LA ILUSTRACIÓN EN LA CIRCULACIÓN DE IDEAS
DE LA INTELECTUALIDAD QUITEÑA
THE ILUSTRATION IN THE IDEAS CIRCULATION OF
INTELLECTUALITY QUITEÑA
ABSTRACT
RESUMEN
In the late eighteenth century the intellectual movement of Illustration, through the practice of
culture-politics, empowers the beginning of a modernization process. The ideological concep-
tions assumed by intellectuals are analyzed in this article, to create their own ethos in the diffe-
rent interrelated scenarios; differentiating attitudes and behaviors adopted and dispersed by
center-periphery logic, which enables the meaning assimilation based on individual and natio-
nal rights leading to the definition of major concepts that configure the citizen, without
allowing to identify certain autonomy and separatists ideologies in the new historical stage
rising.
Keywords: ideologies; illustration; modernity; political culture.
A fines del siglo XVIII el movimiento intelectual de la Ilustración, faculta el inicio de un proce-
so de modernización. Este artículo analiza las concepciones ideológicas asumidas por los
intelectuales, hasta crear su hábito en los distintos escenarios en los que se interrelacionan;
distinguiendo actitudes y comportamientos empleados y difundidos mediante la lógica
centro-periferia, que posibilita la asimilación de significaciones basadas en los derechos indivi-
duales y nacionales que les conducirán a la definición de grandes concepciones que logran
configurar al ciudadano, sin dejar de identificar ciertas ideologías autonomistas y separatistas
en el nacimiento de una nueva etapa histórica.
Palabras clave: cultura política; ideologías; ilustración; modernidad.
Amparo Cazorla Basantes
Universidad Nacional de Chimborazo
acazorla@unach.edu.ec
68
Recibido para revisión: 30-noviembre-2016
Aceptado para publicación: 17-diciembre-2016
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
INTRODUCCIÓN
METODOLOGÍA
La sociedad quiteña, a fines de la colonia,
presentó características que la definen como
una época de transformaciones ideológicas
(Vovelle 1995:12), las mismas que busca-
mos analizar a través de la dialéctica de la
Ilustración. El artículo busca lograr definir el
esfuerzo que demostraron un grupo de letra-
dos quiteños, al defender los valores de la
razón, la tolerancia, libertad e igualdad
(Barona e Igea 2003:22) entre iguales y dife-
rentes, transformando la sociedad liberando
al habitante quiteño de las coerciones de la
costumbre y la autoridad arbitraria.
La vida intelectual en Quito, estaba repre-
sentada por la práctica de la lectura de libros
impresos en la capital o traídos desde Europa
(Guerrero 2006:28), y por el tipo de educa-
ción practicada en la época. Estos factores
hacían que tanto el criollo como el mestizo
intelectual asumieran modelos paradigmáti-
cos eclécticos, que facultaron la circulación
de ideas, entre ellos y el medio circundante
más inmediato. Es allí, donde surge la
interrogante que regirá este estudio: indagar
cuáles son las concepciones ideológicas
ilustradas que han sido utilizadas por los
intelectuales en la práctica de la cultura-polí-
tica desde sus propios pensamientos hacia
los pensamientos de los demás, conduciendo
a la aparición de ideas cada vez más moder-
nas.
De esta manera, nos proponemos analizar
concepciones ideológicas, así como los
mecanismos a través de los cuales los
intelectuales quiteños practicaron una cultu-
ra política orientada hacia el progreso,
cambio y transformación de una sociedad a
otra.
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La “nueva historia cultural”, que significa ir
más allá de la mera identificación y cuantifi-
cación de lectores, se sitúa estratégicamente
en las prácticas lectoras de los intelectuales
quiteños, para lo cual emplearemos dos
opciones metodológicas: la una, reconstruir
las variaciones que diferencian los “espacios
legibles”, es decir, la presencia de textos en
sus formas discursivas y materiales, sin
dejar pasar por alto, los planteamientos de
Pierre Chaunu cuando declara la necesidad
del establecimiento del hecho, la autentifica-
ción y la interpretación. Este análisis consti-
tuye la columna vertebral de este trabajo
(Chaunu 1974:74) .
