar una suerte de cer-
canía a la madre, la niñez y la amada, a tra-
vés de símbolos que las representa. En este
sentido, se establecen dicotomías, el poeta
desciende terriblemente en un alcoholismo,
una errancia y, nalmente, un suicidio. Sin
embargo, por medio del recuerdo y la me-
moria, la voz lírica construye la imagen de
un ascenso por medio de las torres, la esca-
lera y la lámpara. A su vez este recuerdo se
presenta casi con un acto ritual, una primera
religiosidad que se hace válida por medio
de la repetición de los ritos cuando cruza la
puerta, el puente y el río.
Este artículo de reexión comenzó con la
inquietud de si es necesario volver y si es
necesario mantener una memoria. La voz lí-
rica daviliana facilita una respuesta armati-
va y al mismo tiempo da lugar a una nueva
inquietud: ¿qué sucede con los cambios, la
extrañez y la metamorfosis? Es decir, el ser
humano, en un momento determinado, desea
regresar a casa y mantener una memoria. No
obstante, el regreso puede traer desilusiones
en la medida en que ese ser estático que que-
CONCLUSIONES
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REVISTA CHAKIÑAN, 2018, Nº.6, DICIEMBRE, (149-157)
ISSN 2550-6722
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