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REVISTA CHAKIÑAN, 2018, Nº.6, DICIEMBRE, (136-148)
ISSN 2550-6722
celestial por la verdad racional; y la pragmá-
tica de la construcción del orden que, junto
con la ideología y la estética, se constituye-
ron en el sustento de la cultura. Así se orien-
tó, además, la idea de la autodeterminación
del hombre.
A nales del siglo XVIII la idea de cultura
pasó a ser de uso corriente y evidenciaba una
ambivalencia en su signicado; el discurso
acerca de la cultura se ha caracterizado por
mezclar temas y perspectivas que apenas
pueden encajar en una narrativa coherente y
sin contradicciones (Bauman 2002), en cam-
bio Echeverría señala que: “La idea de cul-
tura en el discurso moderno se construye en
torno a la convicción inamovible pero con-
tradictoria de que hay una substancia “es-
piritual” vacía de contenidos o cualidades”
(Echeverría 2010:26).
Esto evidencia la ambigüedad del concepto
de cultura que implica una polisemia que
presenta un abanico de enunciados que van
desde lo holístico, en el que todo puede ser
considerado como cultura, hasta lo restringi-
do que involucra un solo componente de la
cultura, lo que implica una promesa de todo
o nada. Al interior de la teoría organizacio-
nal, la cultura es “una categoría ‘residual’ o
‘cubo de basura’ en la que se incluían aque-
llos aspectos que quedaban ‘por fuera’ de las
clásicas dimensiones del análisis organiza-
cional” (Frassa 2011:77). De acuerdo con
las escuelas antropológicas, la cultura pue-
de ser estudiada desde el funcionalismo, el
estructuralismo, el materialismo cultural, la
ecología cultural, el simbolismo, etc.
Desde la perspectiva de los estudios cultura-
les, la cultura debe ser considerada:
“sin las ataduras disciplinarias y no desde
una mirada objetivante de la misma, sino
desde la necesidad de entenderla desde
dimensiones políticas, zonas fronteri-
zas, como un campo de posibilidades, de
transformaciones epistemológicas, pen-
sando desde las propias realidades con-
cretas, incorporando para ello aportes in-
ter, trans, y anti-disciplinarios” (Guerrero
Arias 2010:111).
De este modo, la cultura es parte de la vida
práctica diaria, incluso en los lugares donde
su exclusión parecería ser requerida por la
higiene funcional de los procesos modernos
relacionados con la producción y el consu-
mo (Echeverría 2010). Hegel respondió a la
pregunta qué es la cultura, con la siguiente
armación: “cultura es la capacidad de pen-
sar […] realmente los pensamientos del
otro, es decir, la cultura es una ciencia inter-
pretativa” (Gadamer 2009:22).
Desde la perspectiva de Marx toda cultura es
un modo o un sistema de tipos de trabajo. No
en vano la agricultura era estrictamente una
labor de la tierra (Dussel 2006). El proceso
evolutivo que ha tenido el ser humano es-
tuvo determinado por la transformación del
mundo natural hacia uno articial, para sa-
tisfacer sus necesidades mediante la técnica.
2. El concepto de desarrollo comunitario
Desde los años cincuenta del siglo anterior,
el llamado desarrollo se constituyó en una
panacea para intentar resolver los proble-
mas de las sociedades; se instauró como el
recetario para enfrentar los problemas de la
pobreza, la desigualdad, la injusticia, de los
niveles de producción, y de la calidad de la
educación. En suma, el desarrollo se plan-
teaba como la única alternativa para lograr
niveles de vida de los países centrales y he-
gemónicos.
A pesar de la amplia utilización del término
desarrollo, en diferentes campos de conoci-
miento (social, económico, político, tecno-
lógico, etc.), como en la utilización de nom-
bres de diferentes organizaciones (Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo,
PNUD; la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico, OCDE; Banco
Interamericano de Desarrollo, BID; Banco
de Desarrollo del Ecuador, BEDE; etc.), el
concepto se ha utilizado de forma general y
en algunos casos irreexiva; más bien como
un eslogan o un lema para apoyar alguna
causa, que se considera un bien común.
Hasta nales de los años noventa del siglo
veinte, los estudios sobre el desarrollo fue-
ron muy amplios y estuvieron relacionados
con la buena sociedad, el camino a la utopía
de todos los hombres; sin embargo, los estu-
dios sobre el desarrollo en estas dos últimas
décadas se han convertido como parte de
una disciplina incierta e insegura (Payne y
Phillips 2012), esto no implica en todo caso
que haya nalizado la etapa de generación
de conocimiento.
Desde esta perspectiva, se vuelve prioritario
hacer una lectura de nuestras experiencias