La otra, que gobierna la circunstancia de su
ejecución, las “lecturas” entendidas como
prácticas concretas y como procedimientos
de interpretación, que servirán de base para
la reconstrucción de las formas establecidas
para definir los conceptos ideológicos que
utilizaron los intelectuales quiteños, como
modalidad de cultura política.
Para esta operatividad se partió del proceso
exploratorio de inducción y análisis, guiados
por la pregunta empírica y el objetivo gene-
ral. En este caso se habla también de un
proceder emergente, pues a medida que se
avanza en la investigación la teoría va
surgiendo en formas de categorías de análi-
sis nuevas, propiciando la necesidad de
acudir a categorías conceptuales previstas
para interpretar el corpus y volver a éste, con
mayor seguridad.
La investigación se realizó mediante el estu-
dio y análisis del Fondo Notarial comprendi-
do entre 1750 a 1800, perteneciente Archivo
Nacional Histórico de Quito, utilizando
tablas de contingencias que permitan avalar
una reconstrucción del grupo de lectores
validados, bajo los parámetros planteados
por Roger Chartier. Nos estamos refiriendo a
las fuentes históricas que a través del tiempo
han sido utilizadas como referentes econó-
micos, que sin duda, han guardado celosa-
mente extensa información cultural no
considerada hasta la actualidad en la histo-
riografía ecuatoriana.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
DISCUSIÓN
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La “nueva historia cultural”, que significa ir
más allá de la mera identificación y cuantifi-
cación de lectores, se sitúa estratégicamente
en las prácticas lectoras de los intelectuales
quiteños, para lo cual emplearemos dos
opciones metodológicas: la una, reconstruir
las variaciones que diferencian los “espacios
legibles”, es decir, la presencia de textos en
sus formas discursivas y materiales, sin
dejar pasar por alto, los planteamientos de
Pierre Chaunu cuando declara la necesidad
del establecimiento del hecho, la autentifica-
ción y la interpretación. Este análisis consti-
tuye la columna vertebral de este trabajo
(Chaunu 1974:74) .
La otra, que gobierna la circunstancia de su
ejecución, las “lecturas” entendidas como
prácticas concretas y como procedimientos
de interpretación, que servirán de base para
la reconstrucción de las formas establecidas
para definir los conceptos ideológicos que
utilizaron los intelectuales quiteños, como
modalidad de cultura política.
Para esta operatividad se partió del proceso
exploratorio de inducción y análisis, guiados
por la pregunta empírica y el objetivo gene-
ral. En este caso se habla también de un
proceder emergente, pues a medida que se
avanza en la investigación la teoría va
surgiendo en formas de categorías de análi-
sis nuevas, propiciando la necesidad de
acudir a categorías conceptuales previstas
para interpretar el corpus y volver a éste, con
mayor seguridad.
La investigación se realizó mediante el estu-
dio y análisis del Fondo Notarial comprendi-
do entre 1750 a 1800, perteneciente Archivo
Nacional Histórico de Quito, utilizando
tablas de contingencias que permitan avalar
una reconstrucción del grupo de lectores
validados, bajo los parámetros planteados
por Roger Chartier. Nos estamos refiriendo a
las fuentes históricas que a través del tiempo
han sido utilizadas como referentes econó-
micos, que sin duda, han guardado celosa-
mente extensa información cultural no
considerada hasta la actualidad en la histo-
riografía ecuatoriana.
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto (Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
71
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto (Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
72
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto
(Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
73
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto
(Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
74
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto
(Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
75
A continuación, se presenta la discusión.
1. La autonomía de la ilustración quiteña
La ilustración que imbrica en Quito ha sido
abordada como un cambio histórico que ha
perturbado la individualidad del sujeto (Fou-
cault 2006:90) y a la existencia política-so-
cial de la colectividad, practicada por hom-
bres herederos de la ilustración hegemónica
francesa y de la ilustración periférica espa-
ñola (Astuto 1969:11).
Los ilustrados son hombres que participaron
de un proceso de divulgación y aplicación
práctica de los grandes principios estableci-
dos por la filosofía y el método científico del
siglo anterior (León y Sanz 1989:14). Por lo
que es necesario precisar si los intelectuales
de Quito demostraban mediante actitudes la
independencia de tutelas sociales, políticas y
religiosas tradicionales, acaso estaban
convencidos de sus acervos: razón y ciencia;
logrando catalogarse como solucionadores
de problemas de existencia, dentro de un
humanismo optimista y progresivo.
Los teóricos de la actualidad definen a la
Ilustración con un concepto más amplio,
como un sistema de ideas que proyectan un
nuevo modo de ver la vida (Guerra
2010:244), conceptualización que facilita la
indagación de ideologías con que un grupo
de ilustrados quiteños empezaban a demos-
trar en medio de argumentos y conversacio-
nes mantenidas.
Los intelectuales de Quito, en sus inicios,
estaban representados por criollos que
personificaban un sistema de ideologías
conducida hacia la lealtad a la corona y a un
cierto liberalismo individualista, caracteri-
zando un patriotismo criollo persistente que
más tarde, por la afluencia de nuevas ideas,
dan paso al desarrollo de una nueva concien-
cia nacional, de un estatus social noble hacia
un estatus más igualitario.
La presencia de los intelectuales quiteños en
el espacio temporal en análisis ostenta indi-
cios que traban el auge de las ideas ilustra-
das, porque algunos lo practicaban como un
asunto personal adquirido por su formación
académica, o por sus experiencias alcanza-
das en la sociabilidad con “otros”, sean
amigos o adversarios intelectuales. De cual-
quier forma, lo que interesa en este artículo
es detectar la importancia en que los intelec-
tuales empiezan a forjar ideas, como moto-
res principales de cambio y transformación
(Marín y Morales 2010:12). Por ejemplo, los
primeros ilustrados de las congregaciones
religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Fran-
ciscanos, exhiben al final de la colonia un
ultramontanismo, a través, de su vida
intelectual, promoviendo la exaltación del
espíritu patriótico (de Velasco 1837)
dentro
de su labor misionera y educativa.
No debemos pasar por alto que a los intelec-
tuales también se les conocía como “letra-
dos”, porque algunos de ellos se dedicaban a
escribir y publicar obras científicas y litera-
rias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y
el resentimiento en medio de una epistemo-
logía, generada por el escepticismo, mani-
fiestamente relativista (White 2003:56);
entre sus objetivos estaban el contribuir a
educar al público ciudadano, en pro de un
proyecto de fundación nacional, como
creando un sentido de pertenencia america-
na (Caldas 1917:99). Esto permitió que más
adelante surjan principios modernos que
iniciaban por cimentar la incubación de un
ciclo de reformas y de conciencias localis-
tas.
Federica Morelli detecta la presencia de
ideas ilustradas basadas en el derecho natu-
ral del hombre (2005:40), lo que crea condi-
ciones socio-culturales para que el naciente
Derecho Subjetivo individualista de los
hombres sea la excusa para la aparición de
una problemática más profunda, la confor-
mación de un estado mixto
(Maravall
1955:137), entre la corona borbónica y la
clase de élite criolla, que pese a ser golpea-
dos por las últimas reformas monárquicas
borbónicas, llegaron a convertirse en los
únicos representantes legítimos de los
intereses económicos de los quiteños (More-
lli 2005:24). Reformas que no fueron
producto de un campo lineal aceptado por el
gobierno monárquico central, sino que, poco
a poco fueron ganando una fuerte legitimi-
dad frente a la colectividad social, como
producto de relaciones cooperativistas man-
tenidas en la última fase de la época colo-
nial.
La proyección de ideas con clara influencia
hacia el pensamiento neo-escolástico espa-
ñol, y de manera especial al pensamiento
jansenista (Stoetzer 1966:4), busca la legiti-
mación de modelos de Estado, con una cons-
titución mixta, al conformar juntas de
gobierno de carácter revolucionario, de
restauración de los derechos del hombre.
Una vez identificados los múltiples matices
a través de los cuales se representan las ideas
de la ilustración en el período en cuestión, es
evidente que éstas tuvieron un avance proce-
sual, tanto por los intereses de la corona
borbónica, como por el conocimiento y la
práctica de preceptos filosóficos, como el
Derecho Natural del Hombre (Pérez et al.
1993:32), facultando de esta manera el
avance hacia una ilustración que reconozca
la paulatina emancipación del pensamiento
hacia un patriotismo americano (Keeding
2005:654).
La conformación de una ideología autónoma
en los letrados quiteños, como una unidad
significativa del cambio social basada en
estrategias de desarrollo del ser humano, la
libertad de pensamiento de opinión y de
expresión, la igualdad de derechos y hasta la
justicia social (Escudero 1990:19), activan
un punto en común: la existencia de un
carácter nacional colectivo, con un cierto
liberalismo individual.
Estos personajes, llamados intelectuales
pese a la falta de caracteres precisos de una
escuela desde el espacio en el que se encon-
traban, logran demostrar una autonomía en
sus ideologías filosóficas, literarias y hasta
políticas, con un espíritu racionalista, crítico
y laico, que provoca un desplazamiento del
eje cultural de las órdenes religiosas y
universidades hacia conversaciones litera-
rias. La filosofía de la Ilustración modela a
un letrado quiteño productor y creador de
obras, como un motor de cambios frente al
debilitamiento de la monarquía y de la Igle-
sia, denuncian una autonomía en sus ideas,
en la toma de decisiones, que a la hora de
defender al pueblo de Quito ante la faz enga-
ñosa de reformas borbónicas de progreso
poco a poco fueron configurando un status
de ciencia y de política.
Nos referimos a los criollos académicos que
aceptaron y defiendieron las filosofías fran-
cesas. Por ejemplo, Mably uno de los auto-
res favoritos del intelectual jurista Rodrí-
guez de Quiroga, quien insistía en los aspec-
tos anti-despóticos de los gobiernos mixtos
de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue
conduciendo a las masas sociales de Quito:
de modelos estatales antiguos a modelos de
actualidad política.
2. La Ilustración en la Cultura política de
los intelectuales de Quito
Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen
definir a la cultura política como las actitu-
des acerca de lo que el gobierno hace o debe
hacer, así como lo que la gente fuera del
gobierno intenta hacer (1989:170). Por ello,
las actitudes producto de la historia colecti-
va y de la experticia individual dan sentido
al orden político en una sociedad.
La cultura política practicada por un grupo
de intelectuales a fines de la colonia hasta la
integración de las repúblicas, no fue resulta-
do de la improvisación, sino la consecuencia
lógica del acto de voluntad que implica
convicción y cooperación, de encontrarse
implicados en la vida política de la colonia
americana.
La cultura, permite que un grupo de perso-
nas compartan valores, creencias, costum-
bres, acciones, y cada acción también es
política. Entonces la cultura-política agrupa
las actitudes, comportamientos y opiniones
de los intelectuales en pro de la búsqueda de
un mejoramiento de la realidad política de la
época.
En primera instancia, nos vamos a referir a
las actitudes, definidas dentro de la cultura
política como predisposiciones relativamen-
te estables y organizadas a reaccionar bajo
formas de opiniones o de actos (Bardin
1991:120), en ambientes de interés, para el
intelectual. Esto ha facilitado la identifica-
ción de un primer grupo de actitudes de
cambio social, que buscan dar estructura a
un conjunto de valores genuinamente ameri-
canos, siempre protegidos y representados
por las lecturas basadas en el humanismo de
Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de
Voltaire. Actitudes que son reflejadas en
literaturas, proclamas, periódicos, hojas
volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de
Eugenio Espejo 2009:445) donde hacen eco
de la crisis social y política en la que se
encontraba sumido el escenario quiteño.
El conjunto de actitudes representan com-
portamientos visualizados en la ilustración
praxiológica. Los jesuitas habrían reelabora-
do la doctrina neo-escolástica a través de la
reinterpretación en un sentido anti-despótico
y anti-absolutista del iusnaturalismo holan-
dés y de la obra de Montesquieu, de ahí su
papel fundamental en el proceso de redefini-
ción de la identidad y de los derechos de los
criollos, poniendo el acento sobre el pasado
precolombino como antecedente histórico
fundador de la identidad americana (Morelli
2005:40).
Los ilustrados destinaron todos sus esfuer-
zos para llevar a la práctica las teorías filosó-
ficas basadas en el conocimiento del Dere-
cho Natural del Hombre (Keeding
2005:299), fundamentado por Pufendorf,
cuya aplicabilidad viabilizaban a través del
ataque a dos poderosos enemigos: el dogma
y el poder estatal monárquico.
Por un lado, el derecho tenía que afirmar su
radicalidad y su independencia espiritual
frente al dogma teológico y sustraerse a su
peligrosa captación; por el otro, había que
determinar y demarcar claramente la esfera
del derecho frente a la esfera estatal y prote-
gerla en su peculiaridad y en su valor frente
al absolutismo del Estado (Cassirer
1972:265). Entonces, la ideología del dere-
cho debería convertirse en motor de desarro-
llo para el nacimiento de las primeras mani-
festaciones de ideas independentistas y auto-
nomistas, hasta el nacimiento de la Repúbli-
ca.
Actitud y opinión son dos significantes que
rigen, argumentan y caracterizan las relacio-
nes interpersonales en la cultura quiteña de
la época, por lo tanto, es necesario inquirir
¿Cuáles fueron las condiciones políticas y
sociales que permitieron configurar un clima
de opinión en los ilustrados de la época?
Cuando las situaciones políticas surgen a
partir de las lecturas sostenidas por los
intelectuales a las obras escritas por Locke,
Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas
formas de pensar que más adelante logran
cimentar las bases para la formación del
bienestar común de los ciudadanos basados
en la razón; y en cuanto a las condiciones
sociales, se manifiestan mínimas, porque la
sociedad mayoritariamente carecía de
educación, no tenía la práctica de la lengua
de los instruidos: el latín.
Historiadores como Pilar Ponce detectan
varias publicaciones de ilustrados quiteños
con posiciones indigenistas, que al margen
de sus motivaciones éticas han sido interpre-
tadas como un mecanismo de diferenciación
y afirmación de identidad, en el apogeo de la
ilustración en Quito (Santisteban 1957:92).
Mientras que Arturo Roig, determina que el
pensamiento que denomina humanismo
ilustrado adopta posiciones antipopulares y
aristocratizantes que prologan y profundizan
el desconocimiento y el rechazo de las
formas culturales de la población indígena
(1984:44). Estos análisis historiográficos
potencian dos puntos de vista: la universali-
dad ideológica del conocimiento de los
ilustrados y la presencia de ideologías adhe-
ridas a un estatus social.
Generar un clima de opinión constituye la
base para el desarrollo de la cultura política,
porque permite identificar aquellos que
corresponden a procesos organizados de
formación de criterios colectivos y aquellos
que son producto casual de hechos o aconte-
cimientos comunicados a un grupo social.
En el tema en mención, fueron las reuniones
clandestinas de los próceres de la indepen-
dencia las que permitieron identificar el
paso de una ilustración en formación a una
ilustración puesta en práctica a través de la
Junta Revolucionaria, que significó un
conjunto de criterios, actitudes y reacciones,
es decir, diversas respuestas a estímulos
sociales.
3. El Auge de una Cultura Política entre
los Ilustrados
Galtung, un investigador interesado en la
generación de una política cultural, afirma
que en toda sociedad se puede distinguir dos
grandes grupos: el centro y la periferia
(1964:207). Dentro de la sociedad quiteña se
identifica la presencia del grupo central, los
intelectuales, mientras que la sociabilidad es
el escenario donde todos los provenientes de
la periferia reciben la influencia ideológica
del foco céntrico.
Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez
de Quiroga, jurista intelectual, quien defien-
de los intereses de sus similares en cuanto a
la legalidad de la conformación de la Junta
de Gobierno y afirma la soberanía en
nombre del rey ante la amenaza de caer bajo
el yugo de Napoleón (Ponce 1922:62). En su
testimonio explica claramente, que las
causas para tal hecho eran la ilegitimidad de
la abdicación y el carácter extraordinario de
la vacatio regis (Hidalgo 2003:116) y no una
falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas
llegan a la periferia formando conceptos de
soberanía, lealtad y hasta identidad, que
permitieron más adelante una serie de luchas
intestinas independentistas.
Galtung, en su fundamento, denuncia como
las ideas de la ilustración fueron acrecentán-
dose de tal manera que no se quedaban en el
seno de sus creadores, sino que van más allá,
a la consecución de concepciones que más
adelante sirven de base para la organización
de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez
de Quiroga, con claridad y por primera vez,
llega a la definición de monarquía mixta
cuando en sus declaraciones define una
verdadera división de la autoridad suprema
repartida entre el rey, los nobles y los repre-
sentantes de las ciudades (Morelli 2005:38).
Opiniones ilustradas reveladas en el proceso
jurídico iniciado en defensa a los patriotas
que participaron en el primer grito de la
independencia, suscitada en la primera
década del siglo XVIII, logran identificar y
visualizar dos versiones: por un lado, la
capacidad de argumentación con interés
particular de defensa; y por el otro, la prácti-
ca de conceptos hacia el cambio social. En
efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga
(según Morelli) no era el de especificar la
división de los poderes, sino el de elogiar el
tradicional equilibrio entre los tres estamen-
tos de la sociedad: el poder estatal, la noble-
za y el pueblo de Quito, insistiendo en que si
se produjese la ruptura política hubiese
significado el caos social en las colonias
americanas (Keeding 2005:272).
Esta práctica de cultura política también
crea identidad, y a este respecto Wildavsky
propone buscar respuestas a interrogantes
como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenez-
co? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo
seguir? Preguntas que guiarán la conforma-
ción de un hábito social. En el alegato
presentado por Quiroga se identifica la
intelectualidad del jurista como un defensor
de los derechos individuales del hombre,
apropiado de las ideas de Montesquieu,
refleja en sus defensas el concepto de liber-
tad, como el derecho de hacer todo lo que las
leyes le permiten hacer, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes
prohíben,ya no habría libertad, pues los
demás tendrían igualmente esta facultad
(León y Sanz 1989), es decir, tomar concien-
cia de lo que es la independencia ideológica
y de lo que es la libertad de acción.
En conclusión, se denota una profunda
defensa de la libertad del pensamiento, la
ardiente proclamación del patriotismo ame-
ricano y la auténtica defensa de los derechos
nacional e individual. En el primer caso a
elegir su gobierno y a establecer una divi-
sión de poderes, mientras que, en el segundo
caso, a la igualdad, la libertad y la justicia
social entre los ciudadanos quiteños.
4. La práctica de la cultura política ilus-
trada conduce a la aceptación de nuevas
ideas
La práctica de la cultura política desde el
centro a la periferia enuncia distintos ritmos
de producción, difusión y aceptación de las
nuevas ideas ilustradas en la sociedad quite-
ña, porque los intelectuales demuestran
pluralidad de opiniones hacia un público
abierto al cambio y la transformación.
Los intelectuales de Quito, durante este
período, fueron configurando y aplicando
los esquemas mentales de los ideólogos,
porque la ilustración era cualquier cosa
menos un movimiento uniforme. Se trata de
una convulsión de ideas que pretenden
actuar sobre las ideas tradicionales de la
monarquía así como también de las leyes
vigentes a través del dominio de la opinión
pública, el interés por la ciencia moderna,
como ruptura de viejas tutelas para el inicio
del proceso de cambio de mentalidad (Ibá-
ñez 2007).
Por otro lado, el gran patrimonio libresco en
conventos y bibliotecas particulares favore-
ció la legitimidad intelectual, facultando al
intelectual a actuar desde un inquietador de
problemas científicos, hasta un promotor de
la discusión moderna del Derecho Natural
del Hombre. La creación de la universidad
pública permitió que intelectuales hagan
mayor conciencia para reclamar su derecho
a pensar: “la secularización del saber”,
conducida por otro intelectual, el obispo de
Quito, Pérez y Calama.
Este proceso proyectó mayor racionalidad
liberadora, donde la nueva generación de
hombres educados adquierió la pericia
suficiente para estructurar modelos paradig-
máticos con nuevas ideas orientadas hacia el
bien común y no a los intereses individuales
particulares de una naciente sociedad
preburguesa representada por criollos y
chapetones.
A inicios del siglo XIX se identifican cam-
bios semánticos de ciertos conceptos que
tomaron fuerza con los nuevos preceptos
asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes
abordado como la vacatio regis. Empieza a
desequilibrar su sentido tradicional para dar
paso a la conformación de un territorio
confederado de gobierno mixto compartido
con comunidades autónomas que se autogo-
biernan (Morelli 2005:56). El antiguo
vecino de Quito comenzó a autodenominar-
se ciudadano, palabra introducida por Jove-
llanos en nuestro idioma como ciudadanía.
Suponía un cambio profundo del concepto
república, los ciudadanos en general fueron
tomando el matiz de hombres letrados. Con
ellos surge una nueva sociedad intelectual
formada por grupos de profesionales mesti-
zos de origen plebeyo y de aristócratas de la
clase terrateniente criolla, que habían
podido llegar a la posesión de una cultura
literaria por su experticia (Roig 1984:46).
El viejo grupo intelectual aristócrata se
convirtió en difusor de autonomismos,
desempeñando la función de intermediación
entre el poder monárquico central y el
pueblo de Quito. El maridaje ideológico
entre aristócratas y mestizos fundamenta la
ideología terrateniente-criolla, aun cuando
siempre pretendieron mantener el indepen-
dentismo separatista.
El paso de una monarquía al proyecto auto-
nomista aparece por medio de una precipita-
da sucesión de hechos: Junta Soberana de
1809, Constitución Quiteña de 1812 (con-
temporánea a la de Cádiz) y el fin de la
vigencia de ésta con la batalla de Pichincha
en 1822. Producen el afianzamiento de ideo-
logías que pululan buscando dos sentidos, el
de la libertad de los derechos del hombre y
el de la libertad de los intereses económicos
generados por el grupo de aristócratas
intelectuales que construyen las nuevas
repúblicas débiles en su formación económi-
ca, política y social, como fueron Ecuador,
Colombia y Venezuela.
En definitiva se llega a un proceso de
modernización a través de la vigencia de
varias transformaciones que llevan a una
sociedad a tener atributos propios (Barrios
2003:45), de patrones más complejos y
avanzados de organización, por lo menos en
lo conceptual, representados por la libertad,
justicia e igualdad, en un pueblo con tradi-
ción social y política inestables, para la
conformación en toda una unidad republica-
na, que más adelante se convierte en una
unidad paradójica. La unidad de la desunión
(los separatismos en la Gran Colombia) nos
arroja a todos a un torbellino de constante
desintegración y renovación de lucha y
contradicción. Ser modernos es formar parte
de una totalidad en la cual, como dijo Marx
“todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La
formación y disolución de la Gran Colom-
bia.
La estructura social de la ciudad de Quito a
fines del periodo colonial aún mostraba
rasgos de estratificación social, donde la
familia, el linaje y las alianzas matrimonia-
les eran los factores decisivos para defender
a la nobleza colonial, que en esencia era
criolla. Sin embargo, la tenencia de ciertos
elementos como el libro, que al principio era
considerado como un bien económico que
demostraba un estatus social alto, muy
pronto dio paso a una corriente intelectual
pluralista en su procedencia y en sus mani-
festaciones, en absoluto exenta de contradic-
ciones internas, conducente a una variedad
de convicciones ideológicas.
El intelectual, hombre dedicado a las letras,
en muchas de las ocasiones de diferente
condición social, se transfigura en un perso-
naje ecléctico, con metodología diversa, que
asume el reto de conducir el conocimiento
hacia una mayor sociabilidad basada en la
cultura política.
RESULTADOS Y
CONCLUSIONES
Los ilustrados indeterminadamente de su
procedencia social y profesional, dedicados
a la reforma e ilustración, son el centro del
sistema de la cultura-política que le condu-
cen a tomar personería política en el pueblo
de Quito como rectores y orientadores de
nuevas formas de pensar a través de la gene-
ración de ideas, opiniones, y organizaciones
sociales, económicas y científicas, resultan
las características más notables en el periodo
de transición de la colonia hacia la Repúbli-
ca.
Actitudes y comportamientos de los ilustra-
dos demuestran en la práctica de su cultura
política ideas que conducen hacia una litera-
tura secularizada que promueve el apareci-
miento de un nuevo grupo social (entre crio-
llos y mestizos), como los impulsadores de
los autonomismos políticos al crear escena-
rios de gobiernos mixtos, así como el surgi-
miento de poderes locales intermediarios
entre el poder central y el pueblo de Quito.
Como resultado detectamos la apareción de
efectos del humanismo ilustrado quiteño que
muy pronto provocaron inestabilidades y
crisis en los actos de la primera década del
siglo XVIII, significando otro signo del caos
inevitable que se da en la conformación del
pensamiento tradicional frente a la ilustra-
ción moderna.
Finalmente, estos hechos provocaron la
migración de ideas fuera de los círculos
selectos de los letrados hacia el resto de
gente que no eran precisamente los intelec-
tuales, pero que de alguna manera mante-
nían relación con los ilustrados de élite. Nos
referimos al resurgimiento de una cultura
más generalizada que todavía dentro del
ámbito de la ilustración en la ciudad de
Quito se encuentra invisibilizada. Por lo
tanto, este estudio impulsa a identificar la
aparición de subculturas compuestas por
diferentes grupos sociales, entre ellos sacer-
dotes-feligreses, pulperas-clientes,
patrón-jornalero, catedráticos-estudiantes,
grupos que necesariamente coexistieron y
convivieron entre sí pese a no comprenderse
mutuamente por su estatus, función o rol
desempeñado, pues existen evidencias de
convergencia de ideas entre ellos, resurgien-
do una etapa histórica en la que la cultura se
encuentra en mayor observancia dentro de la
periferia social externa, motivo de análisis
de una ilustración cada vez más popular.
REVISTA CHAKIÑAN, 2016, Nº.1, DICIEMBRE, (68-77), ISSN 2550-6722
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La estructura social de la ciudad de Quito a
fines del periodo colonial aún mostraba
rasgos de estratificación social, donde la
familia, el linaje y las alianzas matrimonia-
les eran los factores decisivos para defender
a la nobleza colonial, que en esencia era
criolla. Sin embargo, la tenencia de ciertos
elementos como el libro, que al principio era
considerado como un bien económico que
demostraba un estatus social alto, muy
pronto dio paso a una corriente intelectual
pluralista en su procedencia y en sus mani-
festaciones, en absoluto exenta de contradic-
ciones internas, conducente a una variedad
de convicciones ideológicas.
El intelectual, hombre dedicado a las letras,
en muchas de las ocasiones de diferente
condición social, se transfigura en un perso-
naje ecléctico, con metodología diversa, que
asume el reto de conducir el conocimiento
hacia una mayor sociabilidad basada en la
cultura política.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Los ilustrados indeterminadamente de su
procedencia social y profesional, dedicados
a la reforma e ilustración, son el centro del
sistema de la cultura-política que le condu-
cen a tomar personería política en el pueblo
de Quito como rectores y orientadores de
nuevas formas de pensar a través de la gene-
ración de ideas, opiniones, y organizaciones
sociales, económicas y científicas, resultan
las características más notables en el periodo
de transición de la colonia hacia la Repúbli-
ca.
Actitudes y comportamientos de los ilustra-
dos demuestran en la práctica de su cultura
política ideas que conducen hacia una litera-
tura secularizada que promueve el apareci-
miento de un nuevo grupo social (entre crio-
llos y mestizos), como los impulsadores de
los autonomismos políticos al crear escena-
rios de gobiernos mixtos, así como el surgi-
miento de poderes locales intermediarios
entre el poder central y el pueblo de Quito.
Como resultado detectamos la apareción de
efectos del humanismo ilustrado quiteño que
muy pronto provocaron inestabilidades y
crisis en los actos de la primera década del
siglo XVIII, significando otro signo del caos
inevitable que se da en la conformación del
pensamiento tradicional frente a la ilustra-
ción moderna.
Finalmente, estos hechos provocaron la
migración de ideas fuera de los círculos
selectos de los letrados hacia el resto de
gente que no eran precisamente los intelec-
tuales, pero que de alguna manera mante-
nían relación con los ilustrados de élite. Nos
referimos al resurgimiento de una cultura
más generalizada que todavía dentro del
ámbito de la ilustración en la ciudad de
Quito se encuentra invisibilizada. Por lo
tanto, este estudio impulsa a identificar la
aparición de subculturas compuestas por
diferentes grupos sociales, entre ellos sacer-
dotes-feligreses, pulperas-clientes,
patrón-jornalero, catedráticos-estudiantes,
grupos que necesariamente coexistieron y
convivieron entre sí pese a no comprenderse
mutuamente por su estatus, función o rol
desempeñado, pues existen evidencias de
convergencia de ideas entre ellos, resurgien-
do una etapa histórica en la que la cultura se
encuentra en mayor observancia dentro de la
periferia social externa, motivo de análisis
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